Miguel Blasco es un hombre del deporte. Lo piensa, lo vive. Y porque lo piensa y lo vive, lo quiere mejor. Actualmente dirige la Tecnicatura en Gestión de Instituciones Deportivas de la Universidad CLAEH, y antes, entre 2015 y 2020, fue coordinador del Área de Deporte Comunitario de la Secretaría Nacional de Deporte. Con un “largo camino a recorrer” por delante y la mirada puesta en “armar un plan y una concepción”, Blasco dialogó con la diaria sobre los horizontes de la construcción de políticas deportivas en nuestro país.

¿Hacia dónde se debería ir si uno pudiese soñar?

Uruguay debería tener la capacidad de tener un horizonte más largo, no sólo de corto plazo. A veces nos ganan los horizontes de corto plazo. Esto no significa un soñar idílico o un soñar sin los pies en la tierra, sino la posibilidad de un planeamiento más prospectivo. Las políticas no son de corto plazo, son procesos que orientan decisiones, cursos de acción que acompañan cambios demográficos desde el punto de vista del comportamiento económico, de las necesidades cambiantes de la gente, la cultura. El horizonte más largo plantea desafíos que podemos ver como sociedad, como políticas más allá de una administración, de un partido de gobierno. El deporte debería ser esa posibilidad porque es donde tenemos más posibilidades de acordar. En esa línea uno debería buscar cómo vincular más los procesos de iniciación, promoción y desarrollo de la actividad física y el deporte, vinculándola a la educación, a la salud, a los desarrollos de inclusión y de participación de la gente en el lugar donde vive, donde trabaja.

¿En qué sentido creés que el deporte es en donde hay más posibilidades de acordar?

En la propia historia del país el deporte ha sido uno de los factores de construcción de identidad cultural. Desde el inicio de la época batllista ha habido consensos en la construcción de proceso, de formación, los procesos de institucionalización que fueron la formación de profesores de Educación Física, el desarrollo de algunas disciplinas, el movimiento de clubes deportivos. No hubo grandes disonancias; sectores de iniciativa privada y pública fueron acompañando este formato híbrido que tiene Uruguay, que hace algunas décadas dejó de ir generando una visión de futuro que busque acuerdos y proyectos más amplios.

Imagino que estos procesos deben tener un acuerdo sobre la concepción del deporte, que puede surgir el debate entre quienes lo piensan como medio o como fin. ¿Cómo debería ser concebido?

Es parte de una sociedad democrática que haya distintas visiones. Cuando digo acuerdos no quiero decir que no haya diferencias. Es posible construir acuerdos a partir de visiones distintas. Algunos tienen una visión del deporte más instrumental, probablemente más asociado a las prácticas de competición. Otros tenemos visiones más sociales, de formación más vinculada a las prácticas sociales y culturales de iniciación, no tanto en el resultado en las disciplinas. Y hay quienes lo ven como un medio para otras cosas, y lo consideran en sí como una propia finalidad. No es que no existan estas diferentes concepciones, más liberales algunas, un poco más estatistas otras, pero lo que deberíamos poder, y de eso se trata, es encontrar puntos de convergencia. No implica que no existan tensiones, que no existan conflictos o distintos intereses, pero los organismos del Estado deberíamos ayudar a esto, a generar esos ámbitos en los que sea posible acordar, debatir, construir, evaluar.

“Todavía tenemos una concepción muy artesanal, muy voluntarista, que hay que profesionalizar, y generar procesos que puedan acompañar algunas transformaciones globales”.

¿El mayor obstáculo para eso es la carencia de recursos, o no necesariamente?

Sí. Sí y no, porque también es cierto que en el deporte contemporáneo no sólo se trata de recursos de administración pública. También necesitamos generar dinámicas más sinérgicas con recursos privados, del sector que también se mueve, pero muy centrado sobre sí mismo. El deporte profesional, por ejemplo. Pero si uno lo integra, las vinculaciones con turismo, con deporte, con desarrollo de actividades en otros órdenes; hay otras sinergias que pueden generar mayor inversión. En Uruguay todavía venimos muy atrás en inversión privada sobre lo que es el deporte, más allá de algunas pocas disciplinas, de las cuales el fútbol es la más notoria. Fútbol en un nivel, nada más, en algunas instituciones, pero tampoco moviliza muchos recursos legítimos. Me parece que sí, que es una puja por recursos, pero no es tan simple; no sólo hay que poner más dinero, hay que planificar mejor, presupuestar mejor, generar procesos más virtuosos o de mejor resultado que estimulen una mejor capacidad de inversión y de evaluación de esto, que en otros países funciona, no hay que inventar nada. Lo que pasa es que todavía tenemos una concepción muy artesanal, muy voluntarista, que hay que profesionalizar, y generar procesos que puedan acompañar algunas transformaciones globales que hay que entender, interpretar.

Foto del artículo 'Miguel Blasco: “El deporte ha sido uno de los factores de construcción de identidad cultural”'

Foto: Federico Gutiérrez

¿A qué se debe esa concepción artesanal y voluntarista?

