Termina un partido entre Millonarios y Deportivo Cali, y el teléfono de Ignacio Ithurralde prende y apaga las luces. Corre marzo de 2013, pero podría ser cualquier mes de cualquier año de toda la carrera del zaguero. Podría ser después de un partido en el estadio Ramón Tahuichi, o podría ser después de un cotejo en el Defensores del Chaco, o de una tenida en el Roberto Natalio Carminatti o en el Gigante de Arroyito. Quien llama es el profe César Santos, una eminencia de la captación de fútbol infantil y un faro en la escuela de Defensor Sporting. El teléfono tintinea hasta que Nacho contesta y se presta quizás a la crítica más filosa. Ni siquiera como la de un padre, otra crítica irrepetible. ¿Se imaginan jugar un partido en el Hernando Siles sabiendo que el Profe Santos está sintonizando de alguna manera? Hay algo satelital. Un puente único. Es la ley de la continuidad, una oda al trabajo silencioso, un ejemplo de poner la vida en lo que se hace, una versión de la pasión sin luces, la luz del oficio.

Ignacio Ithurralde es de aquella escuela histórica de Defensor. Supo vestir el percal violeta, jugó en Monterrey de México, Olimpo de Bahía Blanca, Rosario Central, Peñarol, Bolívar y Blooming de Bolivia, Guaraní de Paraguay, Audax Italiano de Chile, Millonarios de Colombia, Rentistas, Racing, Deportivo Maldonado y Cerro. Sí, es un párrafo aparte su carrera.

Dice que jugó sin saber jugar. Que la primera vez que lo pararon al lado de un golero para salir tocando no lo podía creer. Hoy dice que el riesgo lo corre el rival, que para animarse hay que entrenarlo, y que los jugadores de Boston River “están despegados”. A decir de Fernando Cabrera, estuvo un tiempo en la lona, del desatino fue amante. Cuando volvió al fútbol del otro lado de la raya pensó en cómo decir las cosas, pero siempre pensó en decirlas. “Somos un número”, sostiene. El técnico de Boston River, que se anima a las fronteras y es histórico porque metió a su equipo por primera vez en la Copa Libertadores, habló con la diaria.

¿Qué aspectos te definen hoy en día en tu rol de director técnico?

En un momento de mi vida toqué fondo, entonces, cuando me metí a dirigir dije que iba a ser auténtico. Las cosas que tenga que decir las voy a decir con respeto, pero con mis ideales. Un mes antes de lo que pasó en Flores nos invitaron a Florida a jugar un partido. Cuando llegamos no era en el estadio, era en una cancha que era de verdad impresentable. Les dije que no jugábamos, estábamos a dos semanas de empezar el campeonato ¿Somos profesionales o no somos profesionales? ¿Quién se preocupa por el jugador de fútbol si se rompe y no juega más? Somos un número. Si nosotros no nos damos el lugar que merecemos, nadie nos lo va a dar. Somos profesionales, a los que les va bien ganan guita, y a los que no les va tan bien de repente les da para vivir unos 20 años. Pero si no luchamos por dignificar la profesión, estamos toda la vida acostumbrados a agachar el lomo y bañarnos con agua fría. A jugar en canchas horribles, a usar la ropa sucia y mojada porque hay que sufrir, y porque si sufrís sos mejor.

Mal enfocado el sufrimiento, toda la vida con esa chiquita. ¿Qué somos? Andá a decirle a un cirujano que opere en un vestuario, telarañas, todo herrumbrado ¿Qué entendemos por profesional? Cuando le dije que no jugábamos dijeron que estaba disponible el estadio, entonces peor todavía. Nos llevaron para el estadio, nos dijeron que estaba el pasto largo pero que en una hora y media lo cortaban. Vámonos de acá, le dije. Una vergüenza. Después en Twitter se armó quilombo, pero calma, calma que esto es mi laburo. Después pasó lo de Flores. El día que yo me quejé se te enterraban los pies. Si se rompe un jugador, ¿mala suerte? Está bien, somos jugadores de fútbol, pero también somos personas y vivimos de esto.

“El fútbol es un juego que tiene lógica, es un juego de posesión y de posición, con miles de variables. Es un ajedrez”.

¿A qué fútbol estamos jugando?

El fútbol cambió. Antes era todo espiritual, era todo huevo. En 2007 me vendieron al Monterrey y el técnico era el Piojo [Miguel] Herrera, empezaron las prácticas y nos paraba al lado del golero para salir jugando. Yo pensaba que estaba mal de la cabeza, era de la escuela de [Ricardo] La Volpe, uno de los primeros en armar estructuras de salidas y practicar juegos de posesión. En ese momento yo no tenía ni idea y venía de Defensor, de las mejores escuelas del país. Jugué 20 años, me retiré, volví a dirigir a la sexta de Defensor, y el único que tenía esta información era Martín Varini, que habla el mismo dialecto que se habla en el fútbol de hoy. El fútbol es un juego que tiene lógica, es un juego de posesión y de posición, con miles de variables. Es un ajedrez. Ha cambiado la perspectiva 100 por ciento del fútbol que jugábamos nosotros. Quisiera haber entendido todo esto cuando jugaba. El fútbol es tiempo y espacio. Cuanto más tiempo, más espacio, y cuanto más espacio, más capacidad para tomar decisiones. Es decir, cuanto menos espacio es necesaria más técnica. Según la técnica que tengo, preciso tal espacio para jugar, entonces capaz que tengo que correr más para agrandar los espacios. Si jugás un disparate capaz que precisás dos metros cuadrados.

