En un partidazo, ante 88.000 hinchas del futbol, árabes, argentinos y del lugar del mundo que fuera, Arabia Saudita dio el primer gran golpe de este Mundial al derrotar de atrás y 2-1 a la selección argentina.

Con tempranero gol de Lionel Messi, a los nueve minutos de juego había empezado ganando la selección albiceleste, pero los árabes lo dieron vuelta en el comienzo de la segunda parte, con goles de Saleh Al Shehri y Salem Al-Dawsari; en un lapso de apenas cinco minutos cambiaron el destino del partido.

Ahora Arabia Saudita lidera el recién inaugurado grupo C, tras el empate 0-0 de México-Polonia. Argentina deberá ir por sus primeros puntos el sábado cuando enfrente a México.

El elenco arábigo jugó el partido a la medida de lo que podía hacer, con un alto grado de riesgo en el adelantamiento de su línea defensiva, pero le dio resultado ya que de esta manera evitó los mayores peligros argentinos. El equipo de Lionel Scaloni, basado en Messi y extremos que no le dieron resultado, como Ángel Di María y Alejandro Gómez, nunca encontró el nivel de juego estable y esperable, y sin dudas se sintió sorprendido y sin poder restablecer su juego o reaccionar adecuadamente después de los goles árabes.

No por mucho madrugar

Pasado el mediodía había muchísimo calor en el magnífico estadio Lusail. Miles de argentinos habían empezado la fiesta horas antes y no se presagiaba el desenlace deportivo.

Algunos de ellos estaban disfrazados de lo que los niños rioplatenses de las últimas décadas del siglo pasado hubiésemos identificado como Tufic Memet, un personaje de la troupe de luchadores de Martín Karadagian, Titanes en el Ring, que llegaba de túnica y turbante, al son de una canción que decía “viene del desierto, trae mucha arena...”

Argentina había tenido sin dudas la primera, llegando tempranamente al arco contrario, pero pronto llegó la primera efectiva, cuando a los nueve minutos Messi colocó mansamente la pelota contra el caño derecho del arquero árabe marcando un penal otorgado por el VAR.

Fue el primer tanto del partido, y el primer gol de Argentina en el campeonato, que en borrador guionaba la llegada de tantos otros que finalmente llegaron pero no pudieron subir al marcador por sendas posiciones adelantadas. Tres goles más hizo Argentina, todos en posición fuera de juego.

El elenco albiceleste empezó a manejar el partido con otro tiempo, sin la urgencia inicial, pero los árabes no tuvieron una reacción problemática y pudieron soportar el juego argentino, y además empezar a pensar en el arco de enfrente con buenos toques y jugadas prefabricadas y efectivas hasta el área rival.

Los árabes plantearon un equipo corto, muy adelantado en su campo, lo que fue el generador de las posiciones adelantadas argentinas. El riesgo fue grande, pero el éxito del planteo también.

Es posible que dentro del planteo, y de la estrategia del partido, el elenco saudita manejara, y tal vez con acierto, que mantenerse a tiro sólo con un gol de diferencia fuera una buena cosa. Después comprobaríamos que lo era.

Si bien Arabia no tuvo ninguna chance clara de gol, se acercó bastante al arco de Martínez y dio trabajo a la línea de cuatro albiceleste, que trabajó a destajo.

Verde que te quiero verde

Al comienzo mismo del segundo tiempo llegó el empate verde. La estrategia de estar a tiro había sido coherente y permitió la explosión de medio estadio cuando Saleh Al Shehri ganó por la izquierda, en medio de una distracción argentina, y con una gran definición cruzada venció al arquero Martínez. Golazo.

Golazo, escribí, y entonces qué voy a escribir del segundo de Arabia, que llegó cinco minutos después con un derechazo cruzado más caliente y adobado que un shawarma de Salem Al-Dawsari, que venció la resistencia del Dibu Martínez.

El estadio multiplicó sus sonidos ante el gozoso asombro de los árabes y la reacción de la tribuna argentina, que es un sentimiento y no podía parar. En la cancha, Messi y compañía sintieron el golpe, la sorpresa, y no se pudieron acomodar rápidamente.

Arabia seguía muy dulce, pero en el límite de empalagarse y echar todo a perder. Principios básicos del fútbol: a un grande hay que pisarlo, de lo contrario se levantara.

Scaloni colocó a Enzo Fernández y Julián Álvarez para dotar de más juego a su ataque y se fue acercando cada vez más al arco de Arabia Saudita, que se retrasó o fue empujado por Argentina cerca de su arco.

Buscó y buscó Argentina, pero sin acierto ante la firme y concentrada línea final de Arabia Saudita.

Los últimos minutos fueron la locura para los 88.000 espectadores que copamos el Lusail. La simpatía pro arábiga se multiplicó cuando Argentina no devolvió una pelota que habían tirado afuera por la efectiva lesión de un saudita, los franceses del cuerpo técnico de Arabia parecían un hormiguero yendo y viniendo al límite de la cancha, y los argentinos se prodigaban en busca del empate.

Hubo una cantidad de minutos de prórroga que se estiraron y se estiraron como los centros albicelestes, pero el empate nunca llegó y la explosión de alegría final de los árabes será inolvidable en el mundo del fútbol, porque con seguridad este ha sido uno de los grandes resultados de los mundiales y será recordado por años.