Sócrates Brasileiro Sampaio de Souza Vieira de Oliveira, mejor conocido como Sócrates, murió el 4 de diciembre de 2011. Tal cual lo había previsto, murió un domingo de Corinthians campeón, en la mañana. Quizás haya muerto con él el penúltimo revolucionario del fútbol mundial. Lo cierto es que de la Democracia Corinthiana de Sócrates y los suyos, poco se habla en el vestuario actual del Timão. Sí en las banderas, en las camisetas referentes a la época en las tribunas, en la historia y en los libros. Bruno Méndez alcanzó a conocer la historia de Sócrates en un libro de Eduardo Galeano que le prestó Joaquín Noy cuando fueron compañeros en Wanderers. Corinthians es el equipo del pueblo, do povo, ese pueblo que aplaude más una barrida a los pies que el jogo bonito, pero que también es capaz de hacer cambiar de aeropuerto a un avión luego de una derrota en tierras foráneas. “La pasión es la misma”, dice Bruno, “pero acá son multitud”.
¿Se habla de la Democracia Corinthiana en el vestuario?
No, no mucho. Yo sabía de la Democracia Corinthiana porque había leído un libro de Galeano que me regaló Joaquín Noy, y está esa historia. Es un libro de fragmentos inéditos que quedaron después de su muerte. Sinceramente, desde que llegué no se habla de eso; se sabe, se tiene presente, pero no se habla. Los hinchas usan todavía la camiseta de Sócrates. Es muy difícil que algo así vuelva a suceder. Tiene una historia muy linda Corinthians, es el club del pueblo, son casi 40 millones de hinchas. Te das cuenta cuando viajás: vas al norte, vas al sur, y siempre te van a esperar al hotel, al aeropuerto. Lo que tiene esta hinchada es que no para de cantar, no para nunca de cantar. Quizás la gente se imagina al brasilero alentando el jogo bonito, pero en el primer partido que vine a ver Vágner Love se tiró al piso y la gente se levantó de los asientos. “Estamos en Uruguay”, dije yo. Eso no pasa en todos los cuadros brasileños. Piden “sangre”, “sangre en el ojo”. Jugar con la sangre en el ojo, sangue nos olhos.
Cuántas cosas tiene el fútbol.
El fútbol es increíble, tiene cosas divinas y otras jodidas. No lo soñé; a veces cuando pensás en jugar al fútbol pensás en Europa, pero cuando ves las cosas que tiene Corinthians te das cuenta de que no lo soñás, pero lo querés. No lo pensás, pero está ahí, y uno se da cuenta cuando llega. Europa es un enigma que a muchos se nos aparece, porque ahí están los mejores, pero acá en Brasil estoy muy bien, estoy contento, estoy cerca de casa. A veces no es necesario llegar a Europa para escribir una historia.
¿Fue un golpe quedar afuera de la Copa Libertadores con Guaraní de Paraguay?
El tema es que la diferencia entre Guaraní y Corinthians es grande, en lo económico, en lo estructural. A mí eso fue lo primero que me sorprendió cuando llegué. En el primer torneo por el Campeonato Paulista, que era contra un equipo chico, había unas 15.000 personas, pero para mí 15.000 personas es un montón. Imaginate que hemos jugado con 45.000. El jugador de fútbol se va acostumbrando, termina siendo algo normal, pero yo no me quiero acostumbrar, quiero que me siga sorprendiendo.
¿Sufrieron la dureza del fútbol paraguayo?
El primer partido sufrimos eso, jugamos con jugadores muy jóvenes, y los paraguayos jugaban muy fuerte. Yo, por haber jugado en el Campeonato Uruguayo, que es bastante parecido al paraguayo, sabía que para ellos cada pelota era la vida. Cuando sos joven hay cosas que no entendés, pero yo que venía del fútbol uruguayo iba y los partía, ya sabía que no quedaba otra. Nos hicieron un gol, se guardaron atrás a esperar a ver qué pasaba acá en Brasil. Y bueno, fue así, terminaron pasando ellos.
Últimamente no le ha ido bien a Corinthians en la fase previa a los grupos de la Libertadores.
Sí, la última vez con Deportes Tolima supe que estuvo brava, tuvieron que cambiar de aeropuerto porque los estaba esperando la hinchada. La pasión acá es la misma que la de allá, pero acá es multitud. Igual, a pesar de todo, cuando terminó el partido con Guaraní nos aplaudieron. En otros partidos ha habido chiflidos, pero esta vez nos aplaudieron, incluso la dirigencia vino a felicitarnos porque la hinchada nos había aplaudido. El partido estaba 1-0, lo teníamos controlado y nos expulsaron a uno. Estuvimos 60 minutos jugando con uno menos, y todo el tiempo atacando. Sin dudas que también está el reconocimiento al otro cuadro. Pero bueno, si mirás lo de afuera hay diferencia, pero es fútbol. Nosotros acá tenemos todo, no te podés quejar, tenés que ganar porque tenés todo. Seis profesores, cuatro fisioterapeutas, dos médicos. Yo sólo estuve en Wanderers, pero de todas maneras habría que ver cuántos clubes de Sudamérica tienen lo que tiene Corinthians en Brasil.
El club, la infancia, la selección
¿De Wanderers qué se extraña?
