Los pocos miles de uruguayos que pudieron conseguir entradas para el Argentina-Uruguay de La Bombonera abarrotaron sus lugares. Se notó en los barcos con las banderas y los cánticos, se sintió horas previas al partido desde San Telmo hasta La Boca. “Soy celeste”, cantaban a modo de declaración, como si fuera un mantra.

Hay una parte de la historia que la cuentan los hinchas. En la previa había, en cada uno de esos rostros, cierto grado de ilusión. El hincha sabe de ilusiones. También sabe que la maravilla no se da siempre, más bien casi nunca, pero para que se dé hay un origen: la ilusión.

El fútbol es el arte de lo que puede suceder, sentenció más de una vez el escritor mexicano Juan Villoro. En un rincón de La Bombonera, apiñados entre banderas y pabellones patrios, ahí estuvieron los uruguayos desde la temprana ilusión hasta el final del partido. ¿Por qué no podían creer que este clásico podría quedar para la historia? Había razones: por el cuadro nuevo, dinámico; porque Marcelo Bielsa contagia y hace jugar; y también, cómo no, porque Luis Suárez estuvo entre nosotros.

Hay una parte de la historia que la cuentan los hinchas, y muchos de los jugadores que hoy son la cara visible de Uruguay antes fueron hinchas. Uno de ellos, Darwin Núñez. Darwin, titular indiscutido en el nuevo ciclo, hizo una de hincha: le cedió la número 9 a Suárez, al máximo goleador en la historia de la selección uruguaya de fútbol. Qué le importa al hincha: juega con cualquier número y donde lo pongan con tal de que Suárez le tire una pared.

La otra parte de la historia es la de los hinchas argentinos, que llenaron La Bombonera desde temprano, aunque se diga que no la llenaron por el pulmón que separó las hinchadas en la bandeja donde compartieron aforo uruguayos y argentinos. Pulmón, sí, ese problema bien nuestro cuando se juega el clásico del fútbol local, ahora elevado al nivel sudamericano en nombre de la seguridad. La parte de la historia de los hinchas argentinos, decía, y ese grito sagrado, el más lindo del mundo: “dale campeón, dale campeón, dale campeón, dale campeón”.

Una vez que empieza el partido, aquello de “lo que puede suceder” ya fue. Juegan las emociones y la realidad, lo que definitivamente pasa y pasó. El relato es de los hinchas, que terminaron esta parte de la historia y están listos para la siguiente. Como una procesión, el hincha siempre está porque el fútbol es suyo. Y esta vez fue la maravilla.