A 15 meses del cierre del Club Neptuno, cobra fuerza la idea de priorizar proyectos ajenos al deporte sobre un terreno en el que aún se levanta lo que en los 90 solía presentarse como “el complejo deportivo más grande del país”. Propietaria del predio, es probable que en pocos días la Intendencia de Montevideo (IM) reciba las llaves del local de manos de Israel Creimer, el síndico que gestiona la liquidación de la institución. Ya dejó de funcionar un emprendimiento privado de fútbol cinco que, valiéndose de un contrato de alquiler y una serie de acciones judiciales, tras la muerte del club prolongó su actividad durante un año.

La perseverancia del inquilino hizo que la IM se negara a recibir las llaves en abril de 2019 y hasta frustrara un ambicioso proyecto deportivo: las autoridades anteriores de la Secretaría Nacional del Deporte (SND) un día se cansaron de la guerra de escritos judiciales y cambiaron el destino de una partida originalmente reservada para el edificio.

Como la actual cúpula de la SND tampoco tiene planes, la comuna le ofreció el terreno a la empresa de desarrollo inmobiliario del argentino Román Viñoly. Las esperanzas de activar una propuesta deportiva se reducen al esfuerzo de un grupo de vecinas y vecinos que levantan la voz comunitaria sin que por ahora los oigan demasiado.

La gran manzana

La IM concentra su atención en la esperada respuesta de Integrated Developments, firma fundada en 2014 por Viñoly y su padre, el reconocido arquitecto uruguayo Rafael Viñoly, quien tras formarse en Buenos Aires consolidó una carrera internacional que lo llevó a radicarse en Nueva York. Un vocero de la empresa le confirmó a Garra que la comuna les ofreció el predio, pero aclaró que la posibilidad de emprender un proyecto de momento “no es firme”. Sin descartar la idea, manifestó que Integrated Developments actualmente está “explorando oportunidades de hacer otros desarrollos en la ciudad”.

Fernando Nopitsch, secretario general de la IM, resumió la primera reacción de los Viñoly afirmando que “quedaron en estudiarlo”. El vínculo entre el padre, el hijo y la administración departamental no es nuevo. En agosto del año pasado se inauguró Plaza Alemania, la llamativa torre de oficinas de 17 pisos que cambió el paisaje de la rambla sur a la altura de Palermo, desde su ubicación en la cercana esquina de La Cumparsita y Carlos María Morales.

Ya entonces se expresó un conflicto de intereses entre el emprendimiento y el deporte: para concretar la obra debió relocalizarse la cancha del club de fútbol infantil Enrique López, tarea encomendada a la empresa. Fue el primer proyecto concretado en la relativamente corta historia de una firma que “quiere desarrollar más edificios y recuperar más espacios de la ciudad”, según el vocero. Tal discurso posiblemente se aprecie como una oportunidad en la IM, desde donde alguna vez se definió a la infraestructura de Neptuno como “un peludo de regalo”. Y es apenas uno de los ejemplos del abandono que campea en el extremo noroeste de la Ciudad Vieja, donde el deterioro se aprecia en al menos tres de las manzanas alineadas entre la calle Juan Lindolfo Cuestas y la rambla Juan Monteverde.

Prácticamente tapiado, frente a Neptuno se erige el bello e histórico edificio de la antigua Facultad de Humanidades y Ciencias. Pasando la recuperada plaza de deportes 1, espera mejor suerte la aún activa terminal de ómnibus de las líneas con destino y origen en la Aduana, expresión algo ampulosa para una enorme explanada de adoquines manchados con grasa de motor.

El Neptuno también ocupa una manzana entera y su rehabilitación demandaría una inversión de la que nadie quiere hacerse cargo. “Hay que meter muchísima plata”, dice Creimer. El síndico acota que el complejo deportivo “está muy deterioriado” y que “de noche entran a robar”.

Sin conexiones a las redes de electricidad y agua, en el hall de ingreso resisten un par de ex funcionarios del club que mantienen una guardia gremial para asegurarse el cobro de haberes impagos, siempre que Creimer tenga suerte en sus gestiones. El lugar que habitan hace más de un año “es indigno de cualquier ser humano”, dice el profesional, que asegura que no están solos: hace meses hizo una denuncia policial por el presunto funcionamiento de una boca de venta de droga en la otra punta del mismo edificio, tras el laberinto de pasillos, piscinas, vestuarios y gimnasios, sobre la calle Piedras.

Sala de musculación del Club Neptuno.  (archivo, octubre de 2019)

Sala de musculación del Club Neptuno. (archivo, octubre de 2019)

Foto: Alessandro Maradei

Mala reputación

La decadencia edilicia y el entrevero judicial espantaron a diferentes personas interesadas en buscar salidas deportivas. Daniel Daners, gerente de la SND durante el gobierno anterior, cuenta que llegaron a reservarse 20 millones de pesos para realizar reformas que permitieran integrar la infraestructura al sistema de atención al alto rendimiento.

Al final, la mayor parte del monto se empleó en la compra de 65 estaciones saludables, como se les llama a las baterías de aparatos que se instalan para hacer ejercicio en espacios públicos. Fue “cuando vimos que no iba a haber posibilidades” de invertir en el complejo deportivo, acota el jerarca de la administración pasada.

Si bien el plan frustrado incluía al menos media docena de disciplinas deportivas, el desaprovechamiento de los espacios del viejo Neptuno golpea particularmente a la natación. El ex club tiene dos piscinas, y una de ellas es la única de Montevideo que reúne la doble condición de tener longitud olímpica y techo.

