Me hubiese encantado ser gurí y que en la escuela presentaran un libro como este, que a la vez que enaltece y reconoce a grandes deportistas criollos y criollas, te conecta con esa raíz deportiva de la infancia, ese deseo competitivo innato y hasta geográfico que se parece a la garra. Dice Sebastián Moreira que “sin explicar el deporte no hay explicación de casi nada”, y revela la dimensión cultural que ampara al deporte y por lo tanto la importancia que radica en el registro literario de sus referentes. El libro cuenta las historias de Diego Forlán, Lola Moreira, Déborah Rodríguez, Emiliano Lasa, Henry Borges, Esperanza Pizarro, Pablo Cuevas y Tato López, con una sensibilidad que lo hace familiar, cercano.

¿Qué diferencia tienen las historias de los llamados deportes menores con respecto al fútbol?

La diferencia que tienen es que cuando llegan a ser deportistas de élite no cambian tanto los recursos a los que acceden, ni la visibilidad que tienen. Lasa, Deborah, Lola, siendo deportistas olímpicas, finalistas y medallistas panamericanos, no acceden a un mejor sueldo con eso, siguen peleando por tener jubilación, siguen luchando con las marcas, es todo muy amateur. En el fútbol, los que trascienden a nivel de figuras obtienen cierta estabilidad al menos temporal; Lasa puede saltar 17 metros por tres años seguidos y no va a ganar lo que ganaba Forlán. Nunca está la de “ya la hizo”. Siempre estás en la lucha. Eso es romántico, pero también es un poco triste.

¿Cuál es la importancia del registro de esas historias?

Creo que hay un montón de historias en el Uruguay que nos cuesta muchísimo dimensionar, valorar y dejar escritas. Todos hacen un montón para la construcción de nuestra identidad deportiva, la esencia del país. La idea es que esas historias queden escritas y que les lleguen a los niños, y siempre está la fantasía de que a alguien le puedan inspirar.

Al llegar a las infancias y a las adolescencias también aplica en culturización deportiva.

Es que si alguien lo escribe o alguien lo dice, también de alguna forma lo valida. En la escuela vos te enfrentás con el atletismo, por ejemplo; casi todas las escuelas van a la pista de atletismo, y por ahí lo ves como un juego, pero quizás viendo estas historias pueden tener otra perspectiva. Cuando era chico nadie me contó la historia de nadie que saltara, que remara ni nadara, ni nada que se le parezca, y capaz que por eso me gusta el fútbol y sólo el fútbol. Si me hubieran contado la historia de un pibe que cruzaba nadando el río Uruguay para ir a entrenar a los 12 años, eso podría haber sido distinto.

¿Hoy en día hay un contexto alrededor del deporte distinto al de tu infancia, que permite que estas historias circulen de otra manera?

En un momento hasta con el fútbol había un desprecio, “el opio de los pueblos” es más viejo, pero hay que ver cuánto cambió. El periodismo es contar historias y no tiene derecho a darles la espalda a cosas populares. Podés criticar, pero no podés dejar de mirar un fenómeno como el fútbol en Uruguay. Desconfío de ese desprecio que hay desde la ignorancia, esa cosa media esnob. Es más lindo jugarlo que mirarlo, pero es el deporte que se mira más de lo que se practica. Se mira mucho, se cuenta mucho y se dice mucho. Viene el Mundial y lo mira todo el mundo. Y no lo podemos obviar, no podemos explicar Uruguay sin explicar el fútbol, sin explicar el deporte. Sin explicar el deporte no hay explicación de casi nada. En la historia de la radio varios hitos tienen que ver con el deporte, entonces la historia del país se cuenta con eso. Obviar el deporte sería como obviar a la música. En el libro hablo de cuando Emiliano Lasa saltó en [los Juegos Olímpicos de] Río de Janeiro. De alguna manera todo el mundo estaba prestando atención a Lasa. Pasó lo mismo el año pasado con los remeros en Tokio. Yo me junté en un bar a verlo.

Cuando lo has presentado, ¿qué devolución has recibido de las escuelas?

Hago una presentación con los goles de Forlán y pienso que muchos de los gurises no los vieron, ya pasaron diez años. El cuento entonces es que vamos a gritar juntos un gol que nunca vieron. Igual lo tienen muy presente. Otra cosa interesante es poner en magnitud de metros, de alturas, de distancias, por ejemplo, con Lasa, y en eso yo también soy un poco niño y me impacta que salte ocho metros. Es un montón. Entonces hacemos comparaciones: es un poco más de lo que mide una camioneta de escolares, más que un arco de fútbol. Y saltar una valla es como saltar a un niño. Esas cosas me asombran todavía.