Verano del 42. No tengo tanto en la cabeza el hilo argumental de una película que fue exitosa. Sí recuerdo, y se los podría tararear ahora mismo, el tema musical que fue el eje de la banda sonora de aquella película.

En otro escenario, aquel verano del 42 tuvo otra banda sonora: la de la gente, la de los uruguayos que vieron y disfrutaron por primera vez a sus futbolistas, a sus vecinos, a sus temprano héroes de aquellas aún jóvenes tribunas del Centenario, a los noveles hombres admirados a través de la radio.

Desde su creación en 1916 nunca la celeste, o la roja, había estado tanto tiempo sin ganar un campeonato que parecía propio, casi íntimo.

Entre 1935, en Santa Beatríz, y aquel verano del 42, había pasado una secuencia de tres campeonatos sin títulos. Ya no estaba el Terrible José Nasazzi, el capitán de la década más gloriosa del fútbol uruguayo, pero sin embargo asomaba su gran sucesor: Obdulio Varela.

Con el Vasco Cea como entrenador, fue el primer título sin ninguno de los campeones olímpicos o mundiales. Además, fue el primer Sudamericano en el estadio Centenario, y también el primer campeonato íntegramente nocturno en Montevideo. Fueron seis partidos y seis triunfos.

Después de la retirada de El Terrible, Uruguay volvió a las disputas oficiales con Agenor Muñiz como capitán. 

Obdulio debuta en la selección el 29 de enero de 1939 en el Sudamericano de Perú, ya con camiseta celeste nuevamente. Luego arañó el título en el Sudamericano del 41 en Chile y, siempre con Agenor como capitán,consigue el Sudamericano de Montevideo en 1942.

Obdulio, apenas una década después de la retirada de Nasazzi, toma la posta y amplifica el rol, la labor, la significación de esa identificación de capitán, que recién por esos tiempos empieza a tomar forma física con un brazalete que lo identifica como tal.

El capitán de Uruguay no será nunca un burócrata de los sorteos, un cultor del protocolo del cambio del banderín, un radical de la protesta por la falta. El capitán en el fútbol uruguayo es mucho más. Y Obdulio lo sabe, lo vive, lo respira, lo transmite.

Y además la manda a guardar en el primer partido con Chile, en un 6-1 inolvidable. Seis días después siguió un maravilloso 7-0 ante Ecuador, en donde aparecen los tres primeros goles de Severino Varela, la boina fantasma, figura decisiva de aquel campeonato. Aquel de Montevideo fue el primer campeonato con siete participantes, debido al debut de Ecuador, que perdió con Uruguay en la fecha inicial y en su segunda presentación sufrió la mayor goleada histórica de los sudamericanos : 12 – 0.

Los uruguayos, a estadio lleno -la Ámsterdam y la Colombes tenían solo dos anillos y la tribuna América uno-, siguieron la secuencia de triunfos igual que Argentina y el 7 de febrero, casi un mes después de iniciado el torneo, definieron el título en la última fecha del campeonato, iniciando una sucesión de definiciones en el Centenario que siempre terminaron con el triunfo celeste 1-0, con gol en el arco de la Colombes y con Uruguay campeón en 1956 y en 1967 también.

Aguanten che

Debieron pasar 14 años y seis torneos sudamericanos para que Uruguay volviese a dar la vuelta olímpica. Nunca había pasado una época tan larga de sequía a nivel continental, aunque fuertemente disimulada por el enorme triunfo de Maracaná en 1950.

Se empezaba a agrandar la brecha en años entre los títulos de campeones, pero también había menos campeonatos.

Es la primera vez desde 1916 que el plantel lo integraron en su totalidad futbolistas que nunca habían sido campeones sudamericanos, una bella rareza del fútbol uruguayo.

Había, sin embargo, tres campeones mundiales: el Cotorra Óscar Miguez, Víctor Rodríguez Andrade y William Martínez. Este último, a posteriori, se transformaría en el primer futbolista en ser campeón de América y del mundo en selecciones y también en clubes por su participación en Peñarol.

Una de dos

En 1959 sucedió lo que nunca había pasado, ni volvió a pasar: hubo dos sudamericano en un mismo año con una diferencia de apenas ocho meses. La primera fue en Argentina y a Uruguay no le fue bien deportivamente, y además fue partícipe de una de las grescas más grandes que se recuerden en una copa América en el partido con Brasil, con Pelé y sus compañeros que venían de ganar el Mundial de Suecia. El campeón fue Argentina.

Ocho meses después se llevó a cabo en Ecuador, en la ciudad de Guayaquil, el Sudamericano extra que ganó Uruguay de punta a punta. La renovación se completó y tan sólo tres futbolistas campeones en 1956 repitieron título en Guayaquil: Guillermo Escalada, Carlos Chaves y Washington Manghini.

Uruguay debutó en el torneo el 6 de diciembre y le ganó a Ecuador  4-0 ante 55.000 espectadores en el nuevo estadio Modelo. Los goles fueron de Alcides Cacho Silveira, Guillermo Chongo Escalada, Mario Bergara y Domingo Pérez. En Ecuador, dirigido por el técnico campeón mundial con Uruguay, Juan López, jugó Alberto Spencer, considerado el mejor futbolista ecuatoriano de la historia que después hizo eclosión en el fútbol uruguayo. El segundo partido fue con Brasil y el triunfo fue 3-0 con goles de Escalada, Bergara, y José Pepe Sasía.   El tercer partido fue ante Argentina que apenas 8 meses atrás había alzado la copa en Buenos Aires Uruguay le ganó 5-0 con dos goles de Alcides Silveira, dos de Mario Bergara y uno de José Sasía.  El remate del Campeonato fue ante Paraguay y se terminó empatando 1-1 con gol de José Francisco Sasía.