¿Se han preguntado cómo los uruguayos nos arrimamos al mundo del fútbol hasta llegar a niveles insospechados en los que el fútbol termina siendo nuestro mundo?

La primera de las respuestas que podemos ensayar es la del cotidiano –y para nosotros hasta natural– paquete del rito de iniciación, que contiene padre, madre, abuela, abuelo, tíos y tías, madrina o padrino, bautizando al recién nacido en una religión de la que no hay apostasía posible. Una camisetita, una pelotita y un exagerado carné de socio no faltan en el ajuar del recién llegado. Tampoco, un año después, se exonerará al lactante del aprestamiento básico de cómo golpear con sus pies la pelota, y siempre habrá una mano benefactora que arrimará al chiquilín o la chiquilina a los teatros y tablados del fútbol, antes y después de la educación inicial en veredas y parques, o entre los placeres de la amistad persiguiendo pelotitas en los patios de las escuelas que, día a día, se transforman en el Centenario.

Desde entonces, es un viaje sin retorno. Nos apropiamos del fútbol, lo vivimos, lo sentimos, y no distinguimos estadios, niveles ni dimensiones. Somos uruguayos y el fútbol es nuestro; mientras tenemos las aptitudes físicas para jugarlo sabremos todo acerca de lo que hay que hacer en una cancha. Y cuando nuestro centro de atención no esté en una cancha, sabremos también cuáles son las acciones a seguir de saco y corbata, fijando posición ante una contienda política en la asociación, determinando cómo se debe jugar un campeonato, juzgando de acuerdo con el reglamento la sanción correspondiente y comercializando de forma óptima los productos que genera el fútbol y los que potencialmente puedan aparecer.

También nos roban el fútbol

Sí, el fútbol es nuestro. El fútbol uruguayo es de todos los uruguayos. Por eso cuando juega Uruguay corren tres millones y cada vez es más dificultoso discernir cuánto de literal y cuánto de metafórico hay en el aserto de Tinta Brava, Raúl Castro, en la canción que compuso con Jaime Roos.

La confusión, la discusión de límites que se presenta, es que el fútbol uruguayo es nuestro, pero la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF), no.

La AUF es una asociación civil integrada por los clubes que la conforman. Según dice, apunta a “promover, difundir e incrementar la cultura en todas sus manifestaciones, especialmente por medio de la cultura física, y a través del fútbol como ejercicio físico, recreativo, educativo e higiénico, para lo cual: dirigirá y fomentará en todo el país el deporte del fútbol, desarrollando para ello relaciones amistosas con asociaciones o instituciones de otros países, promoviendo la organización de partidos y torneos de fútbol, controlando el estricto cumplimiento de las reglas de juego impuestas por la International Football Association Board, con el fin de impedir toda práctica irregular de este deporte”.

Ellos, los dirigentes, son unos pocos en relación con todos nosotros. No nos representan ni nos tienen que representar, en tanto, como está dicho, son una asociación civil cerrada, con ciertas restricciones que hacen que muy pocos de nosotros podamos incidir de manera muy indirecta en la vida política, social y administrativa de esa entidad. Seguramente el fútbol uruguayo es una de nuestras representaciones más notorias como sociedad, pero, paradójicamente, los uruguayos no podemos incidir ni discutir determinaciones en torno al fútbol organizado y de competencia. Es y no es.

Cuando todo empezó a fines del siglo XIX, los jugadores, practicantes iniciales del juego de los ingleses locos, lo eran todo: futbolistas, jueces, directores técnicos, entrenadores y también dirigentes. Ya no. Hay una parte de los dirigentes de la AUF de hoy que lo son porque han sido promovidos con el voto de muchos o pocos socios en los actos eleccionarios de sus clubes, y que tal vez están allí para la promoción y el crecimiento de aquellos a quienes representan (o de los que son propietarios), pero también por otras razones de índole social, comercial o de conveniencia.

Es cierto que desde tiempos inmemoriales, en la vida de la AUF se han dado estos sucesos que generan una notoria inconformidad en la masa crítica que es la afición futbolera, así como en la sensación general del pueblo. Así lo documenta el excelente raconto publicado en estas mismas páginas por Martín Rodríguez, que apuntaba a la vida política de la AUF tras la restitución de la democracia en Uruguay. Ahora bien, en tiempos en los que la representación del fútbol como modelo de acción, crecimiento y superación ha vuelto a ser la selección, con el virtuoso plan de Óscar Tabárez, hay quienes pretenden que las aguas se separen muchísimo más.

Hoy prenderemos la tele, escucharemos la radio y asistiremos a un episodio más, como si fuésemos los desesperanzados seguidores de The Truman Show: nada podremos hacer, aunque tengamos ideas de lo que se debería hacer para que el fútbol uruguayo adopte el camino que lleva la celeste. Las recompensas serían para todos y no para unos pocos.

Se levanta el cuarto intermedio de la elección presidencial de la AUF

“Habilitar a los señores Fernando Daniel Nopitsch e Ignacio Alonso Labat; inhabilitar a los señores Arturo Guzmán del Campo Saenz y Eduardo Abulafia Salinas”. Así concluye el -contundente, aunque sin aclarar los motivos- comunicado enviado por la Comisión de Gobernanza y Transparencia de la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol), luego de realizado el famoso examen de idoneidad exigido para avalar a cualquier presidente de una asociación o federación de fútbol sudamericana. Tras eso, el lunes, tanto Del Campo como Abulafia decidieron bajarse de la pugna electoral para presidir la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF).

Pasar o no el examen, se sabe, no es impedimento para tomar el mando de la AUF. Pero no estar avalado por Conmebol, más la postura de los clubes de no votar candidatos en tanto alguno de ellos no tuviera dicho examen, fueron argumentos que hicieron caer por su propio peso a los dos presidenciables.

El panorama para cuando se levante el cuarto intermedio del martes será aplazar una vez más la elección y esto permita que se presenten nuevos candidatos. Nopitsch y Alonso manifestaron su intención de presidir la AUF. Según pudo saber la diaria, el plazo para la nueva asamblea puede rondar una semana, tiempo que perfectamente da para que se postulen los aspirantes.