Cuando arrancó julio la Mesa Ejecutiva de Primera División expuso un plan de calendario para lo que queda de 2020 con partidos entre semana hasta finalizar el Torneo Intermedio. Esto apuntó a plantear un escenario con la casi segura incorporación de la competencia internacional a partir del mes de octubre.

Más allá de la necesidad de competencia y de promover espectáculos, subyace la idea de unidad de negocios, y para que haya torta para repartir es necesario que haya quien pague los ingredientes. Eso, por ahora, viene de parte de las operadoras de imagen multimedia que, como han comprado fútbol a futuro, a la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF) y a cada una de las federaciones o asociaciones de la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol) les demandan el cumplimiento de los compromisos acordados mucho antes de que supiéramos de la existencia de la covid-19 y nuestro cambio de vida.

Si bien la Conmebol se preocupó y priorizó la salud por encima de cualquiera de sus competencias y sus contratos, y estableció un paro urgente de las actividades, también es cierto que desde el primer día se ha estado pensando en el regreso del fútbol, fundamentalmente el masculino, que es el que tiene contratos con muchísima utilidad económica –y también de mínima elasticidad en lo que refiere a los incumplimientos forzados–.

Falta y resto

La Copa Libertadores de América, al momento de la suspensión, llevaba jugadas nada más que dos fechas de las seis de cada grupo. Lo mismo la Sudamericana, que, cumplida su primera fase, espera por los terceros de la Libertadores para completar sus 32 equipos de dieciseisavos de final.

Revisemos unos números como si fuésemos los contadores de las empresas. El acreedor de la Conmebol tiene en su cuenta el debe por parte de la organización de 64 partidos de fase de grupos, más 16 de octavos, más ocho de cuartos, más cuatro de semifinales y uno de la final. Un poquito de miedo mete la cifra: 93 partidos ya negociados en forma millonaria son los que debe la Conmebol por la Libertadores.

Dice el imaginario señor de galera y bastón de las deudas difíciles de cobrar que hay que sumar 71 juegos de la Sudamericana. O sea, se están debiendo 164 partidos, que involucran a 56 clubes de diez países en los que en ninguno de ellos se está jugando al fútbol en estos momentos.

Se van a jugar –dice, con la necesidad de cumplir, la Conmebol–. Con la mayoría de los países cerrando sus fronteras por salubridad, es muy difícil imaginar que se hagan 62 viajes internacionales que involucren a Uruguay, Argentina, Brasil, Paraguay, Chile, Bolivia, Ecuador, Colombia, Perú y Venezuela.

Inverosímil

Argentina tiene más de 72.000 habitantes contagiados, Brasil más de un millón y medio, Chile 288.000, Bolivia 37.000, Ecuador más de 60.000, Colombia 110.000 y Perú 296.000. Venezuela, a excepción de Uruguay y Paraguay, es el que tiene la cifra más baja de afectados: 6.500. Paraguay presenta 2.500 casos, mientras que Uruguay, como sabemos, no llega al millar de contagios.

¿Cómo se sostendría el intercambio de colectivos de 40 o 50 personas, que sumarían no menos de 1.300 potenciales vectores, a tres países distintos? ¿Imaginan 600 hisopados por fecha e igual número de cuarentenas para cada viajero que deba salir a cumplir con su trabajo en los 64 partidos que quedan de la Libertadores? No, definitivamente parece inverosímil.

Encuentro de presidentes

La semana pasada el Consejo de la Conmebol aprobó la creación de un nuevo fondo de ayuda económica para sus asociaciones, con el objetivo de tomar las medidas necesarias de prevención y lucha contra la covid-19, y puso a disposición de las asociaciones dos millones de dólares para cubrir gastos de laboratorio, más cuatro millones de dólares adicionales para fondos libres, que podrán ser destinados en función de las necesidades de cada asociación.

Dice la página de la organización que con esta nueva ayuda económica se alcanzaron los 85 millones de dólares puestos a disposición para disminuir el impacto de la covid-19 en el fútbol sudamericano, aliviar la situación extremadamente difícil y acercar lo que millones de hinchas esperan con enorme ansiedad: el retorno del fútbol, cuidando la salud de todos.

También la semana pasada aconteció un hecho inédito. En el traspaso de mando del Mercosur, el mandatario paraguayo, Mario Abdo, hizo un lugar para el presidente de la Conmebol, Alejandro Domínguez, hijo de Osvaldo Domínguez Dibb, controversial dirigente de fútbol y político –la familia Domínguez Dibb vivió muy cerca del sangriento dictador paraguayo Alfredo Stroessner, ya que el tío de Alejandro, Humberto Domínguez Dibb, fue yerno del dictador y un primo del presidente de la Conmebol, Alfredo Goli Stroessner, fue fundador, junto con el actual presidente de Paraguay, del movimiento Paz y Progreso, la corriente ‘stronista’ del Partido Colorado, con la que Abdo llegó a la máxima investidura–.

Alejandro Domínguez, entonces, apareció desde Asunción, donde estaba junto a Abdo, Luis Lacalle Pou, Jair Bolsonaro, Alberto Fernández, y también Sebastián Piñera y Jeanine Áñez, mandatarios de Chile y Bolivia, respectivamente, que participan como estados asociados del Mercosur, y expuso claramente que su organización piensa seguir adelante con sus competencias: “Llegará el día en que los riesgos se reducirán y será posible reanudar actividades hoy paralizadas. Desde la Conmebol queremos estar preparados para ese momento. Por ello, un equipo de expertos especialmente convocados por nuestra institución elaboró un protocolo para los entrenamientos, viajes y competiciones, así como un manual operativo de llegadas y salidas de vuelos de delegaciones de fútbol a los aeropuertos civiles y/o militares que serán utilizados”.

Según pudo confirmar Garra, tras consultar con la AUF y obtener beneplácito y seguridades, Domínguez se comunicó con Lacalle Pou para explorar las posibilidades de terminar la Libertadores en Montevideo, con 16 clubes jugando de octavos de final en adelante, decidiendo a partido único las instancias de la edición 2020 –como si fuera un Mundial–. Serían 15 partidos en aproximadamente 20 días, con la posible utilización de tres y hasta cuatro estadios: el Centenario, el Parque Central, el Campeón del Siglo y hasta el Charrúa.

Según fuentes consultadas, la respuesta del Poder Ejecutivo apuntó a que antes que nada estaba la salud del pueblo uruguayo, y que al momento la situación no permitía aventurar un compromiso en tal sentido.

Es difícil saber qué pasará con las competiciones de la Conmebol y con la propia apertura que tendrá Uruguay en medio de la pandemia, pero hay pistas que nos conducen a distintos escenarios, como por ejemplo las declaraciones del subsecretario de la Secretaría Nacional del Deporte, Pablo Ferrari, que expresó que de seguir con estas seguridades sería interesante que Uruguay se transformara en un hub (centro o concentrador de operaciones) de competiciones continentales.

Veremos qué pasa.