¿De qué manera se transmite eso a los jugadores?

Salir jugando no es un riesgo. Es un riesgo para el rival, porque la cancha es gigante, y si vos aprovechás todos los espacios de la cancha, marcar y presionar se hace difícil. La pelota va mucho más rápida que cualquiera de nosotros; si la cancha es buena y es grande se hace difícil. Y el método de entrenamiento te lo demuestra todos los días, porque yo lo que les pido que hagan en media cancha, lo hacen en 15 metros en diferentes formatos. Máximo estrés de espacio y tiempo en los entrenamientos, y el superávit el fin de semana: más espacio y más tiempo. Mientras, le enseñás a comer, a dormir, a descansar, y le enseñás a entrenar. Nos preparamos para ir a cualquier cancha a salir jugando. Trato de demostrarles que no es riesgoso salir jugando, lo riesgoso es dársela al rival. Hay que animarse, pero para eso hay que entrenarlo.

Ignacio Ithurralde durante un partido por la fecha 13 fecha del Torneo Clausura ante Peñarol, en el Estadio Alfredo Viera (archivo, octubre de 2022).

Ignacio Ithurralde durante un partido por la fecha 13 fecha del Torneo Clausura ante Peñarol, en el Estadio Alfredo Viera (archivo, octubre de 2022).

Foto: Alessandro Maradei

¿Cómo es el jugador que dirigís con respecto al jugador que fuiste?

Algo que está muy marcado es que yo en las pretemporadas sufría. Cada pretemporada me cuestionaba si yo quería dejar o no el fútbol, y estaba en Defensor, no estaba en la lona. Me despertaban de mañana y me dolía todo, “y dale y no des ventajas”. En Boston estamos en un momento en que tenemos buenas condiciones de trabajo, y por suerte se ha dejado de trabajar en forma analítica, ahora es todo con pelota. Pero para trabajar con pelota precisás continuidad, y para eso precisás buenas canchas. Antes, en las primeras semanas te llevaban a la playa, a los parques, no veías una pelota; ahora buscamos el ahogo jugando al fútbol. Los jugadores de hoy son sanos en todo lo que tiene que ver con vicios, con el pucho, con el alcohol, pero seguro transgreden de otras maneras, quizás en el descanso, o al estar todo el día con el teléfono, la manija de las redes. Ahí vamos a otro tema, que es el quilombo social de los representantes. Agarran a jugadores sin mayor interés de que el pibe ande bien, pero no desde la formación. Los representantes te dicen que ese es trabajo de los padres, o es trabajo del entrenador, o es trabajo del club, y es un trabajo de todos. Yo la viví, el filo, el que te saco de un lado y te llevo para otro, que acá no te quieren, que allá sí, y el pibe siempre es el mejor y no lo ponen, y siempre la culpa es del otro.

¿Qué les pasa culturalmente a los pibes o cómo puede potenciarlos el acceso a la información?

Para tener acceso a la información realmente tenés que tener un estímulo, yo no lo tenía cuando jugaba. Lo empecé a tener con el retiro. El retiro me sacudió, me hizo ser más consciente, tener una visión más global. El planeta está colapsando y nosotros seguimos en la nuestra. De eso a cosas que son de todos los días hay un paso. La otra vez iba a jugar con Maldonado escuchando un podcast de un corresponsal de guerra español que cuenta la exposición moral que tienen por estar, de repente, registrando cuando una persona muere. Sos parte de la guerra. Después del partido que perdimos con Maldonado, que encima habíamos jugado mucho mejor que ellos, estábamos muertos en el vestuario, y yo les decía, muchachos, en este mismo momento están yendo a buscar a pibes de su edad en Rusia para que vayan a la guerra. Tranquilos todos, vamos a seguir entrenando, que esta es nuestra pequeñez. Para nosotros es mucho perder, pero la vida va mucho más allá. Vamos a seguir mejorando, enfocándonos desde un lado más profundo y de consciencia. El fútbol está muy dramatizado.

¿Qué importancia tiene este momento de la selección y el contexto del mundial?

Desde el punto de vista de la idiosincrasia le damos importancia, somos bastante patriotas en ese sentido. Pero siempre hay que volver a las gestiones, las formas, los intereses, los objetivos, las misiones; si todo eso está bien encausado, bien dirigido, si tiene un fin de crecimiento, de respeto, de amor, está de más. En este cambio del fútbol, todos los jugadores de la selección entienden este nuevo fútbol, entonces lo importante es la estrategia, y mantener a los jugadores lo más concentrados y enfocados en la misión. Tenemos una de las generaciones más prometedoras. Me genera curiosidad, expectativa, lo de Diego Alonso. Está agiornado, sé el fútbol que le gusta y sé que a la hora de motivar y trabajar es muy bueno.