Las nuevas autoridades deportivas nacionales tampoco se tiran a esas aguas. Pablo Ferrari, subsecretario de la SND, le dijo a Garra que “la Secretaría, en cuanto a la inversión en la parte de deporte acuático olímpico, está poniendo otro foco, que es en el Campus de Maldonado”. Aprovechando que allí se sitúa la única pileta olímpica activa del país, se construirá una piscina de calentamiento para generar “un centro de desarrollo regional de natación”.

La estrategia se consolidó tras una charla con Creimer que evidenció las dificultades del proceso de liquidación del club. Efecto dominó: la SND le oficializó su desinterés a la IM, la comuna desactivó los planes deportivos y la idea del desarrollo inmobiliario ganó la agenda.

Sin perjuicio de la falta de entusiasmo que emerge del discurso de los Viñoly, la comuna tiene resuelto tomar posesión del bien. Ese simple hecho implicará que el local pase a contar con guardia de seguridad, mínimo anticuerpo contra una creciente vandalización que en 15 meses no se pudo activar: “Yo nunca podría pagar una guardia de 24 horas”, dice Creimer, administrador y custodia de los pocos pesos que quedaron cuando se bajó la cortina.

El auxiliar de la Justicia participó en una visita “muy exhaustiva” a cargo de personal de la IM hace diez días. Fue una de las varias señales del inminente cambio. Poco después, la comuna hizo una nueva inspección, aunque más centrada en las condiciones de la estructura. Silvana Pisano, directora de Desarrollo Urbano, contó que la visita más reciente se hizo tras “una solicitud por parte de [la Asesoría] Jurídica, vinculada a que estamos recibiendo el bien”.

Álvaro González, juez letrado de Concursos de Segundo Turno, la semana pasada se aprestaba a notificarles a las partes que ya podían efectuar el traspaso de las llaves.

De la mirada de las y los arquitectos emergen luces y sombras: “Constatamos que hay tres niveles diferentes con respecto a lo que puede presentar a nivel de seguridad edilicia. Hay ciertos sectores que están muy comprometidos, con oxidación del hierro que pertenece a la estructura de hormigón armado, pero también hay otros sectores que no representan para nada ningún riesgo. Es más, hay algunos que están muy bien”, dice Pisano al resumir un informe técnico “muy complejo”.

El trabajo también incluye la evaluación externa del edificio, ya que cualquier problema en sus fachadas puede perjudicar a transeúntes o afectar la normal circulación. “El sector que realmente está comprometido es el que da hacia la rambla. Ahí puede haber algunos posibles desprendimientos por oxidación de hierros”, apunta. Queda al desnudo la mala calidad de diversos agregados que, a lo largo de los años, se le fueron realizando a la estructura central. Un ejemplo son las columnas de iluminación del complejo de fútbol cinco. El emprendimiento privado que se instaló en el interior del club durante los años de agonía y desgobierno causando problemas otra vez.

David y Goliat

A la sombra de los grandes planes inmobiliarios, un grupo de integrantes del Concejo Vecinal de la Zona 1 tironea para que el espacio abandonado vuelva a tener actividad social y deportiva. El concejal vecinal Sebastián Rubino recuerda que el cierre del club “mermó una cantidad de actividades, becas, no solamente con los clubes de baby fútbol de la zona, sino también con las escuelas, etcétera”. El objetivo trazado es “juntar adeptos para que esto tenga utilidad a corto y mediano plazo”. “Después de que se resuelva de una forma u otra acataremos lo que se decida”, remata Rubino. Su par Javier de los Ángeles añade que la estrategia debe integrar a todo el Municipio B, más allá de la Ciudad Vieja. “El interés es total, de todo el territorio. La idea es que las actividades se extiendan a las escuelas del Barrio Sur, de la Aguada, del Centro”, concluye.

La Comisión de Deporte del Concejo Vecinal realizó una lista de actividades ya existentes que podrían realizarse en el viejo club, si se diera la autorización. La delegación todavía no se reunió con autoridades de la IM pero ya visitó a la Comisión de Turismo y Deporte de la Junta Departamental de Montevideo, y también se comunicó con Carlos Varela Ubal, alcalde del Municipio B. El jerarca se muestra abierto a sus planteos y enfatiza que sería importante “no perder más infraestructuras deportivas de estas características”. Sugiere explorar acuerdos, por ejemplo, con la cercana plaza de deportes o con federaciones deportivas.

En el discurso de los concejales vecinales se traza una analogía entre el abandono del complejo deportivo y la suerte de la vieja Estación Central de ferrocarriles, que durante años permaneció cerrada, a la espera de la resolución de un largo litigio. En el ex Neptuno no está en discusión la propiedad del suelo, que le pertenece a la IM.

En cambio, no hay unanimidad en cuanto a los derechos sobre la edificación, que se construyó luego de que la asociación civil disuelta recibiera la cesión del predio, en la década de 1930. En Asesoría Jurídica de la IM sostienen que el edificio también es de la comuna. Sin embargo, de otras interpretaciones surge que el gobierno departamental debería abonar algo a cambio, porque recibirá una construcción que no existía cuando cedió la tierra.

El edificio y los pocos bienes de valor que conserva quizás constituyan la última garantía de cobro del conjunto de personas acreedoras del viejo club, en su mayoría integrantes del funcionariado que trabajaron en condiciones de informalidad durante el período de declive. Un acuerdo entre la IM y el síndico que cubriera los créditos laborales facilitaría el cierre del proceso de liquidación. La falta de entendimiento, en cambio, podría engrosar la pila de expedientes.