A manera de insumo básico, de guía primaria para aquellos que no viven o no están al tanto de la importancia y trascendencia que tiene el fútbol fuera de Montevideo trazábamos hace unos meses líneas básicas acerca del campeonato del interior y sus ejes fundacionales, el campeonato del Litoral (iniciado en 1922), el del Sur (1924) y el del Este (1927). Estos torneos regionales con enorme historia y jerarquía son los que forjan la premiación al mejor fútbol del país desde 1952, y son la plataforma inicial y un fin en sí mismo de este histórico campeonato que desde este siglo se llama Copa Nacional de Selecciones, pero que es la continuidad pura del campeonato del Interior.

Tanto Litoral, Sur y Este están buscando a sus finalistas, dibujando la ruta del que será inolvidable campeón, y como estos eventos tienen 98, 96 y 93 años desde su primera edición respectivamente, está claro que hay por repetición y sistematicidad ciertos partidos con historia, y claramente hay enfrentamientos clásicos. La competencia, y los mapas trazados por los calendarios de los torneos nos regalaron dos inmensos clásicos futbolísticos: Salto-Paysandú en el Litoral y Rocha-Maldonado en el Este.

La infinita historia de construcción y deconstrucción de sucesos, cuentos, hitos y sueños infinitos e imperecederos, pero al final de todo eso, solo un partido de fútbol entre los equipos representativos de dos departamentos o ciudades, que a su vez representan a sus organizaciones deportivas, al estamento de sus deportistas, a su sociedad, a su pueblo y, quieran que no, por imperio de los hechos, a su departamento.

Pero es eso, un partido de fútbol y nada más, porque un partido de fútbol es una inmensidad inconmensurable en las vidas de quienes habitamos estos confines del mundo. Miles de veces nos sublimamos esperando ese juego del que seremos partícipes, físicamente, simbólica o virtualmente y si repasamos cada uno de nuestros legajos en connivencia con la pelota encontraremos inequívocamente que nunca esperamos, soñamos, construimos la idea del juego del fútbol como una puerta de violencia, una ventana de venganza o una salida de ira pre establecida.

Buscan, buscamos placer lúdico en conjunto o solos corriendo tras una pelota, apoyándonos en afectos conocidos o empatías en rápida construcción a través de una globa filtrada, de un cierre o un cabezazo en la línea. No jugamos ni usamos el fútbol como vehículo de violencia tribal. Un clásico tiene una tensión permanente entre los resultados, entre las expectativas, entre el propio marco histórico que lo va construyendo, partido tras partido, resultado tras resultado. Un clásico es infinito en cuanto a las expectativas. Un clásico, en cualquier manifestación deportiva -artística o cotidiana- envuelve aspectos emocionales, contenidos épicos y una tensión nunca resuelta en el campo de los clásicos deportivos.

Dentro de los cuatro partidos que corresponden a semifinales estándar, las del Litoral y las del Este, la competencia quiso que hubiese dos grandes clásicos, el de Salto con Paysandú y el de Rocha con Maldonado, y fueron, son y serán épicos.

Aquellos

Antes de aquel partido primigenio entre sanduceros y salteños en el Litoral de 1922, en Paysandú (entonces sede fija), que terminó con victoria sanducera 1-0, sanduceros y salteños apenas iniciados en esto del fútbol ya se habían enfrentado. En 1903, a impulsos de Juan Parodi en Paysandú, y por los hermanos Dickinson en Salto, ya había disputas a través de la pelota. Pero además tiene que haber antecedentes de otro tipo de confrontaciones, sociales, culturales, políticas entre sanduceros y salteños aún antes de la pelota. Empezando por el dato histórico de que Salto es un desprendimiento de Paysandú desde el punto de vista administrativo, dado que el departamento de Salto -como el de Tacuarembó- fue creado en 1937 en terrenos del departamento de Paysandú. O sea que ambas pujantes e históricas ciudades, un día y por siete años fueron parte de un mismo departamento.

Pero volvamos al fútbol y al histórico y permanente enfrentamiento entre estas dos potencias. El domingo en el estadio Dickinson, el que homenajea a los pioneros, y el único estadio de ese porte en Uruguay -propiedad de una liga de fútbol- terminaron empatando 1-1 en un juego bajo lluvia y con la cancha embarrada. Paysandú terminó con nueve por las expulsiones de su goleador Juan Andrioli y la de Brian Zavagno. Los goles fueron en la primera parte: abrió el marcador la visita a través de Tito Andrioli y empató el habilidoso sanducero que juega para Salto, Paolo Dantaz. En el estadio Artigas de Paysandú se define todo el fin de semana.

