Una tarde húmeda del barrio La Granja de la ciudad de La Plata, provincia de Buenos Aires, una adolescente de 15 años es invitada por su amiga a sumarse a jugar en la canchita de la cuadra y pelotear con un grupo de vecinas que se venían juntando. Motivada únicamente por la idea de que “donde hay amistades siempre hay buenos momentos”, Mara se arrimó con más intenciones de distraerse, conversar y socializar que de patear o correr detrás de una pelota. Sin embargo, así comenzó a trazarse el recorrido de un camino totalmente inesperado.

Aquel momento cotidiano de cruzar a la cancha a practicar fue creciendo, no sólo por el disfrute de la actividad en sí mismo sino porque comenzó a identificar una forma de sobrellevar lo que reconoce como una de las etapas más duras de su vida. Durante su adolescencia, la actual jugadora de Estudiantes de La Plata estaba en un proceso de descubrimiento de su identidad y sexualidad, proceso de transición consigo misma arrebatado por sentimientos de exclusión y de discriminación, pero sobre todo de miedos, muchos miedos. “Cuando iba a la escuela, cuando iba a un centro de salud a atenderme, cuando iba de compras... La estaba pasando muy mal emocionalmente, psicológicamente. De ahí surge el tema de jugar al fútbol. Me fui dando cuenta de que me estaba ayudando porque, en el momento de practicarlo, hacía como un equilibrio en mis emociones, entre lo mal que yo estaba todos los días por las situaciones que vivía de discriminación y lo que provocaba el fútbol en mí. Lo tomé como una terapia. El fútbol fue una anestesia al dolor, porque yo no la estaba pasando bien”, confiesa Mara.

Frente a la ausencia de ligas de fútbol femenino, junto a equipos de barrios cercanos empiezan a organizar torneos relámpago, en los que se competía por tiras de asado, por bebidas, por plata. En 2015, cuando Mara cumple 18 años, se organiza la primera liga de fútbol femenino en La Plata. En ese momento, con ínfimas expectativas por el hecho de ser una mujer trans, aunque una vez más motivada por sus amistades, decide ir a probarse a Toronto City, club que la selecciona entre las jugadoras para conformar el equipo. Ese período fue una instancia para derribar muchos obstáculos, ya que algunos presidentes de otros clubes planteaban que se trataba de una competencia desleal, frente a lo cual, luego de varias discusiones y debates, el presidente de la liga se respaldó en la Ley de Identidad de Género para dar punto final a la discusión.

Foto del artículo 'Mara Gómez, primera futbolista transgénero en abrirse paso en la primera división del fútbol argentino'

Foto: Nadia Petrizzo

Mara recuerda este momento con una mezcla fuerte de emociones, en cuanto a sus esfuerzos y logros futbolísticos y principalmente porque comienza a sentir que su forma de exponerse y de posicionarse en el ámbito deportivo va generando cambios de perspectivas y el reconocimiento de personas del entorno. “Me empecé a hacer muy conocida dentro de la ciudad de La Plata. Mi presencia dentro del fútbol empezó a romper con esas perspectivas discriminatorias de pensar que por ser una chica trans mi lugar tenía que ser otro, como por ejemplo, no sé, la calle, la prostitución, lo que hasta hace unos años se pensaba de una chica trans, travesti”.

Luego de Toronto City, continúa jugando en varios clubes, en diferentes ligas de la zona, hasta que en 2019 se comunican desde el cuerpo técnico de Villa San Carlos, con interés en que pase a formar parte del equipo. “Me empezaron a ver más que nada como futbolista y no como “la chica trans”, dice. Así se resuelve que en enero de 2020 comience la pretemporada en el club, en lo que representa el inicio del deporte profesional para la jugadora.

¿Cuáles fueron las sensaciones en esos primeros momentos? ¿Qué recuerdo te queda hoy de eso?

