Cuando este jueves, a las 22.00 de nuestros televisores (VTV Plus), en el Estadio Nacional de Lima jueguen Perú y Uruguay por la fase final del Mundial de Catar 2022, estaremos siendo testigos del inicio de una acción inusual desde que se juegan Eliminatorias para los torneos mundiales: que cada selección juegue tres partidos en el término de una semana.

Todos lo sabemos porque hemos sido contemporáneos de la crisis de salud y humanitaria más importante del siglo XXI. Esta situación extraordinaria y muy alejada de las garantías de preparación para una competencia tan trascendente como llegar a la fase final del torneo de selecciones más importante se debe a la pandemia generada por la expansión de la covid-19.

Las continuas suspensiones que desde antes del inicio de la presente clasificatoria sudamericana ha tenido la competencia llevaron a esta experimentación de acumular de a tres partidos en una semana, en este mes y en octubre, y de jugar dos en noviembre, dos en enero de 2022, y terminar la fase de todos contra todos a fines de marzo, con los cuatro clasificados directos y el quinto, al que todavía le quedará un repechaje.

Si la pandemia no hubiese atravesado nuestras vidas ni la de la competencia institucionalizada, en noviembre de este año, de acuerdo al calendario propuesto, ya estarían los cuatro clasificados directos al Mundial, es decir que ya se habrían jugado las 18 fechas. Sin embargo, para entonces recién estaremos llegando a la 12ª.

Todos jugarán tres partidos en una semana. Uruguay, que cumplidas seis fechas está en zona de clasificación directa a Catar 2022, jugará este jueves en Lima, el domingo a las 19.00 recibirá a Bolivia en el estadio Campeón del Siglo de Montevideo, y el jueves 9 de setiembre, en el mismo escenario, jugará a las 19.30 ante Ecuador.

Son muchas las situaciones nuevas, inapropiadas, impensadas. Estos 18 meses con todo descompaginado llevaron a que este jueves el equipo uruguayo que salga a la cancha del Estadio Nacional de Lima cuente apenas con un entrenamiento, y que además se trate de una oncena que nunca había alineado antes en una competición oficial. Pero eso, que parece un mal menor, esconde otras carencias que han sido fortalezas: el proceso de crecimiento y experimentación desde las selecciones juveniles, nutriente natural de la celeste en los últimos 15 años, ha quedado cortado y sin solución por la falta de competencia internacional por la pandemia, y se han debido resolver citaciones y debuts de competencia oficial como nunca antes había pasado.

Cuando el lunes, en una conferencia de prensa, Óscar Washington Tabárez explicó por qué se decidió retirar la convocatoria de Edinson Cavani para estos tres partidos –“Los motivos para que no venga Cavani son estratégicos. Si lo hacía ahora, jugaba los tres partidos, pero luego se perdía varios en su equipo y tenía la cuarentena. Iba a ser perjudicial para más adelante. Me hago responsable de la decisión”–, se explayó acerca de la ausencia de pasos que permitían la renovación acoplada de los planteles.

“Hay cosas que hacíamos y que no podemos hacer. Las bondades del proyecto, apoyadas desde el fútbol infantil a la selección mayor, venían dando resultados, pero desapareció la actividad internacional. Esperamos que el panorama mejore para las selecciones juveniles, y que ese puente de promover jugadores a la selección mayor y verlos afirmarse en ella se pueda ver. Cosas que yo viví en el 90 espero que nunca más pasen en el fútbol uruguayo. Técnicos que llegaban y al poco tiempo los echaban, largos períodos en que no se iba a los mundiales, entre otros. Creo que hemos demostrado que usamos cosas que son muy buenas. No hacer el trabajo en las juveniles y juntarnos días antes de los partidos no funciona. No porque no hubiera buenos jugadores ni buenos técnicos. Hablo con propiedad porque me tocó vivirlo. Sé cómo son las cosas”.

Ese fenómeno de no contar con los jugadores elegidos de manera primaria y tener que conformar un nuevo equipo ya se ha dado, pero nunca de esta manera, sin partidos previos, sin entrenamientos de competencia.

Esperándolo a Tito y otros cuentos

A las 10.00 nos encontramos en la cancha. En realidad, nunca sucedió en las últimas décadas, pero algunas veces, en cuanto a la figura de armar el equipo esperando la llegada de los jugadores como si fuesen protagonistas del cuento de Eduardo Sacheri “Esperándolo a Tito”, estuvimos cerca.

El proceso de trabajo pensado y sistematizado con Tabárez como su administrador ha permitido superar aquel enorme contrapeso plasmado en la argumentación del proyecto de 2006, de “Institucionalización de los procesos de las selecciones nacionales y de la formación de sus futbolistas”: “Las selecciones nacionales han sido inconexas. A nivel de selección mayor no hubo continuidad de la organización ni de las estrategias luego de llegado el tiempo de determinada meta, generalmente vinculada a la disputa de los Campeonatos Mundiales. Tampoco ha existido la coordinación ni la consecuente continuidad entre la selección mayor y las de nivel juvenil, que aportan talentos a aquella. Ese tránsito natural de un talento desde las selecciones juveniles hacia la mayor no se ha enriquecido más que en algunos períodos determinados, por lo que ese proceso siempre ha sido históricamente discontinuo”.

