El tercer partido oficial dirigido por Marcelo Bielsa al frente de la selección uruguaya ya antes de jugarse tiene una serie de controversias y situaciones no habituales que alimentan discusiones públicas acerca de cuestiones privadas.

La no comunicación de la postergación del viaje de Bielsa a Colombia, que recién se dio este lunes, cuando todos pensábamos que estaba desde el sábado, cuando viajó el staff técnico a Colombia; las idas y vueltas no comunicadas de la citación cancelada y modificada de José Luis Rodríguez por no poseer la vacuna contra la fiebre amarilla que le exigía la aerolínea de bandera colombiana para viajar desde Río de Janeiro a Barranquilla; la citación de un único delantero de área –Darwin Núñez–, y por consiguiente la reinstalación de la polémica por la ausencia de Luis Suárez, han pasado a dominar el ambiente futbolero, como si fuera otra dimensión del homenaje de Montevideo y la Comedia Nacional a Macondo y Cien años de soledad.

Privados de lo público

En la centenaria relación del fútbol con la población de Uruguay nunca ha sido claro el límite de la gestión privada, de los clubes, de las instituciones o de las asociaciones, con lo que es claramente de dominio público.

Ello sucede con cada uno de los colectivos que compite y juega detrás de una pelota entre dos arcos, y un ejemplo claro de lo primario y básico de esa situación, debido a nuestra baquía y a veces conocimiento e idoneidad, opinamos y calificamos como público, como si fuéramos ejecutores posibles de esa gestión, es el que se da en la selección nacional.

La celeste parece que fuese de todos y todas, y que podemos meter cuchara sobre cómo gestionar técnica y ejecutivamente sus acciones, pero la realidad es que la selección es una representación de la Asociación Uruguaya de Fútbol, una asociación privada en la que no tenemos acción ejecutiva el 99,9% de los uruguayos.

Cientos de miles de nosotros y nosotras no podemos gestionar, resolver ni decidir acerca de quienes componen la selección, cómo deben jugar o de qué forma; sin embargo, en nuestro fuero íntimo, o en agrupaciones sociales, nos sentimos con capacidad de sentenciar, acompañar o discutir decisiones y plantear soluciones, divergencias o certezas acerca de cada partido, cada convocatoria, cada etapa.

Lo inherente a la celeste parece desde tiempos inmemoriales de dominio público, incluso cuando gestiones muy cerradas o muy profesionales parecen poner en cuestión lo público de la selección y el acceso a su información. Los últimos 15 años fueron de una intensa y prolífica comunión de buena parte del pueblo con la celeste, y se marcó un patrón de procesos de trabajo privados –no abiertos permanentemente a lo público- y grandes momentos de encuentros. La repetición, el paso del tiempo y también la exposición del método de trabajo y de los objetivos nos generó a los receptores externos un sistema de ideas y acciones sobre las cuales se podían decodificar los mensajes y acciones de trabajo de las selecciones.

Ahora estamos en otro proceso, otra etapa y hay que habituarse, acomodarse y entender los porqués de esta nueva gestión, que además viene acompañada por una buena historia de jerarquía y ejecución de ideas, pero que en algunas cosas nos desencuadra, por falta de costumbre, por sensibilidad o de comportamiento humano que todavía no encaja.

La ubicuidad de Bielsa

El nuevo, reconocido y largamente bienvenido entrenador de la selección uruguaya después de los casi 16 años del proceso Tabárez y el año mundialista de Diego Alonso ha llegado a Uruguay con el objetivo de desarrollar su sistema de fútbol y convertir a la selección uruguaya en protagonista del Mundial 2026, avanzar en la Copa América del año que viene y seguramente también procurar la clasificación a los Juegos Olímpicos de París 2024. Expectativas naturales, y a esta altura de la vida del fútbol uruguayo normales.

Tras los dos partidos iniciales de la clasificatoria sudamericana que llevará directamente al 60% de sus participantes a la cita mundialista de Estados Unidos, México y Canadá, el entrenador ha debido lidiar con la opinión pública y buena parte del status quo por su forma de gestionar y comunicar su labor, y por la controversia generada por la no convocatoria de históricos y destacadísimos futbolistas que siguen dando muestras de su enorme idoneidad –principalmente Suárez y también Edinson Cavani-. También ha metido una baza con su gran debut oficial venciendo a Chile con momentos de gran exposición futbolística 3-1, aunque después defeccionara en Quito ante Ecuador con la derrota 2-1 en el partido que él analizó como “ganable, que no ganamos, y que merecimos perder”.