Cuando empecé la pretemporada con Villa San Carlos para mí era algo nuevo; estar en un equipo de primera división, todo lindo, hasta ahí estaba todo bien. El tema es que cuando lo mío se empezó a viralizar y a tener una repercusión mediática muy fuerte, hubo un miedo, un estrés de mi parte porque surgió así: fui, me presentaron en el club, lo subieron a las redes y al otro día me levanto como cualquier día normal, me preparo los mates, prendo la tele y aparece mi cara en la tele... Fue muy rápida la repercusión. Nunca había socializado que soy una chica trans, porque tampoco me interesaba a mí tener que andar diciendo lo que soy, lo que siento, cómo me veo. Y lo que más miedo me generaba es que tenía una rutina diaria, de ir a estudiar, de ir a las pasantías, de ir a entrenar. Pensaba que la gente me iba a reconocer en la calle, que iba a ser agredida, insultada, quizás que iba a ser golpeada. Además, con la incertidumbre de que no teníamos una respuesta de AFA [Asociación del Fútbol Argentino] con la certeza de si podía jugar o no.

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Foto: Nadia Petrizzo

Para que pudieras jugar se tomó como referencia la recomendación del Comité Olímpico Internacional, la única institución con una reglamentación específica en torno a este tema, con la exigencia de un tratamiento de hormonización. ¿Cómo evaluaste esa exigencia reglamentaria en aquel primer momento y cómo la evaluás ahora?

Quizás al principio no estábamos muy de acuerdo porque tenía que someterme a algo que no era mi deseo, pero también vimos la posibilidad de tener un pie adentro y decir: “Bueno, una vez estando adentro es posible empezar a cambiar la perspectiva social de las instituciones deportivas y de la reglamentación misma”. Yo ya estaba en una terapia hormonal por un deseo propio, pero cuando a vos te piden números tenés que aumentar las dosis, tenés que aumentar el tratamiento, y eso tiene consecuencias negativas para el cuerpo, incluso para lo emocional, e influía mucho físicamente. La terapia hormonal te baja el rendimiento físico, te baja la masa muscular, la densidad ósea, prácticamente sos una persona débil, sin equilibrio. El cuerpo sufre también por el proceso de cambio hasta que logres la adaptación; la adaptación la tengo ahora, después de dos años.

Al día de hoy, realmente no estoy de acuerdo. Me gustaría que el tema de la terapia hormonal sea opcional. Y, por otro lado, que sea un deseo propio, no basarnos en números, porque no todos los cuerpos funcionan de la misma manera y no todos los cuerpos consiguen los mismos valores.

Pero bueno, la cuestión es que se pudo dar y pudimos conseguir un tratamiento eficaz. Pude debutar el 7 diciembre con Villa San Carlos y al año siguiente con Estudiantes.

“Lo importante acá no es ser la primera sino que el hecho suceda, porque eso marca un antes y un después para un montón de personas”.

A pesar de las conquistas en materia de derechos, el avance de discursos, campañas y manifestaciones en repudio a actitudes de discriminación y de violencia, el lugar preponderante de las redes sociales (entre otras cosas) habilita expresiones de odio y de violencia muchas veces desde la impunidad del anonimato. ¿Cómo se conjuga todo esto en tu realidad, tanto en tu vida cotidiana en general como en el ámbito futbolístico en particular?

Yo la violencia la viví toda la vida. Cuando empecé a ser una figura mediática, la verdad es que había muchísima discriminación, muchos haters, personas que me comentaban insultándome, al momento de opinar eran todos científicos, todos eran biólogos, todos sabían todo: “No, porque es un hombre, porque tiene más fuerza que una mujer”; nadie se detenía a leer que yo estaba en una terapia hormonal, que realmente no tenía ningún tipo de ventaja y si no estuviera en una terapia hormonal tampoco tendría una ventaja porque el deporte no se basa en testosterona, el deporte se basa en otras cuestiones que tienen que ver con el entrenamiento, la técnica, la táctica, las habilidades que cada uno y cada una tiene. Por eso siempre explico y tomo a Messi como ejemplo: él nació con un problema de hormonas de crecimiento y, sin embargo, hoy es el mejor jugador del mundo. Es el más bajo dentro de la competencia profesional porque tiene una estatura baja, no es el que corre más rápido ni el que le pega a la pelota más fuerte, pero es el mejor del mundo y recibió seis balones de oro. ¿Cómo explicamos la ventaja y desventaja física si se trata de una cuestión de altura, si se trata de una cuestión de fuerza? Hay otras cuestiones que hacen que uno se destaque y son el entrenamiento, las habilidades propias.