Entonces, en estos últimos 15 años siempre ha habido continuidad de jugadores.

La última vez que por competiciones oficiales se enfrentaron Uruguay y Perú fue en la Copa América 2019, en el estadio Fontenova de Salvador de Bahía. En aquel partido, que terminó en empate, Tabárez había mandado a la cancha a Fernando Muslera, Giovanni González, José María Giménez, Diego Godín, Martín Cáceres, Nahitan Nández, Federico Valverde, Rodrigo Bentancur, Giorgian de Arrascaeta, Luis Suárez y Edinson Cavani.

La última vez que jugaron en Lima un amistoso en fecha FIFA fue también en 2019, después de la Copa América. Los celestes alinearon con Muslera, Cáceres, Giménez, Godín, Diego Laxalt, Valverde, Matías Vecino, Bentancur, Brian Lozano, Brian Rodríguez y Maximiliano Gómez. Esa formación, que empató 1-1 con gol de Darwin Núñez, que entró en la segunda parte, al igual que Matías Viña, Nández, Giovanni González y Jonathan Rodríguez, quizás sea el antecedente que dé base al posible equipo de esta noche.

“Tenemos futbolistas para afrontar estos partidos. Este es el potencial que tenemos, y creemos que tenemos posibilidades de conseguir lo que queremos, pese a que faltan jugadores importantes. ¿Cuántos partidos jugamos sin Cavani ni Suárez? Muchas veces los ganamos, más allá de los vaticinios previos. Esa es una de las formas más maravillosas de olvido que he visto en el fútbol, cuando se vaticinan cosas o se generan sensaciones negativas”, decía Tabárez a la prensa, pensando seguramente en algunos partidos trascendentes y resueltos de manera excelente como colectivo por sus seleccionados.

Uruguay no es sólo Montevideo

Sin Suárez ni Cavani, ni –lo más trascendente– el exigente taller de pruebas que representan las preparaciones de juveniles y los partidos de fechas FIFA, Uruguay arranca este jueves un ciclo de tres partidos en una semana, con recambios que han venido haciendo experiencia.

La única práctica para el partido del jueves fue este miércoles, el mismo día en que se viajó a Lima, por lo que la preparación del partido, el conocimiento de las potenciales características colectivas e individuales del rival, sólo pudieron apoyarse en la acumulación de labor anterior, que para algunos de ellos es de más de una década –los del Mundial de Sudáfrica y la Copa América 2011– y para otros de menos de una decena de partidos. Eso, sin contar a los que por primera vez se pondrán la celeste en el pecho.

Aunque Tabárez no adelantó el equipo ni su estrategia de juego, que podría redundar en distintos posicionamientos tácticos, es posible pensar que con Nández jugando como lateral derecho, como lo hizo de muy buena manera en la Copa América, y Brian Rodríguez y Maxi Gómez como delanteros el equipo formaría con Muslera (Buenos Aires); Nández (Maldonado), Giménez (Toledo), Godín (Rosario), Viña (Empalme Olmos); Valverde (Montevideo), Vecino (San Jacinto), Bentancur (Nueva Helvecia); De Arrascaeta (Nuevo Berlín), Brian Rodríguez (Tranqueras) y Maximiliano Gómez (Paysandú). Un equipo del que el único montevideano es Valverde.

El resto del plantel, que desde este miércoles está en la capital peruana, está integrado por los goleros Martín Campaña y Sergio Rochet, los defensas Ronald Araújo, Giovanni González y Joaquín Piquerez, los volantes Manuel Ugarte, Mauro Arambarri y Fernando Gorriarán, y los puntas y medio puntas David Terans, Gastón Pereiro, Jonathan Rodríguez, Agustín Álvarez Martínez y Federico Martínez. Uno de ellos no integrará el plantel este jueves.

Si resulta extraña esa percepción de mala situación de Uruguay en la clasificatoria, cuando es uno de los cuatro que estarían clasificando directamente al Mundial, imaginen lo que puede ser la sensación en Perú, cuyo equipo, mundialista en Rusia 2018 y con buenas participaciones en las últimas copas América, ocupa el último lugar de la tabla.

El equipo de Ricardo Gareca, el director técnico argentino que devolvió a Perú a los mundiales después de 36 años de ausencias, no contará con el delantero italoperuano Gianluca Lapadula, suspendido por acumulación de amarillas, ni, aparentemente, con Luis Advíncula, que se lesionó en el último partido de Boca Juniors. Es posible que los incaicos arranquen con Pedro Gallese; Aldo Corzo o Lorna, Christian Ramos, Alexander Callens, Marcos López o Miguel Trauco; Renato Tapia, Yoshimar Yotún; André Carrillo, Sergio Peña, Christian Cueva; Paolo Guerrero.