Luca Núñez debutó en la primera de Cerro hace tres años. Un accidente de tránsito con su bicicleta lo dejó en coma durante un paréntesis. Hasta el Indio Solari le mandó un mensaje para que despertara. Luca volvió a jugar después de mucho tiempo y se anotó en un taller de escritura.

Cuando Mateo me dijo que un jugador del Salus se había anotado al taller de escritura que se realizaría en su librería (@libreriadefutbol en Instagram), pensé en el escritor Diego Recoba y pensé que todos los jugadores del Salus debían leerlo, porque es un escritor hincha. Pensé también en el Chino Horacio Peralta, en su nueva versión de técnico de Salus en la C de Uruguay tras ser un trotamundos mágico con dos piernas más que hábiles para el juego.

Supongo entonces que Peralta ya no es aquel muchacho que jugó en el Grasshopper de Suiza y en el Flamengo, que anduvo en una moto ninja e hizo dos goles en un clásico, ambos de penal con una pierna distinta cada uno, como quien juega por la coca en la playa. Supongo, también, que Recoba soñó más de una vez con esos colores del Salus bajo el mentón.

El muchacho que se anotó en el taller se llama Luca, como Luca Prodan. Así le pusieron su padre y su madre, marcados por esas letras los hitos de su propia historia, de gente enamorada y trabajadora. Luca Núñez volvió a integrar un plantel en el Salus, y mientras el taller se desarrolla, el campeonato termina; el Chino Peralta no estampó en la tabla lo que quizás estampó en sus dirigidos, la transmisión de una experiencia incomparable, la tranquilidad de un hombre sosegado, las ganas de que aprendan a patear como los dioses.

16 de noviembre de 2023. Hace tres años, Luca, que no es Prodan pero heredó de sus padres ese gusto por la música y las letras, entre otras virtudes de la familia, salió en bicicleta de entrenar. El debut en la primera de Cerro lo tenía motivado. Como le quedaba cerca, trillaba el camino hasta su casa en chiva, pero aquella tarde se lo llevó puesto un bondi y Luca se despertó diez días después con la cabeza en construcción y el corazón mimado.

Hay un mal brutal del ser humano que es leer en voz alta a los niños y las niñas para que se duerman y nunca más. Aquello te sesga el vínculo con la lectura, que es el primer puente para escribir. Con Luca hablamos de leer para escribir, y de leer en voz alta sin que aquello sea un somnífero. Luca aprende la fluidez de las palabras rápidamente, como si los tildes fueran conos y las comas estacas para eludir antes de llegar al área. Luca aprende a levantar la mirada de la hoja como de la cancha y mirar a quienes les está leyendo; en el camino de poner la mirada en juego se ríe.

Con una mano borda en el aire la musicalidad como un director de la orquesta de su vida. Sus pies se colocan indefectiblemente como si viniera un córner. Luca, entonces, parado sobre el escenario principal de una alfombra en la librería donde se brinda el taller, lee sus poemas.

Luca Núñez jugó en el Salus del Chino Peralta en la C de Uruguay este año que se va. Volvió a jugar al fútbol tiempo después del terrible accidente cuando su vida entró en un paréntesis. Un paréntesis de brazos para seguir, donde habitaron amigos y amigas para siempre, la familia en toda la definición de su palabra y gente que quebró con la historia del pibito que recién había debutado en primera y se lo llevaba la vida, parecía, pero fue un paréntesis.

Entre quienes habitaron ese paréntesis energético que lo sostuvo estuvo el Indio Solari. Sí, nada que ver con la ficción: “Luca, por favor, volvé con nosotros, no te quedes así para siempre. Dale, volvé con Valentina, con tus amigos, con tu familia. Dale, viejo, dale. Indio te está hablando”, dijo con la voz rasposa tan característica Carlos Solari, líder de los eternos Redonditos de Ricota y un personaje emblemático, casi religioso.

Valentina, su padre y su madre escucharon aquel mensaje mientras Luca dormía, como una canción para despertares. Antes de que se abra el paréntesis de la nueva vida, su padre y su madre, feligreses de esa religión de pogos, escucharon ese mensaje como un mantra. Luca lo escuchó todos los días durante un largo tiempo después de despertar; también lo hizo unos días antes de volver a atarse los botines, y una noche, después de leer su poesía en el taller.