Hablar de los orígenes de una pasión lo conecta con sentimientos lejanos que se sostuvieron en el tiempo e incluso se convirtieron en profesión. No sabía lo que era ser periodista deportivo, pero quería serlo, estar ahí, en ese mundo de la pelota. El fútbol fue la conexión con su padre, y aquella costumbre de ir a ver partidos los sábados y los domingos se convirtió en profesión. La pasión por los colores se quedó en el básquetbol, otra pasión de la infancia llamada Capitol. Ahora aprovecha el programa que resume lo que pasó el fin de semana en el Campeonato Uruguayo y que se transmite desde la última cancha donde se jugó la fecha para escuchar un poco a la gente en la tribuna, para nutrirse de ese contexto en el que se crio. Martín Charquero se define como periodista de fútbol y habló con la diaria sobre el oficio, lo frágil del oficio, y la realidad que implica formar parte de los medios hegemónicos dentro de los diferentes estamentos que opinan y actúan sobre el deporte del juguete redondo.
¿Cuáles son los orígenes de tu vínculo con el fútbol?
Soy hijo de padres separados –hoy lamentablemente no está ninguno de los dos–. Una extraña relación para lo que se estila hoy con padres separados: mi viejo iba todos los días a mi casa a jugar conmigo, estaba presente a diario; no es que fuera a dormir una vez por semana y un fin de semana cada dos, ni nada de eso. Mi viejo era muy futbolero y muy fanático del básquet. Ir al fútbol era una instancia más de compartir con él. Era ir a ver fútbol, pero era ir a estar con él. Esa locura me la fue inculcando mi viejo, lo mismo pasaba con el básquetbol. Los dos fanáticos de Capitol. Esos momentos los disfruté mucho. Me acostumbré a que los sábados y los domingos era ir al fútbol. Y hoy en día, lo mismo, me divierte laburar los sábados y los domingos, estoy acostumbrado a esa rutina.
De ahí a hoy hay un camino. ¿Cómo te hiciste lugar en ese medio?
Lleva mucho tiempo. Mis viejos eran de clase media, ni para arriba ni para abajo, clase media real. Y tuve la suerte de que, desde la primera semana que trabajé, cobré por lo menos algo. Nunca me pasó eso de ‘venite y vemos’, que hoy en día es lo más normal. Es un medio que está muy jodido. Empecé a trabajar en Fútbol de primera, que era el programa que había cuando arrancó Nuevo Tiempo en 1993, la radio que tenía como emblemas a Neber Araújo y Jorge Traverso. Los dos conductores de los informativos más importantes se unieron para hacer una radio. El programa deportivo, que era Fútbol de primera, lo hacían Sergio Gorzy y el Profe [Ricardo] Piñeyrúa, con Rómulo [Martínez Chenlo], con Gonzalo Delgado. Les pedí para ir a mirar, miré dos días, y a la semana arranqué a laburar con ellos; me dieron un viático que serían unos 200 pesos. Cuando se rompió –digamos– la sociedad entre Sergio y el Profe, sentí que había llegado ahí por Sergio y me fui. No sabía que iba a hacer si él no volvía al medio, pero volvió con Torneos y competencias en 1994. Me hicieron contrato hasta 1999, que fue el tiempo que estuvo TyC en Uruguay; después arrancó Tenfield, me contrataron y seguí. Tuve suerte, pero ¿sabés la cantidad de periodistas deportivos que han dejado de serlo porque se quedaron seis meses o un año afuera?
¿Cuáles son los riesgos de ser periodista deportivo?
Cometí el error de no hacer carrera; aparte del periodismo, no fui a la facultad ni a la universidad. Yo quería hacer eso y nada más. Ahora, como padre, si mi hijo no quiere hacer una carrera y jugarse a ser periodista deportivo es un riesgo enorme. Tengo una carrera de hace tiempo en el periodismo, pero me da miedo todo, porque tengo enormes obligaciones, mis hijos, mi familia; hoy va todo bien, pero vos no sabés nunca qué pasa después. Siempre lo vi muy frágil al medio, a pesar de tener la oportunidad de trabajar en diferentes lugares. Miro para los costados y también lo veo en mis compañeros.
