¡Dejate de cosas, muchacho! ¿Vos sabés lo que fue aguantar esos últimos minutos con el culo a dos manos -deconstruí la metáfora advirtiendo que no tiene ningún contenido sexual, sino que refiere al miedo, al cagazo-, sacándola desde el pupitre, metiéndole un dedazo con la zurda, apretándola con la derecha, pisándola contra la escalera, aguantando este triunfazo?

¡Che, gurisa! ¡Bo, guacho! ¿Vas a recordar por un tiempo dónde estabas entre las 16.20 y las 16.30 del 1º de junio de 2023, aguantando con el corazón en la mano un triunfo de la selección sub 20 en un partido apenas de octavos de final de un Mundial? Yo admito que sí, y sé que resulta exagerado, pero no lo es para la afición uruguaya futbolera, que entiende a los juveniles tal vez como ninguna otra nación en el mundo.

Ahora, a jugar contra Estados Unidos el próximo domingo en el hermosísimo Madre de Ciudades de Santiago del Estero.

Triunfazo 1-0 de Uruguay ante Gambia. Lo necesario para seguir soñando, lo necesario para emocionarnos y conmocionarnos. El gol, el golazo, fue de Anderson Duarte, que también, con su definición de raza de delantero celeste, se colocó en la vidriera de los nombres conocidos desde Gambia en adelante.

Fue un partido duro, tenso, difícil, que Uruguay resolvió con sus herramientas y el bagaje de experiencia que pueden tener unos muchachos de menos de 20 años que, sin embargo, hace más de diez, tal vez 15, que han entendido los principios del juego colectivo, que potencian la solidaridad entre pares y entienden la importancia del esfuerzo y la marca como preparación de la siguiente etapa de la creación del fútbol.

Seguro que Uruguay no encandila a casi nadie de los aficionados medios que están siguiendo el Mundial, pero alimenta la ilusión y la esperanza de quienes vivimos entre ellos, como ha sido desde la primera vez que nos hemos arrimado a un alambrado.

Ignacio Sosa, que no ha estado muchas veces entre los titulares pero que siempre que entra mejora a sus compañeros, fue determinante cuando ingresó para galvanizar al equipo y empujarlo sin sutilezas, pero con esfuerzo e inteligencia futbolística al triunfo.

Sin apuro

El primer tiempo tuvo todas las tonalidades y temperaturas posibles. Fue uruguayo por capacidad de entender el juego sin que ello dirija a jugadas lujosas de ataque y de pases justos y en velocidad. Fue gambiano en la paciente heroicidad de sostener el juego con uno menos durante media hora. Fue chato en cuanto a la potencialidad de dos mundialistas tratando de llegar a cuartos de final. Fue eléctrico en algunos pocos ataques que, del lado celeste (blanco en este partido), pudieron haber hecho cambiar el cero del marcador.

A los seis minutos apareció el primer remate al arco uruguayo y fue producto de una gestión de ordenada marca y posicionamiento, que le permitió a Uruguay robar oportunamente una pelota y jugarla hacia Luciano Rodríguez, que fue el ejecutante de ese primer remate.

El elenco de Marcelo Broli comenzó el juego tan concentrado como aplicado a un esquema táctico que conoce: hay que marcar, hay que estar con cuatro ojos para ver cómo estamos parados, hay que tratar de dársela al que sabe y llegar.

Pasado el cuarto de hora, Gambia quedó con un futbolista menos por la grosera infracción del número 9, Mansour Mbye, que no fue advertida por el árbitro francés pero sí por el VAR, que lo llamó y ahí sí salió la tarjeta roja.

En adelante, con cadencia tanguera -que para estos pibes debe ser de bachata, porque para qué te voy a batir la milonga- intentaron el nivel primario de jugar contra un equipo que quedó con uno menos: la pelota al espacio vacío y no perderla. Lo hicieron, pero despacio, sin brillo ni engaño.

