A pesar de que aún no ha existido ninguna notificación institucional de la Confederación Sudamericana de Fútbol, la sola aseveración del presidente de la Asociación Uruguaya de Fútbol, Ignacio Alonso, de que no se jugarán los tradicionales torneos sudamericanos juveniles es garantía de que así será. Más cuando el economista Alonso, uno de los diez presidentes de las asociaciones que componen la Conmebol, lo hizo tras el congreso virtual de la Confederación. En Radio Uruguay primero, y en posteriores requerimientos periodísticos, Alonso dio la noticia que se extendió a todo el continente: ninguno de los campeonatos sudamericanos juveniles, en cualquiera de sus categorías, se habrá de jugar hasta 2023, lo que tendrá como consecuencia visible e inmediata la pérdida de competencia de selecciones sub 15, sub 17, y sub 20. Pero además, inevitablemente, y en particular en la organización vigente de la cadena de formación de las selecciones uruguayas, será un duro golpe para centenas de jóvenes seleccionados y para la celeste.

Desarrollo y subdesarrollo

Desde hace décadas, los campeonatos juveniles se disputan cada dos años, y de la gran mayoría de nuestros países emergen futbolistas que posteriormente desarrollan sus carreras en el fútbol de alta competencia y en sus respectivas selecciones absolutas.

En Uruguay, desde la asunción de este ciclo del siglo XXI de Oscar Washington Tabárez, las selecciones juveniles no sólo han sido importantes por su propia competencia, sino que, tal como había sido pensado y proyectado, han sido procesos de trabajo que influyeron positivamente en el proceso de formación integral de los futbolistas seleccionados: “Se les preparará teniendo como modelo rector las características comunes a los equipos del alto nivel internacional, en todos los aspectos que hacen el rendimiento futbolístico (tecnico-táctico, físico y psicológico). Paralelamente se atenderá su desarrollo intelectual, apoyando su vinculación al universo cultural (a través de sus estudios curriculares y de otras actividades que incidan positivamente en su formación personal, y, eventualmente, profesional)”.

Si no les convenciera la idea de trascender lo que pasa en el rectángulo de juego y sólo importase lo que los procesos de juveniles generasen a nivel de excelencia futbolística, sólo basta recordar que 21 de los 23 futbolistas del plantel mundialista que terminó quinto en el último Mundial había pasado por las selecciones formativas. Los que no habían jugado en la celeste como juveniles eran Maxi Gómez y Carlos Pato Sánchez.

Hace menos de un mes terminaba la Copa América 2021, esa para la que Conmebol hizo todo para que se jugara, sin medir obstáculos, dificultades ni costos para que la firma japonesa Dentsu –adquirente de todos los derechos comerciales y de marketing de las competiciones de equipos nacionales de la Conmebol– pagara 140 millones de dólares, que al parecer no dejaron excedente como para garantizar una mínima y necesaria competencia de juveniles.

De generación en generación

Los campeonatos sudamericanos juveniles, que se juegan desde 1954 y cada dos años desde 1975, y que desde 1977, cuando el primer Mundial sub 19, se transformaron también en clasificatorio mundialista, fueron agregando categorías, sumándose la sub 17 en 1985, y –sólo como sudamericano, ya que no puede ser clasificatorio a un mundial que no existe– la sub 14 en 2004.

En esta oportunidad correspondía que se jugaran en el verano de este año para clasificar a los mundiales de las categorías sub 20 y sub 17, que la FIFA ya había suspendido el año pasado. Conmebol decidió, con lógica y sensatez, llevar adelante sus torneos aunque no clasificaran a nada, y los fue reprogramando, en este caso para el verano austral de 2022.

Ahora se sabe que no se jugarán. Ignacio Alonso ensayó algunos argumentos en Radio Uruguay que son los que han trascendido en todo el Cono Sur: “Distintas razones relacionadas a la organización de torneos, ya que hoy sin logística, charters y hotelería apropiada es imposible desarrollar [...] a nosotros es algo que nos afecta en cuanto a la organización y en el desarrollo de los seleccionados, pero hay que reconocer que era prácticamente una quimera participar ahora en un torneo en condiciones normales”.

Recién en 2023 habrá sudamericanos de las tres categorías, y por ende no se sabe qué sucederá con las distintas selecciones, que para el caso de Uruguay son comandadas por Gustavo Ferreyra (sub 20), Diego Demarco (sub 17) y Alejandro Garay (sub 15).

Por lo pronto, lo único que está confirmado como competencia es que Uruguay participará este mes en España, en la ciudad valenciana de La Alcudia, en el torneo Cotif, que es sub 20, pero la AUF ya anunció que lo jugará con la sub 17.