Sigue siendo una bomba este River Plate que gana, gusta y golea. Confirma lo hecho hasta ahora con la llegada de Jorge Fossati y demuestra que los jugadores se pueden acomodar a las circunstancias para salir adelante. Con un tiempo le bastó a los de la Aduana para llevarse el clásico de vecinos.

Casi que no dio para complicarse y entender por dónde iba la bocha porque el trámite se torció de una, con juego y goles. Con un esquema nuevo, pero con la vieja carpeta, Fossati dotó a los darseneros de una nueva identidad forjada en la base de un equipo ya estructurado. Esta vez el Flaco optó por un 3-4-3, que por momentos cerró con línea de cinco en el fondo, aunque casi no lo necesitó. De arranque nomás, cuando el mate apenas templaba y nadie quería mandarle el sorbo a la amargura, el atrevido de Matías Arezo se mandó por izquierda con una parsimonia bárbara. No había peligro, pero lo encontró. Mandó un centro a media altura, no tan potente, y en la carrera apareció Matías Alonso. El delantero la cruzó de palo y puso el primero para complicar todo en apenas 6 minutos. Wanderers quiso acomodarse y no pudo con el resultado en contra. Para peor, cayó el segundo. Esta vez fue con una jugada bárbara de Luis Urruti entrando de frente al arco y quitándose la marca. El de Conchillas quedó solo de cara a Ignacio de Arruabarrena y definió por abajo.

Dos goles en 15 minutos eran complicados para amoldarse. Lo de los bohemios era distinto, tras un Intermedio regular, la institución que en los últimos años nos ha acostumbrado al buen fútbol, concretó la llegada de un DT que dio clase de eso, y hasta con un título: Alfredo Arias. El DT campeón en el Clausura del 2014, con pasaje por Santiago Wanderers, Emelec, Bolívar y Universidad de Chile, pegó la vuelta cuando su equipo más lo necesitaba. Y salió a la cancha igual que en aquella época, con un 4-2-3-1, y hasta con algunos que estuvieron en esa era, como Gastón Bueno, Adrián Colombino, Diego Riolfo o Matías Albarracín. Pero costó, lógico y natural. En un plantel que agarró hace algunas semanas y tuvo que aprender a conocer.

Y River Plate siguió tranquilo, cerró líneas y esperó en el fondo para poder contragolpear. Sabía que Wanderers iba a intentar salir del fondo, y lo apuró siempre para obligarlo a salir en largo, algo que no le sienta nada cómodo al bohemio. Con el paso de los minutos, los de Arias se fueron entregando, a pesar de que atacaron, ya pensando en el descanso para reacomodar. Pero podía ser aún peor. Arezo fue al ataque y con un choque lo derribaron. El pibe se quedó pidiendo penal, que el árbitro no dio, y lo botijearon para pedirle que no se tirara. ¿Qué hizo el gurí? Apuró la salida de Colombino, le robó la guinda y enfiló al área, bombazo y gol para el 3-0. Mirá de quién te burlaste, Wanderers.

Para el complemento la tónica fue similar, con un River Plate seguro, que mantuvo sus líneas y se fue replegando. Con un Wanderers que se fue arrimando, aunque más inseguro y fue sumando hombres en ataque. El chileno Christian Bravo fue la apuesta de Arias, buscando tener más profundidad en bandas para encontrar algún espacio que River podía dejar. Y salió, porque fue por derecha y mandó un centro que encontró a Riolfo en el área para poner el descuento. El gol motivó y los bohemios fueron a buscarle la vuelta.

Pero River está firme y sabe lo que quiere, se afianzó al resultado y lo cuidó. Pero ojo, fue a buscar el cuarto, que por momentos estuvo cerca, ante un Wanderers que no tuvo argumentos futbolísticos, sí ganas, para ir por el empate. River gana y está otra vez en la ronda. Qué cuadrazo tiene River que nunca pierde y que siempre gana.