Se ajusta los cordones. Se sube las medias. Hay un griterío foráneo que se cuela por la banderola del vestuario. Se acomoda la cola de caballo y se moja la cara, bebe un trago más de un líquido azul, otro incoloro de agua, no tan insípido. Pasa la botella. Otra gurisa que no es gurisa en realidad, es chavala, le tira en la nuca lo que queda en la caramañola. Vuelve a subirse las medias. Se fija en el doblez bajo las rodillas. Se ajusta las canilleras, y otra vez las medias. Hay rituales silenciosos, casi secretos. Hay quienes hablan de cábalas. Algunas que son ciertas, otras impostergables, hay secretos que nos llevaremos a la tumba. Hay hinchas pidiendo hace años que pinten el cajón con los colores del cuadro. Stefanía se ajusta el short negro, la camiseta de los bastones rojos y blancos va por dentro, las medias negras, el doblez, los rituales. El sudor y el agua empapan los abrazos previos. Unió Esportiva L'Estartit nace por la demanda de las jóvenes mujeres de los pueblos de Costa Brava, en Gerona, España, hace unos treinta y cinco años. Es pionero en priorizar el fútbol femenino por sobre el masculino, incluso eliminándolo. Tefa es uruguaya, nació unos años después que el club de Costa Brava. Llegó a vestir esa casaca después de la de Nacional, la de Rampla y la de River, todos de Montevideo. Su corazón futbolero se forjó en el campito de la casa de Mamita, su abuela, en el balneario Bella Vista, mutado con los años en un barrio a orillas del mar. Con catorce años hizo diecisiete goles defendiendo a las tricolores, nada en comparación con los que hizo en el arco de fierro en el patio de la abuela. Es una más en la lista de quienes han vestido la celeste con una cinta enlazando el brazo cordial. Hoy defiende en la B los colores del Náutico, y es la estratega pedagógica de la sub 16 de Peñarol. Eso vuelve a demostrarnos un par de cosas, que el fútbol no es de hombres, y que la pasión es incolora, como el agua.