En 1960 Roma fue la sede de los Juegos Olímpicos. Ya no eran tiempos gloriosos para el remo uruguayo a ese nivel. Luego de cuatro medallas olímpicas, una plata y tres bronces conseguidas en 1932, 1948 (dos) y 1952, una delegación celeste no repetiría podio hasta el día de hoy, ni final hasta 2021, año en que Bruno Cetraro y Felipe Klüver dieron el salto.

En Roma 1960, ninguno de los dos botes uruguayos pudo acceder a la final ni tampoco se cruzaron con el español José Luis Méndez, que competía en el cuádruple con timonel. Méndez tampoco clasificó a la final. Sin embargo, fue tiempo después cuando José Luis tomó una decisión que, a partir de 2020, incidiría para escribir la historia de la selección uruguaya.

En 1974 se construyó una casa a orillas del río Miño. Esa fue la semilla para la fundación de un club de remo, donde ahora reciben a los celestes. Vinculado a la federación y con buen ojo para las locaciones, “cuando llegó este hombre, dijo que era el mejor sitio del mundo para remar”, cuenta el actual presidente del Club de Remo do Miño. Se llama Manuel González Álvarez. Manuel se acuerda, porque era niño, de los años en los que el remo llegó a su río. “Él [Méndez] consiguió unos barcos viejos y faltaban los remeros. Aquí a la orilla del río había una pandilla de chicos que habían construido una cabaña de madera encima de unos árboles, y les dijeron si no querían remar. En ese mismo sitio donde tenían su cabaña, se trajeron unos barcos viejos y se colocaron debajo de los árboles. Durante unos tres años estuvieron los barcos debajo de los árboles y guardábamos la ropa en bolsas de plástico para que no se mojara. Nos bañábamos con jabón en el río luego de entrenar”.

“En el año 79 ganamos la medalla de oro en un campeonato de España”, cuenta Manuel. “En este pueblo nunca nadie había llegado a nada parecido, en ninguna disciplina”, recuerda. Los recibieron como héroes. El pueblo se volcó a la calle y tuvo su fiesta, el resto es la historia ya escrita, como dice el presidente: “Hoy en día, la actividad que hay en el río es gracias a nuestro club, el que empezó debajo de los árboles”.

La selección española se preparó allí para los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992. Eso les dejó un nuevo galpón para guardar los botes, pero además la validación de lo que Méndez ya había dicho antes: el Miño es un gran río para remar. En 1997 se inauguró la sede del club y en 2006 el Centro Interfederado de Remo y Piragüismo, una inversión de 1,6 millones de euros en infraestructura y equipamiento para estas disciplinas. El apoyo del Estado y de distintos gobiernos regionales a los que Tui pertenece son fundamentales. “Nosotros sobrevivimos como club gracias al ayuntamiento de Tui. Es un deporte muy caro. Tenemos barcos de presupuesto municipal, el edificio del club, las cuentas las paga el ayuntamiento. Existimos gracias al ayuntamiento. Y encima nos ayudan económicamente”, insiste González.

La historia del club do Miño también lo tiene a Suso, Jesús González Álvarez. Entrenado por Osvaldo Borchi en la selección española, Suso alcanzó la medalla de plata en el Mundial absoluto de 2006. Es hasta el día de hoy una de las más importantes conquistas del remo español. Vive en Tui, y sigue remando en categorías máster. Tiene 47 años, se levanta de madrugada, cuando la niebla todavía obstruye el amanecer, para agarrar su bote y meterse en el río de su casa, un sueño parecido al que buscó Méndez una vez finalizada su carrera deportiva profesional. Es el mismo río en el que remaba cuando soñaba con estar en un Mundial.

Los grandes logros estrechan vínculos entre los protagonistas. Historias como la de Osvaldo, ahora responsable de Uruguay, y Suso, son las que capitalizan la figura y la importancia de un entrenador. No sólo como conocedor del deporte, sino como persona que acumuló experiencias con otros actores del mismo escenario. Un llamado de Osvaldo a Suso, y las puertas de un pequeño y glorioso club de Tui se abrieron para la selección uruguaya, como si hubiesen nacido en la orilla de al lado. Cuando Borchi llamó a Manuel González, la disposición fue inmediata: “Le dije que no había problema y que movíamos todo lo que pudiéramos mover aquí”, relata. “Para nosotros tener gente de este nivel en el club es muy bueno, porque nuestros deportistas ven a gente de alto nivel”, dice el presidente.

Los uruguayos no decepcionan, porque desde que las puertas se abrieron hace tres años, han sido orgullo para los tudenses, en cada resultado obtenido, pero también en el ejemplo que ofrecen a la hora de entrenar. “Personalmente te puedo decir que estaba en Varese y viví la regata de Felipe como si fuera de mi club”, dice González mientras se señala los pelos de los brazos que se le ponen de punta. Así quieren a los uruguayos en una pequeña ciudad de Galicia.