Pedro Lago es, sobre todas las cosas, poeta. Es un poeta que escribe, un poeta que dice, un poeta que muestra y un poeta que oye. Pedro Lago es acción poética. “La poesía me hace pulsar, me destruye y me transforma, no sé cuánto estaré en la vida, con el corazón y respirando, pero mientras tanto haré poesía, pero no sólo escrita sino dentro de la propia vida; es el músculo de las cosas que importan. Poesía es riesgo, como decía Haroldo de Campos”, dice.

El brasileño es de los pocos que han participado en todas las ediciones del Mundial Poético de Montevideo, y además forma parte de su organización junto con el poeta uruguayo Martín Barea Mattos. Lo seguirá haciendo “hasta morir”.

El Mundial Poético es un hito que aglomera artistas de países como Líbano, en la primera fecha de este año, jugada entre el 15 y el 19 de marzo. El evento reúne proyectos, cabezas y corazones como los de Lago, poeta, editor y performer que ha publicado Corpo aberto (Ibis Libris, 2010), Saci (CartoneraCaaratapa, 2013), Cortejo (Dantes Editoria, 2014), Roma Canudos Canal Oeste (7 Letras, 2015), Corbo (edición de autor, 2016), Travessia (edición de autor, 2017), Corsario (Dantes Editora, 2018), Cortos y elegidos (Lima Lee, 2020) y Petrushka (Navezona, 2022).

Más allá de su obra escrita, de su participación en los mundiales y de su haber performático, Lago es el creador de la Federación Internacional de Fútbol Imaginario (FIFI), una obra performática que involucra camisetas de fútbol con nombres de poetas, narradores, narradoras, seres políticos y referentes culturales de países e incluso de clubes. Esta obra no sólo es parte de la escena popular poética, sino que además se funda en conversaciones y tertulias donde poetas de todas partes forman el once inicial de poetas de sus patrias, o de literatos y literatas del propio gusto de quien hace de director técnico, o que son referentes o forman parte del muestrario poético del país en custodia.

A la hora de pasar por equipos específicos, Pedro Lago ha decidido, mediante la investigación, ubicar hinchas que marcaron un antes y un después en la historia desde la cultura o la política, aunque estas sean indivisibles o aunque todo movimiento sea político. “El vínculo poético con el fútbol se dio por primera vez en una feria literaria en Porto Alegre donde estábamos con Pedro Rocha y Domingos Guimarães, entre otros. Esa mezcla entre fútbol y poesía no es nueva: se puede rastrear desde los Monty Phyton y su fútbol entre filósofos hasta Vinícius de Moraes, que inventó una selección de cineastas del pasado como si fuera una convocatoria mundialista. En aquella tertulia vimos cómo la discusión que se generaba al armar un equipo de escritores y escritoras de Brasil nos generaba mucha alegría, muchas discusiones, muchos estados: si Manuel Bandeira juega en el mediocampo o debería jugar arriba o en el arco. Empezamos con escritores y pasamos a tan sólo poetas. Tratábamos de hacer un paralelismo entre la obra del poeta, la actitud poética y la posición que podía ocupar en el campo, o una manera de jugar que lo caracterice”.

Aclara además: “No hay reglas en este fútbol imaginario, en la Federación Internacional de Fútbol Imaginario”.

Foto del artículo 'La Federación Internacional de Fútbol Imaginario'

Foto: Laura Sosa

La selección brasileña fue cambiando. A esta altura, mientras Pedro revisa sus anotaciones, se para con Pagú, Haroldo de Campos, João Cabral, Gilda Reis, Ana Cristina Cruz, Augusto dos Anjos, Manuel Bandeira, Carlos Drummond de Andrade y Ferreira Gullar, y los dos delanteros son Goulart de Andrade y Pablo Leminski.

Hay una selección uruguaya dirigida por Martín Barea Mattos: en el arco Marosa Di Giorgio; lateral derecho Humberto Megget y a la izquierda Nancy Bacelo, Luis Bravo y Salvador Puig como zagueros centrales; en el medio Jules Laforgue y José Herrera y Reissig, Maca, Lautréamont; Alfredo Mario Ferreiro e Ida Vitale: “Un equipo bastante melancólico pero que hace muy buenas jugadas”, avisa.

En cada festival Pedro Lago y los suyos se ocupan de armar selecciones imaginarias que disputan partidos sin puntos ni goles ni VAR: “El hecho de las camisetas es un fetiche muy personal, aunque lo considero una performance. Tenía una camiseta de Francia con el número 9 y el nombre de Rimbaud, siempre con la estética retro. Una vez me preguntaron si en realidad había un jugador de apellido Rimbaud o si era por el poeta. Cuando llegué a Uruguay con esta idea, Martín Barea Mattos, que es un loco del fútbol, quedó fascinado y desde ese momento también forma parte de FIFI. Es una cuestión que tiene que ver con la alegría, pensando en la literatura como si fuera fútbol, juegos imaginarios como si fueran partidos que algunos pierden en el segundo tiempo porque tienen poetas muy viejos”, dice riendo.

Tiempo después aparecieron las camisetas de clubes específicos y con ellas se ubicaron en sus dorsales hinchas emblemáticos y emblemáticas, como Marielle Franco, torcedora de Flamengo asesinada brutalmente hace cinco años. Hay una de Racing de Avellaneda con el nombre de Carlos Gardel. Gilberto Gil, por ejemplo, es hincha de Bahía, pero también está identificado con Fluminense. Además surgieron camisetas de compositores clásicos de Alemania, Polonia, Italia y Francia.

Entra la prosa, la poesía, la política y la cultura. “En Brasil en los años 40 hubo una tradición de crónica deportiva hecha por escritores como Nelson Rodrigues, que escribió un montón de esas crónicas y era dramaturgo. João Cabral de Melo Neto escribió también sobre jugadores, sobre fútbol, sobre Pelé, que fue muy celebrado desde la literatura, sobre todo por la crónica. Pedro Rocha, más recientemente, hizo una narración del gol del Barrilete Cósmico de Víctor Hugo Morales, en una máquina de escribir y haciendo la línea de movimiento de Maradona previo a convertir. Los poetas están en todos lados, conocidos y desconocidos. La poesía, los poemas, la canción popular, la poesía brota, nace de todos los lugares”.

El poeta siente que la poesía y el fútbol no están tan alejados, pero a la vez, tras haber sido llamado desde escuelas y centros de estudio, entiende que ahí es donde hay que trabajar para que la supuesta brecha se desvanezca. Establecer contacto con la literatura de una manera lúdica, porque es cierto que ahí aparece una barrera y el fútbol la rompe. “La barrera entre el fútbol y la poesía es una barrera flaca, una barrera imaginaria como el fútbol imaginario”.