Que la primera parte terminara sin goles obedece al cauteloso y pensado esquema uruguayo que, aun así, pudo haber abierto el marcador en dos o tres situaciones marcadas y muy claras; en la libreta de apuntes hay un pelotazo desde la media cancha que colocó el Cepillo Franco González al ver adelantado al arquero, un mano a mano absolutamente cara a cara de Anderson Duarte, en el que el golero gambiano acertó la colocación del tiro, y, por último, una situación no menos peligrosa de desborde limpio de Alan Matturro que cortó el arquero gambiano.

Con diez, no es de diez

La coda del final del primer módulo fue la expulsión de Luciano Rodríguez. Increíble, porque era un ataque uruguayo. A Luciano lo garraron con violencia por casi dos metros, la infracción fue cobrada, pero Rodríguez metió un codazo que lo sacó del partido de ayer y del próximo.

La segunda parte empezó distinta: marcó algo de predominio africano, pero a los cuatro minutos Mateo Ponte se metió al área y terminó eligiendo pase a Duarte, que no pudo definir. Se hizo otro partido, de palo y palo, por un rato. Una maravillosa penetración de Franco González con asistencia al punto penal no encontró la definición acertada de Juan Cruz de los Santos. Hubo intentos de los dos lados, pero siempre los uruguayos parecían estar más cerca del gol. Gambia remataba desde fuera del área, mientras que los celestes buscaban terminar en el área.

Así fue que a los 20 un exquisito movimiento y definición de Anderson Duarte abrió el marcador para los celestes. ¡Golazo! Nos paramos y emocionamos apenas unos segundos después de que el tacuaremboense recibiera afuera de la medialuna y, en un movimiento como clonado de las caderas de Luis Suárez, sacó un zurdazo esquinado de media vuelta que conmovió las mejores emociones de la banda oriental del río Uruguay. Cuando lo miro de nuevo en el teléfono veo trazas de un recuerdo arcaico de una definición del Nando Fernando Morena, al que ni los padres de Anderson deben de haber visto jugar. Eso es el fútbol en mi país.

¡Uruguay nomá!

Cambió el partido. Se acomodó mucho mejor Uruguay, con Nacho Sosa vital, solidario y eficaz, y se desordenaron los africanos, y entonces los chiquilines pudieron haber hecho el segundo en no menos de cuatro o cinco ocasiones, mientras que Gambia no cedía en sus básicos intentos de llegar al arco de Randall Rodríguez.

Ya les conté. Las sacaron ellos -la línea de cuatro estuvo impecable, con una impensada solidez para la edad de estos gurises-, pero también nosotros en el pupitre, en la tribuna y ustedes en sus casas, en sus lugares de trabajo, en sus aulas, en sus bondis y, a lo último, a las 16.32, se sintió un grito aquí y allá: ¡Uruguay nomá!

Detalles

Estadio: Madre de Ciudades de Santiago del Estero.
Árbitros: François Letexier, Cyril Mugnier y Mehdi Rahmouni (franceses).

Uruguay (1): Randall Rodríguez, Mateo Ponte, Sebastián Boselli, Facundo González, Alan Matturro, Fabricio Díaz, Damián García (62′ Ignacio Sosa), Franco González (90’+2 Santiago Homenchenko), Anderson Duarte (74′ Rodrigo Chagas), Juan Cruz de los Santos (74′ Nicolás Siri) y Luciano Rodríguez. Entrenador: Marcelo Broli. Suplentes: Facundo Machado, José Arbio, Mateo Antoni, Mathías de Ritis.

Gambia (0): Pa Ebou Dampha, Sainey Sanyang (62′ Ebrima Singhateh), Alagie Saine, Dembo Saidykhan, Bakary Jawara (86′ Modou Lamin Marong), Mahmudu Bajo, Salifu Colley (62′ Ba Lamin Sowe), Mansour Mbye, Haruna Rasid Njie (81′ Muhamed Sawaneh), Mamin Sanyang y Adama Bojang. Entrenador: Abdoulie Bojang. Suplentes: Youkasseh Sanyang, Ebrima Jaiteh, Bailo Bah, Kajally Drammeh, Muhammed Jobe, Moses Jarju.

Gol: 65' Anderson Duarte (U), con latigazo desde fuera del área.

Expulsados: 15' Mansour Mbye (G), 45’+3 Luciano Rodríguez (U).