En aquellos orígenes, ¿qué empezaste haciendo antes de comentar partidos?
Yo hacía campo de los dos equipos. Eran los primeros tiempos de la televisación de los partidos. No había todavía esa infraestructura de un periodista de cada lado. Después sí, con el paso de los años, se sumaron otros compañeros, Jorge Muñoz y el Pelado Miguel Pastorino. En el 96 y el 97 comentaba uno de los partidos. Cuando empieza Tenfield en el 99 empiezo a comentar el partido de los viernes. Los grandes los relataba [Juan Carlos] Scelza, como al día de hoy, y los viernes era como el tercer partido. Así fue hasta 2003, cuando me fui a Miami a trabajar a Gol TV.
¿Quienes fueron referentes en la profesión?
El primer referente fue Víctor Hugo Morales, cuando agarrabas una radio argentina de garrón. El mejor periodista de fútbol que conocí. Periodista, relator, no hay otro igual: el vocabulario, la dicción, los conceptos, la opinión. Al día de hoy, un referente de estos tiempos, que para mí es completo, es Juan Pablo Varsky. Hace todo bien. Estudia, se prepara. Hoy estás obligado a prepararte, hay que preparar todos los partidos. La sanata de otras décadas no existe más. Hay otros referentes: por ejemplo, en el arranque Rómulo me habló pila, me hizo ver el valor del fútbol del interior. Pedro Abuchalja, Sergio Gorzy, Julio Sonino, que en lo televisivo fue el que me fue puliendo, y Fernando Sonino, su hermano, me ayudaron desde diferentes lugares.
¿Cómo ves tu evolución en cuanto al concepto del periodismo deportivo y el comentario?
Por ejemplo, siempre intenté tener buena relación con los jugadores, pero antes tenía tan buena relación que llegaba a cometer el error de entrevistarlos únicamente desde la admiración y no desde la crítica. Perdía objetividad para poder entrevistarlos. Eso les pasa a todos los periodistas que arrancan. La relación se termina acomodando después de los primeros análisis, de las primeras críticas. Me fui dando cuenta de que debía tener otro rol, principalmente cuando empecé a comentar, porque tenés que analizar, tenés que criticar. Yo no tengo que estar avisando a cada rato que lo digo con respeto, porque con respeto lo digo siempre. Nunca pensé ser comentarista, no era algo que pensaba de chico. Yo quería ser periodista, aunque no sabía lo que era ser periodista. Quería estar ahí. Lo importante es opinar, la gente busca opinión, y hay que tener mucho cuidado en cómo decir las cosas. Para analizar o para comentar hay que explicar por qué se dio el resultado, por qué pasaron las cosas, pero esencialmente opinar.
¿Te gusta el fútbol criollo?
Me divierte mucho más el campeonato nuestro que cualquier otro. Toda la vida. Y por laburar siempre con Nacional y Peñarol me perdí de ir a las canchas chicas, entonces ahora me está pasando que los domingos, en un programa de Tenfield que se llama El después, que es desde el estadio donde se jugó el último partido del domingo, voy y lo veo desde la tribuna. Me gusta escuchar a la gente, porque yo trabajo para la gente, y si puedo voy con alguno de mis hijos. Eso no lo quiero perder nunca. Los domingos tengo esa ventanita.
¿Qué te permite trabajar para quien escucha?
El objetivo es frío pero es así: que te escuche la mayor cantidad de gente. Entonces, la primera consecuencia es esa, se transmiten los partidos de los equipos que llevan más gente. Soy el primero en reconocer que cuando un equipo chico gana, se habla un poquito de eso y más de por qué perdió el grande. Soy enfermo de Capitol en básquetbol, vivo por Capitol, y cuando prendo la radio sé que no lo van a nombrar, y lo entiendo. Hoy en día hay una parte del periodismo que es la inmediatez, y es muy valioso estar buscando la información, pero también es valioso el respeto. No podés dejar la vida por un retuit, no podés incinerarte.
“A Tabárez durante mucho tiempo me costó analizarlo, porque la admiración que generó era demasiado grande”.
¿De qué manera te enmarca el lugar donde trabajás?