Se extraña, se extraña. Las personas, sobre todo, por el trato que tenían conmigo. Los jugadores; con algunos formé una amistad, a otros los extrañás por cómo son. Porque son compañeros. Y jugar en el Viera y sentir a la gente de cerca, sentir el cariño de la gente. Es un club que te atrapa Wanderers. Fijate que yo hice todas las formativas ahí; de gurí jugaba en Danubio en la Asociación Uruguaya de Fútbol Infantil [AUFI].
Sos de la escuela de AUFI, que supuestamente es distinta a la del baby fútbol.
Muchos critican porque dicen que el baby fútbol es el baby fútbol. Pero yo creo que la cosa es divertirse, y yo me divertí. Al principio jugás en cancha de nueve con 11 jugadores, después pasás a cancha de 11. En el baby jugás siempre en cancha de nueve, incluso con siete. Debe haber alguna diferencia, porque mucha gente lo dice. Quizás el baby tiene eso del torneo barrial, y después la Copa de Campeones con otros barrios. Quizás ahí está la diferencia. Todavía tengo gente de AUFI con la que estoy en contacto; algunos siguen en Danubio, pero la mayoría dejó el fútbol. Estudian, laburan, alguno no hace nada, viven otras situaciones. Y eso también me hace ver desde dónde llegué y hasta dónde llegué.
¿Pensabas en ser futbolista?
Hablando con mi novia pensaba en que yo capaz que quería llegar a ser jugador de fútbol, pero fue todo tan rápido que no me dio ni para pensar si quería esta vida o no. Yo estudiaba, iba a quinto, y empecé las prácticas en Primera. Me cambié para el nocturno. Después me metí en la facultad a estudiar educación física, ahí me citaron a la sub 20. Uno no imagina todo esto; cuando quise acordar me citaron de la mayor, y uno no va a decir que no. No me detuve a pensar si me quería ir del país, si quería vivir así, porque uno no está acostumbrado a esto; mi familia tampoco está acostumbrada a esta vida.
¿Y cómo es ser futbolista?
Uno no se da cuenta, y mucha gente que no está dentro del fútbol no se da cuenta de lo que es ser futbolista. Acá en Brasil entrenamos viernes de tarde y concentramos para jugar el sábado. Los lunes entrenamos, los martes concentramos de vuelta para jugar el miércoles; paso más en el complejo que en el apartamento. Viajamos para todos lados. El profesionalismo en Uruguay me daba para estudiar; acá es imposible, salvo que haga algo por internet. Allá tengo otro tipo de vida, la cabeza está libre, entre comillas. Eso se extraña; a mí me gustaba ir a la facultad, para no estar todo el día con el fútbol. Acá eso no lo tengo, acá es fútbol, fútbol, fútbol, fútbol. Es bravo todo el día fútbol. El uruguayo es mucho más tranquilo y no es cholulo, acá jugás un partido y ya te piden fotos, y a eso cuesta entenderlo, porque aún no he hecho nada por el club como para que me pidan fotos. Yo a eso no estoy acostumbrado. Algunos no pueden ni salir.
¿Cuánto influyó haber jugado en la selección mayor?
Jugué dos partidos, con Brasil y contra Francia. Francia venía de ser campeón del mundo, era el primer partido amistoso que jugaba. Eso me cambió la vida, me descolocó a mí y nos cambió la vida a todos, a toda la familia. Yo lo veía lejos, estaba jugando en la sub 20, venía el Sudamericano y estaba pensando en eso. En una de las primeras que le gané de arriba a [Olivier] Giroud me dije: “Llegué, cumplí”. Y me fue bien, porque si me hubiera mandado dos o tres macanas era otra cosa la vida. Así es el fútbol.
Em preto e branco
La Democracia Corinthiana fue un movimiento surgido en la década de 1980 en el club paulista, liderado por Sócrates, Wladimir, Casagrande y Zenon –en ese entonces futbolistas–, quienes junto al sociólogo Adílson Monteiro, director de fútbol del club y quien introdujo una fuerte visión política, idearon un vestuario autogestionado. Las decisiones importantes (contrataciones, la manera de comportarse en las concentraciones, la libertad de opinión) eran decididas a través del voto del plantel, voto que valía igual que el del entrenador y el de un dirigente. Fue un movimiento revolucionario, en medio de un país que vivía una sangrienta dictadura militar. A las decisiones que tomaba el plantel se les suman las consignas que los jugadores llevaban adelante al entrar a la cancha en sus camisetas: eu quero votar para presidente (“quiero votar para presidente”), y diretas-já (“elecciones ya”). Además, participaron en movilizaciones en la calle, recitales y demás utopías.
“Allá por 1982, en plena dictadura militar, los jugadores del Corinthians tomaron el poder. Ellos, los futbolistas, lo decidían todo. Se reunían y, democráticamente, por mayoría, elegían el método de trabajo, los sistemas de juego, los horarios de entrenamiento, la repartición del dinero... Lo votaban absolutamente todo. Se vaticinaron los peores augurios pero, sin embargo, durante esos años el Corinthians convocó las mayores multitudes en los estadios de Brasil, además de ganar consecutivamente el Campeonato Paulista durante dos años, ofreciendo el más hermoso y vistoso fútbol de todos. La experiencia de la ‘Democracia Corinthiana’ fue breve, pero valió la pena”, dijo alguna vez Eduardo Galeano.