Peñarol le ganó a Fénix en el Campeón del Siglo y quedó al borde de gritar campeón. El equipo aurinegro controló el partido y jugó con grandeza. Fénix, en ese contexto, hizo lo que pudo.

Ambos jugaron un partido entre nervios. Peñarol, con Alfredo Arias como director de orquesta. Entre tranquilizando con la gestualidad y dibujando un mapa en el aire, una línea punteada que tenía que ver con el Pato Carlos Sánchez, que trabajó su actuación hasta coronarla con el gol. El Pato siguió la línea punteada, buscó a los nueves que se batieron a duelo con duros zagueros, también nerviosos. Fénix, el equipo de Leonel Rocco, fue intenso en la marca, estuvo encima de esos nueves y controló hasta el error la insistencia de Sánchez.

El equipo mirasol jugó pensando en la recta final, contando partidos por delante como tres puntos suspensivos que laten con sus colores. Peñarol vivió aquello de la ansiedad, ese nervio de depender de sí mismo, esa presión como ninguna. Por un lado, la exigencia de siempre, la de jugar a lo Peñarol, aunque con el tinte de turno, como el de Arias, que le sienta bárbaro. Por otro lado, la otra exigencia de siempre, la de ganar, ganar y ganar como sea.

La bandera de “Origen obrero y popular” vistió la casa. A los diez minutos Matías Arezo, esa gran figura locataria, tuvo una ocasión sobre el arco que defendió por primera vez Andrés Mehring.

El Pato estuvo presente en casi todo. Sánchez pidió una pelota al borde del área, pero la ansiedad de red de Kevin Méndez hizo rebotar la pelota en la humanidad de un zaguero desesperado. En el rebote, Sebastián Cristóforo dibujó el engaño para que Sánchez al fin cruzara el remate que pasó cerca. Sánchez y Méndez volvieron a sonreír en el festejo minutos después, cuando el del número siete encontró un rebote frágil de la defensa albivioleta y se besó el escudo, los tatuajes, la muñeca, los dedos.

Carlos Sánchez, Matías Arezo, y Sebastián Cristóforo, tras el gol de Sánchez a Fénix.

Carlos Sánchez, Matías Arezo, y Sebastián Cristóforo, tras el gol de Sánchez a Fénix.

Foto: Alessandro Maradei

El elenco de Capurro tuvo en Agustín Ocampo el pie alerta, la precisión, la velocidad. Hernán Menosse y Yonnathan Rak se impusieron a la mayoría de los embates con prestancia. Es cierto que los zagueros de Fénix fueron fuertes, pero imprecisos; pero también es cierto que Peñarol, ante la ansiedad, dejó balones de nadie como sueños colectivos, algo a lo que se refirió la artista finlandesa Sophia Ehrnrooth en su instalación Campo de sueños de hace unos días en el Centenario. Peñarol, más allá del arte, aseguró el primer puesto de penal sobre el inicio del complemento. Sebastián Rodríguez desató el “¡Peñarol nomá’!”.

La hinchada cantó que quería dar la vuelta con Peñarol, habló de marihuana y de un papel sin letras. En las banderas, los barrios de Montevideo. Thiago Cardozo atajó como un campeón y festejó como un gol taparle a Santiago Marcel el descuento. El arquero fue un digno capitán de Peñarol de camiseta y pantalón negros. Arias, los puños en alto; Fénix creció por vergüenza. Ángelo Gabrielli no se fumó un caño y aplicó la antigua de meter la fría ante la magia. Rocco lo sacó como desaprobando.

Peñarol hizo los mandados y se quedó con el vuelto, alcanzó los 30 puntos y espera cautivo lo que pueda venir: mantiene cinco puntos de ventaja sobre Nacional a falta de dos partidos. Más claro: ganando sale el grito sagrado.