Uno de los desafíos que tenemos está centrado en las asociaciones civiles, movimientos asociativistas que tienen una gran fortaleza histórica de los clubes, de las organizaciones integradas por socios, por gente que dirige y participa. Tienen una fortaleza de identidad, de arraigo, de mover a mucha gente, pero a la vez de mucho voluntarismo: eso ya no es suficiente. Es necesario buscar algunas vertientes que integren otras formaciones gerenciales, directivas, procesos de profesionalización que armonicen. Hay algunas iniciativas completamente privadas, las sociedades anónimas deportivas, pero otras mantienen una concepción de carácter asociativista. Es posible encontrar otros caminos y alternativas que logren profesionalizarse dentro de la economía social, o de lo que son los clubes. Capaz que, con una forma de organización, de gestión y de apoyo público y de dispositivos que ayuden a fortalecer esa organización, podríamos tener un soporte, un entramado más rico. No hay ninguna organización que nuclee a los clubes, que diga que el movimiento clubista tiene un espacio de articulación, de formación, de fortalecimiento. Predomina la relación por disciplina, por liga, por federaciones, compitiendo unos con otros, mirándose hacia adentro cada uno. Ese formato está agotado; es necesario ayudar a revitalizarlo desde la base del desarrollo deportivo que no es público; son los grupos, clubes, asociaciones, ligas, ahí está el tejido fuerte. Después, a nivel nacional y municipal están el soporte, la infraestructura, los recursos y la promoción, que complementan.

Mencionaste el carácter liberal. En una entrevista que mantuvimos hace un año dijiste que “el deporte tiene una concepción hegemónica liberal de base”.

Sí, nació así también. El otro modelo, en su momento soviético, que tuvo una estructura totalmente estatista, no siguió desarrollándose centrado solamente en el Estado. Tuvieron otros formatos más autoritarios, fascistas, todos esos movimientos que también hicieron del deporte una práctica ideologizante, propagandista, centrada en el propio Estado autoritario. Lo que hay es la posibilidad de pensar en el debate, otras concepciones más solidaristas o que planteen una aproximación más centrada en lo social: cómo vincular el deporte a las políticas sociales. En general no lo vemos así, lo vemos separado. Uno piensa en las políticas sociales y piensa en el Mides [Ministerio de Desarrollo Social], en los programas sociales de infancia, pero el deporte nunca aparece vinculado a eso.

“Hay que cambiar los paradigmas instalados”.

¿Por qué es un desafío construir desde otro lugar?

Hay varias cosas. Tenemos una tradición muy racionalista. Todo nuestro sistema político institucional está sobre la palabra, la razón, lo conceptual. Nos cuesta conectar con otras dimensiones de lo que somos como personas. Empieza a haber lecturas desde los movimientos juveniles, de género, de otras maneras de sentir, de pensar incluso políticamente, con abordajes más integrales, no tan dualistas. Pero esta tradición ha colocado mucho allí, entonces todo lo que sea vinculado al ocio, a lo lúdico, al arte, al placer, al movimiento, es como subsidiario de. Lo mismo pasa con ciertos ámbitos de la cultura, con ciertas disciplinas: el teatro y la danza son importantes, pero en un plano complementario. Hay que incorporar una visión más integral, más abarcativa, más compleja de lo que somos, de cómo vivimos, de cómo nos construimos como sociedades, cómo nos pensamos a futuro. No es un tema ni siquiera de un momento político u otro, está más instalado, es más profundo. Es posible buscar ciertos acuerdos, pero cuesta porque hay mucha resistencia, muchos estereotipos o paradigmas todavía muy arraigados, y en algunos lugares hay dispositivos muy conservadores a los que les cuesta abrir el cambio.

¿Podrías nombrar algunas de esas resistencias?

El deporte en general sigue siendo muy adultocéntrico y masculino. Si tomás las dirigencias de las instituciones, son mayoritariamente hombres, adultos, muchos con muchos años en estos roles de dirección. Entonces hay un entramado de resistencias a mirar, comprender otras maneras. Si bien crece y hay mayor presencia de mujeres, todavía es insuficiente, esta lejísimos en términos de directores, dirigentes, gerentes, periodistas deportivos, deportistas en todos los ámbitos. Todavía hay un núcleo duro más conservador, asociado a visiones de país más conservadoras. Ahí hay algo. En el ámbito universitario es reciente la incorporación de estas disciplinas, las carreras de investigación. Seguir formando y especializando en lo académico público y privado es importante. Desde el punto de vista de las construcciones de los movimientos sociales y las organizaciones, también. Hay innovación y transformación, pero hay cosas que todavía son muy tradicionales. No sólo por los aparatos y la discusión de poder, también por prácticas, por formas de organización que tienen modalidades que hoy requerirían otra flexibilidad, otra dinámica. También en los gobiernos municipales, las estructuras públicas generales. Hay que cambiar los paradigmas instalados.