En el Complejo Uruguay Celeste se respira otro aire. La Copa América de Brasil está acá nomás, y la selección entrena, genera un grupo y cuando puede, conversa, como lo hizo Gastón Pereiro con Garra. Pereiro, el de la zurda mágica, el del latigazo potente, el del tatuaje del Chino Recoba en el brazo derecho, cuenta con nervios de chiquilín que sufrió como un loco con el campeonato de Aguada, porque “hacía dos años que veníamos perdiendo la final”. El volante (¿o media punta?) del PSV holandés hizo el camino de la juvenil hacia la mayor para debutar con los grandes en 2017 frente a Polonia. Casi un año después, tras el Mundial de Rusia, volvió a ponerse la celeste –y encima con gol– en el partido con México. Esa actuación le abrió las puertas del equipo de Tabárez: entró y no volvió a salir.

En la selección mayor es tu primera experiencia oficial. ¿Qué expectativas te genera la Copa América?

Es diferente porque es un campeonato oficial. Tengo mucha expectativa, siempre la de salir campeón, pero hay que ir partido a partido. En la selección mayor me recibieron siempre como uno más, con muchísimo respeto. Hay que destacar a estos monstruos que están desde hace más de diez años acá, han ganado cosas y te reciben de la mejor manera.

¿En qué puesto de la cancha te sentís más cómodo?

He jugado por la izquierda y por la derecha, pero lo que más me gusta es jugar suelto, de media punta. De todos modos, donde me ponga el Maestro voy a tratar de dar lo mejor. Imaginate que el cupo de delanteros está más que cubierto, así que donde pueda ayudar voy a estar a la orden.

Pasaron unos años desde aquel Sudamericano sub 20 que lamentablemente no se pudo definir.

Sí, estuvo muy lindo ese Sudamericano. Estuvimos primero en Maldonado, después en el Centenario, que fue donde se definió. Llegamos con mucha expectativa, y aunque en la final nos dieron vuelta el resultado, fue una linda experiencia. No entraba una persona más en el estadio.

Los olímpicos

¿Incorporaste algo de la escuela futbolística holandesa a tu juego?

Todos los trabajos que hacemos son con pelota: nada de correr sin pelota. Al principio me costaba, porque los pases van mucho más fuerte y las canchas son mucho más rápidas. Al principio sentía que en vez de darme un pase me estaban tirando piedras, pero siempre con esos monstruos de la escuela holandesa, que saca tantos juveniles, dándote consejos. Aprendí mucho en este tiempo.

¿Son escuelas diferentes la del PSV y la del Ajax?

Todos los clubes tienen la misma escuela futbolística. Incluso jugás con un equipo chico y no se te mete atrás porque tiene la misma escuela; no te pone línea de cinco, por ejemplo. Quiere salir jugando igual que nosotros, o jugar con tres puntas. La filosofía es la misma.

¿Has estado en sintonía con la gente?

Sí, desde que llegué. Es que salimos campeones dos veces, y las otras dos terminamos ahí, segundos o terceros; el PSV siempre está peleando arriba. A la vez, jugamos la Champions League, que es un torneo increíble.

¿Cómo es la vida en Eindhoven?

Es muy tranquila, una ciudad chica. Demasiado tranquila, a veces hasta da para aburrirse. Pero siempre tengo uno o dos días libres, y a una hora y media tengo Ámsterdam, y Bélgica, Alemania... Incluso París está a cuatro horas en el auto.

¿Hay un recuerdo de Nacional por la final de 1988?

Cuando llegué, fuimos con mi padre a firmar el contrato. Nos hicieron una recorrida por el estadio y en el museo nos mostraban la camiseta y un banderín de Nacional de aquella final. Es un equipo en el que jugó Romário, Ronaldo; primero tuve de director técnico a Phillip Cocu, ahora tengo a Mark van Bommel, y siempre está cerca Ruud van Nistelrooy [entrenador de la sub 19 del club] para hacer definiciones. Nos llevamos muy bien porque, además, habla bárbaro español. También está Bolo [Boudewijn] Zenden. Son enormes por los clubes en los que jugaron y todo lo que consiguieron, pero como personas también: son gente sencilla, te tratan como uno más.