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Foto: Nadia Petrizzo

¿El hecho de ser la primera es una mochila pesada para vos?

Cuando comencé a jugar al fútbol me generó mucho estrés todo lo mediático. Pasaron muchas cosas, era una mochila muy pesada porque tenía que estar en todos los medios. Por suerte estaba acompañada de Lore [se refiere a Lorena Berdula, su actual representante], que fue filtrando un montón de cosas para que los medios de comunicación no me usen. La verdad es que los medios de comunicación fueron una herramienta fundamental para que todo esto pueda darse. Me fui dando cuenta de que era una obligación y una responsabilidad exponerme cuando empecé a recibir un montón de mensajes de personas que me reconocían que hasta antes de escucharme a mí en una entrevista seguían pensando de manera discriminatoria, excluyente, violenta.

Me reconocían que nunca estaban de acuerdo con la participación de mujeres trans, [porque pensaban que] era desleal y cuando escuchaban mi historia hasta se disculpaban, tanto hombres como mujeres. Me fui dando cuenta de que tenía que poner el cuerpo y la voz en una charla o un debate para poder romper con esa perspectiva que tiene gran parte de la sociedad: el varón, color celeste, la pelota, el fuerte, y la mujer, la muñequita, la ama de casa, la débil. Y cuando empezás a hablar y a transmitir un mensaje de que no todo es una cuestión de género y de que las cosas que nos rodean no tendrían que tener un género para identificarnos, es ahí cuando empiezan a comprender...

Hoy, la verdad, no es una mochila: disfruto hacerlo. Que mi cara y mi nombre estén dentro de lo mediático hace que por lo menos esto llegue a un montón de personas y que vean una realidad que no sea la que les contaron. Y desde ahí, ir abriendo el camino. Entonces ahí también veo la responsabilidad de que lo que yo no tuve por lo menos que lo tengan los demás, principalmente las adolescencias travestis y trans.

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Foto: Nadia Petrizzo

Leyendo en tus redes, vi que en varias oportunidades repetís una frase haciendo referencia a que “los unicornios existen”. ¿Hay algún significado detrás de eso?

Sí, tiene un significado [risas]. Tiene que ver con lo que creía en la adolescencia, cuando jugaba en el barrio. Nunca me imaginé estar en el fútbol profesional, porque decía: “Pensarme a mí en el fútbol profesional es como creer en los unicornios”, que sabemos que es una fantasía, que no existen. Sin embargo, estoy acá, en el fútbol profesional, y digo: realmente los unicornios existen. Lo que quiero decir con esta frase es que eso que tanto miedo nos da y eso que pensamos que nunca va a suceder, sucede y es el deseo, eso a lo que aspiramos, por eso siempre hablo de que los unicornios existen. Yo creía que para mí no iba a existir la oportunidad, pero sucedió. Entonces, si sucedió es porque los unicornios existen...

Hoy en día, ¿cuáles serían esos unicornios?

El unicornio que tengo es llegar a la FIFA, llegar a la selección. Me permito soñar, me permito pensarme en eso, aunque creo que va a ser difícil; pero, como digo siempre: si no pasa conmigo, que pase con otra, pero que suceda. Lo importante acá no es ser la primera sino que el hecho suceda, porque eso marca un antes y un después para un montón de personas. Me gustaría llegar ahí y tener la oportunidad, podría morirme tranquila. Si llego ahí es porque, la verdad, es infinito poder soñar, es infinito poder desear.

Tengo entendido que en la misma semana que debutaste con Estudiantes te recibiste de enfermera... ¿Cómo conviven estas dos profesiones en tu vida?

En su momento era bravo estar estudiando, hacer las pasantías, ir a entrenar, ser estudiante de enfermería. Hoy me encuentro recibida hace un año, pero no estoy ejerciendo porque estoy esperando el llamado de un hospital que me corresponde por la ley de cupo laboral trans. Una vez que empiece a trabajar, será trabajar y hacer deporte, como muchas de las futbolistas profesionales lo hacen, porque por más que una cobre un contrato, nadie puede vivir del deporte como nos gustaría.

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