Intento que no me afecten los lugares en los que laburo. Hago un tipo de periodismo si estoy en la radio, en el programa, te vas reinventando según la agenda; en Subrayado son entradas muy cortas, pocas palabras donde tenés que informar; en Punto penal lo que buscamos es entretener. La gente del fútbol, aunque te parezca mentira, es un grupo chico. Por eso los canales privados no tienen fútbol. Te ponen una película en otro canal y te pisan. Hay partidos que sí, claro, parten al medio el informativo. Las cosas que se dicen en la Sport no las podés decir en Punto penal, no le llegás a la gente. Con lo de [Luis] Suárez fue el programa de Punto penal más visto de toda la historia, porque lo miró gente que ni siquiera era futbolera. Según los medios, hay que encarar tu trabajo de distinta manera. No podés comentar el Mundial de la misma manera que el partido de Nacional de este fin de semana. En el Mundial la mayoría de los que miran no son futboleros.
¿Qué opinión te generan los rollos políticos que se generan entre los diferentes estamentos del fútbol?
El medio te va carcomiendo y te va desgastando, están los que te putean porque trabajás en un lugar o te alaban porque trabajás en otro. Puntualmente, con Tenfield, desde lo profesional en ningún lugar te tratan como en Tenfield. Te pagan en fecha, no te exigen vender publicidad ni nada por el estilo, te pagan bien. Nadie vende publicidad, nadie labura en negro. Profesionalmente te tratan de novela, en un medio donde lo más normal es lo otro. En situaciones personales o medio jodidas que he vivido, ellos estuvieron siempre. Por eso hay lealtad a Tenfield. Aparte de todo lo que ayudaron en mi crecimiento y en el crecimiento de mi familia, yo cumplí con mi trabajo. Hay quien entiende que los periodistas se venden por un sueldito. Yo estoy agradecido, y estoy convencido de que hace un montón de cosas bien, y las cosas que hace mal, las hablo donde corresponde, porque nadie que trabaje en un banco va a salir a decir cosas del gerente del banco; lo hablás personalmente. Es lógico. Hay cosas con las que puedo sentirme identificado o no, pero yo soy periodista de fútbol y no sé hacer otra cosa. Tengo mi opinión formada sobre diferentes cosas, pero Tenfield me contrata como periodista de fútbol. El periodista que entra a Tenfield difícilmente renuncia, son muy pocos los que se han ido. Hay mucha gente a la que le gustaría entrar a trabajar a Tenfield, y hay gente que por no estar le da, le da y le da.
¿Cómo ves este contexto del Mundial con Diego Alonso después del Maestro Tabárez?
A Tabárez durante mucho tiempo me costó analizarlo, porque la admiración que generó era demasiado grande. Me costaba la crítica, pero sin dudas era un defecto mío. En algún momento, si había algo que rompía los ojos lo tenía que decir, pero muchas veces o durante mucho tiempo puse por arriba de los análisis o de lo que decía mi admiración, que va más allá de lo deportivo o del cargo de entrenador de la selección. Entiendo que como todo proceso tuvo sus momentos bajos, en la cantidad de puntos o en la forma para jugar y conseguirlos. El final me dio mucha lástima, me dio pena, pero si vivimos en este ambiente, de que hasta al técnico de segunda división le exigís resultados, lo más normal de este deporte es que te corten. Aunque lo de Tabárez iba más allá de los resultados. Alonso levantó todo, se dio vuelta el panorama. También cuando Tabárez entró fue por alguien que se había ido de esa manera; es un poco así. Hay un gran éxito, que son los procesos de selecciones juveniles. Hubo dos cambios brutales: uno fue ese y otro fue que Uruguay compitió a nivel internacional. Es un enorme mérito. El éxito no es sólo la Copa América o Sudáfrica. Quizás él podría haber armado a su sucesor, que continuara un legado.
La anécdota
“Consumía mucho El Gráfico porque mi viejo lo consumía, entonces, desde los 12 o 13 años yo quería probar eso, ser periodista deportivo, o de fútbol, en realidad, porque soy periodista de fútbol. Lo extraño un montón a El Gráfico. Está todo lo emocional atrás. Había otro vínculo con mi padre que era la lectura a través de la revista”.
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