#IdeasDeCuarentena sigue adelante esperando esa llamada desde Zúrich o Reino Unido a ver qué podemos hacer por ustedes.
No estamos inventando nada. Eso de inventar en el deporte ya lo hicieron otros uruguayos brillantes e inolvidables por los siglos de los siglos. Inventó el Terrible José Nasazzi la vuelta olímpica, el símbolo de victoria más universal y permanente. El mismo Nasazzi inventó la posición de back escoba en tiempos en los que el offside se cobraba cuando había menos de tres oponentes. “Un jugador queda en fuera de juego si en el momento en el que recibe el balón o este llega a su altura, entre él y el arco contrario hay menos de tres jugadores adversarios, incluyendo al arquero”, decía la vieja norma. ¿Saben lo que pasó después de la gesta uruguaya en París en 1924? La board decidió realizar el que fue durante décadas el más profundo cambio en las reglas del juego, modificando la regla 11. El 5 de abril se hizo el cambio de regla, y apenas una semana después, el Mariscal Nasazzi ya planificaba cómo ser líbero.
De salón
Inventar, inventó el profesor Juan Carlos Ceriani, que en el invierno de 1930, apenas después de la conquista mundialista del Centenario, y ante la inquietud de los jóvenes de la Asociación Cristiana, inventó el fútbol de salón, mezclando el espíritu único del fútbol con normas y tácticas de otros juegos: cinco jugadores en cada equipo, rotación de los jugadores, 40 minutos de duración por juego, que tomó del básquetbol, la prohibición al golero de salir del área lo sacó del waterpolo; procuró que la cancha fuera lo más amplia posible dentro de un gimnasio –los primeros arcos los pintó en la pared–, y a la pelota la hizo copiando el relleno de trapo y arena para que casi no picara. También inventó al profesor Antonio Varleta, padre del balonmano actual.
Fueron los basquetbolistas uruguayos que, en 1956, después de los Juegos Olímpicos de Melbourne, hicieron que Williams Jones cambiara las reglas del juego, estableciendo un tiempo de posesión, tal como había hecho la NBA años antes. Sucedió que en el partido de cuartos de final de los Juegos Olímpicos Uruguay empató de atrás una diferencia de 14 puntos con Filipinas, y jugó todo el final del partido reteniendo y sin atacar para ir a la prórroga y ahí, con mejor integración, ganar el partido.
Esas sí son variables, reformas e inventos que quedarán en la historia.
Es tiempo de juego
En #IdeasDeCuarentena hemos propuesto algunas ideas que pretenden modificar el desarrollo del juego que nos encanta. Ya fue planteado abolir el gol en contra –planteo que no modifica en nada el juego– y hacer de la prórroga o alargue un partido nuevo y extraordinario de 30 minutos, para los casos que así lo requieran.
Pero ahora sí queremos promover algunos cambios que incidirán en la redacción de un par de reglas.
Hay una preocupación que atraviesa generaciones, canchas y continentes, que es la del tiempo de juego. Ha habido innumerables modificaciones en las instrucciones e interpretaciones para que los árbitros controlen que se juegue la mayor parte posible del tiempo. De los 90 minutos establecidos se juegan en promedio 50 por estos lares, y más en Europa, según estudios de la UEFA.
A esta altura de nuestros desarrollos básicos en cuanto a la posibilidad digital de las mediciones, la propuesta de jugar a reloj parado cuando la pelota no esté en movimiento parece ser la mejor salida.
Si tomáramos el análisis de la UEFA y sus 60 minutos de juego real, pareciera que lo ideal sería jugar dos tiempos de 30 parando, como en el básquetbol, cuando la pelota no está en juego. Esto implicaría la necesidad de un integrante del cuerpo arbitral exclusivamente para manejar el reloj. El tiempo del espectáculo sería más o menos el mismo, y el del entretiempo se mantendría igual.
Una solución para paliar la radicalidad del cambio podría estar por el lado de parar el reloj solamente en los diez últimos minutos de cada tiempo, según el aporte del ingeniero Federico Defranco, que en Deportivo Uruguay viene desde hace años planteando tal variante. Tal vez puedan ser nada más que los últimos 15 del partido, donde se concentra la mayor parte del tiempo perdido deliberadamente.
El árbitro principal, con el soporte del cuarto árbitro, cronometraría el juego, parándolo en lesiones u otros inconvenientes, y cuando la pelota no esté rodando. Tal vez así nos sacaríamos de encima esa permanente sensación de injusticia porque se juega menos.