La otra semifinal se llevó a cabo en Baltasar Brum, en el pueblo donde este campeonato ha debido ser local Bella Unión, a 70 kilómetros de casa, y en un partidazo los cañeros empataron 2-2. El partido entre Bella Unión y Río Negro, el vigente campeón del Litoral, estuvo muy movido y emotivo hasta con un penal atajado por el arquero fraybentino Renato González. Daniel Zapirain y Hernán Oxandabarat anotaron para la roja guaraní, mientras que un par del goleador fraybentino Luis Villalba pusieron el empate que lleva al Liebig's a los fraybentinos con cierta ventaja para el próximo fin de semana.

La increíble historia de los canarios que se hicieron gauchos

En 1724, con la intención de poblar el fuerte de San Felipe y Santiago de Montevideo, trajeron desde Islas Canarias a pobladores, mayoritariamente de Tenerife, donde los nativos eran conocidos como guanches. También llegaron familias de Buenos Aires, y africanos de origen bantú en la repugnante condición de esclavos. Parece que unos cuantos de ellos, guanches, bantúes y nativos, escapados en busca de su libertad se establecieron a orillas del Cebollatí y por “guanche-guancho” los portugueses azorinos afincados en San Carlos empezaron a usar la voz gaucho para definir a aquellos.

“Por lo general los desterrados canarios, contrabandistas, vagabundos, fugitivos, que estaban lejos de las ciudades tenían hijos con las indias guenoas, minuanes, gés o con las africanas que lograban escapar de Montevideo. Estos hijos fueron llamados por los portugueses de la ciudad de San Carlos como Gahuchos, Gaúchos o Gauchos (Guanchos), palabra que aparece el 8 de agosto de 1780 en un documento originado en Montevideo. En el mismo se expresa 'que el expresado Díaz no consentirá en dicha estancia que se abriguen ningunos contrabandistas, vagabundos u ociosos que aquí se conocen por Gauchos'”.

Es una de las tantas versiones, pero me gusta. Todo esto para hablar de Rocha y Maldonado, que obviamente fueron parte de un mismo departamento y tienen una larguísima historia antes que una globa circulara por ahí. Desde 1906, cuando Ernesto Fariña llegó desde Montevideo para trabajar en el Banco República con una pelota y la necesidad de jugar al fútbol en su nueva ciudad, hay pelotas sonando en Rocha. En Maldonado antes aún: en 1905 ya había sido fundado el Atlético Fernandino, y tenía exigentes rivales en los marineros de los buques ingleses que fondeaban en Maldonado.

La rivalidad de rochenses y maldonadenses es enorme, y según consta en el trabajo de investigación de Alejandro Romillo publicado en Futbol Florida, el del domingo fue el clásico oficial número 122 entre Rocha y Maldonado. Y fue en el maravilloso y remozado Mario Sobrero donde jugaron este domingo y donde en un excepcional segundo tiempo Rocha arrasó a Maldonado por 5-0 con goles de Matías Pereyra, Camilo Nassi, Alejandro Rodríguez, Shonnathan Velázquez y Martín Larrosa. Una fiesta absoluta que solo se podrá transformar en duelo si el sábado próximo en San Carlos Maldonado gana por cinco o más goles de diferencia. Rocha está muy cerca de la final del Este y muy cerca de ser uno de los tres esteños que definan la Copa Nacional de Selecciones.

Además, en el Este jugaron en Fray Marcos -donde Canelones del Este fue local- los canarios ante Cerro Largo, que sacó un gran triunfo con el gol del Puro Silvera, que viene siendo anotador en los últimos tres partidos de los arachanes. La revancha va el próximo fin de semana en Melo.

Más canarios

El sábado, sin jugar Canelones se metió en la final del Sur y se convirtió en el primero de los ocho participantes del módulo final de la Copa Nacional de Selecciones. Sucede que en el Landoni, Durazno, ya eliminado derrotó a Colonia 2-1 e hizo que a falta de un partido (el del fin de semana entre Colonia-Canelones) los azulgranas ya fueran inalcanzables.

No pasó lo mismo en la otra llave triangular donde de visita en Sarandí Grande, San José gano 4-0 a los locales y quedó de la mejor manera que podía a esperar esa final-no final del fin de semana en el Casto Martínez Laguarda, donde ganando se convertirá en finalista del Sur, y por tanto en uno de sus dos clasificados para los cuartos de final del campeonato del interior.

Flores, que es el rival del maragato tuvo fecha libre y sigue liderando la serie con tres puntos más que los josefinos. Ahora ambos tienen idéntica diferencia de goles, así que una victoria por mínima de San José le dará la clasificación por goles, mientras que una victoria o empate de los celestes los colocará en la final del Sur por puntos. Un partidazo.