Con la curaduría de Fabiana Puentes y Agustina Rodríguez, Se va a acabar es un proyecto de instalaciones interactivas que interpelan, que remueve la relación entre dictadura y fútbol a través del diálogo entre artistas, archivo y relatos de personas que se vinculan con ese período histórico, tomando como punto de partida la Copa de Oro de Campeones Mundiales, conocida como el “Mundialito”, y el plebiscito constitucional de 1980, que aspiraba a legitimar la presencia de las Fuerzas Armadas en el gobierno. Luis Camnitzer, Fernando Foglino, Paola Monzillo, Lucía Pittaluga, Mauricio Rodríguez y Elián Stolarsky fueron las personas convocadas para crear y exponer sobre este vínculo en el Espacio de Arte Contemporáneo. A la vez, en la muestra hay otro vínculo subyacente que es el del fútbol y el arte. ¿Es una brecha este vínculo? ¿O una relación?

El régimen militar esperaba tener el gran festejo del plebiscito en el Mundialito de 1980. A decir de Fernando Foglino (Montevideo, 1976), “les salió el tiro por la culata: permitieron un espacio donde la gente se podía juntar. Pasaba una cosa en la cancha y otra en la tribuna. La innegable gesta deportiva con ese cuadrazo que ganó el Mundialito, pero en la tribuna la alegría popular, la gente feliz, pudiendo cantar ‘se va a acabar, se va a acabar, la dictadura militar’”.

Quizás el concepto que converge todas las situaciones, siendo el fútbol, la dictadura y el arte situaciones, sea cultura, ese concepto tan a cinchones, como si fuera una camiseta en un córner. “¿Qué se ofrece a los jóvenes?”, “Ahora es una casa de estudios” –hablando de la Universidad– y “Vivir sin temor” son algunos de los eslóganes que utilizó la prensa en ese tiempo, que están expuestos como afiches en la pared en el inicio de la muestra. Del otro lado, los afiches de la prensa en tiempos de Mundialito, como dice Foglino, “con el fútbol a la calle y el estadio transformado en un lugar posible para reunirse”. Dice, además, que “Ruben Walter Paz estaba a la par de [Diego] Maradona, era impresionante lo que jugaba. Hay muchas cosas interesantes de ese tiempo, por ejemplo cómo aparece la plata para hacer este trofeo, que desaparece de la vista de los campeones y recién la empiezan a reclamar años después. ¿Dónde está la copa?”. Resulta que la copa estaba en un cofre fort del banco Santander porque Eugenio Figueredo la había llevado para ahí. La llamada Copa de Oro la diseñó el escultor Lincoln Presno. Para llevarla adelante contrataron al orfebre Walter Pagella, que construyó una copa atornillada a un pie de ágata con oro de 18 quilates que pesó casi tres kilos, como un niño.

Obra de Paola Monzillo, Ojos Celestes.

Obra de Paola Monzillo, Ojos Celestes.

Foto: Alessandro Maradei

Puentes y Rodríguez, las curadoras de Se va a acabar, partieron de una serie de reuniones y dinámicas entre objetos, personas y experiencias para luego convocar a seis artistas que hablaron sobre el vínculo entre la dictadura y el fútbol en el marco del plebiscito y el Mundialito, pero que además constató la primera transmisión a color de Uruguay, aunque los uruguayos la vieron en blanco y negro, “algo muy metafórico”, dice Foglino.

Por partes

En el Mundialito se eligió al indio charrúa como mascota, pero particularmente decidieron que tuviera ojos celestes. Para la propaganda televisiva de la época pusieron a actuar a un niño rubiecito. Ese niño devenido adulto aparece en la actualidad en la obra de Paola Monzillo, llamada Ojos celestes. En la obra, una reproducción de la escultura Los últimos charrúas está mirando una pantalla que está en la pelota de la mascota, donde hay un video con la historia de la mascota.

Elián Stolarsky tituló la obra En la ingenua comedia que los hombres interpreten, tomando el verso de la canción “Lisa” de Fernando Cabrera. Elián hace un trabajo audiovisual donde aparecen desfiles militares de la época, y se enfoca, por ejemplo, en la gestualidad del árbitro. Hace, también, un paralelo entre las formas de salir de los jugadores a la cancha y el desfile militar.

Lucía Pittaluga trabaja con compost, o sea con tierra, con esa cuestión de la cosa viva. Utilizó cerca de 300 pelotas de fútbol pinchadas, ahuecadas, usadas como macetas, sobre un páramo de tierra curtida que invita a caminar.

Obra de Lucía Pittaluga, Compost.

Obra de Lucía Pittaluga, Compost.

Foto: Alessandro Maradei

Mauricio Rodríguez es el más joven y dibuja a lápiz. Tomó los segundos del festejo del gol de Waldemar Victorino y dividió los frames del video en cuadros que quedan sin terminar. En las propagandas de los carteles agregó palabras que utilizaba el aparato de los milicos para la difusión, la palabra futuro, la palabra esperanza, la palabra fe.

Luis Camnitzer, artista uruguayo nacido en Alemania, figura líder del conceptualismo latinoamericano, propuso una pelota de cebo que se va derritiendo durante la exposición.

La propuesta de Foglino es una obra de audio, sobre todas las cosas, pero a la vez es una obra humana por lo que implicó la búsqueda y el posterior encuentro con Víctor Hugo Morales, que es la voz de esta pieza. La pieza es un disco de vinilo que surge a partir de otro disco que salió en tiempos del Mundialito y que empieza con la canción “Uruguay, te queremos”, y sigue con los relatos de los goles del Mundialito; son tracks de audio, pero son relatos de goles, y los autores de los temas son los autores de los goles, una belleza.

Foto del artículo 'El poder popular del fútbol'

Foto: Alessandro Maradei

En la tapa de ese disco se ve a la selección celeste posando en posición clásica, y atrás se ve la banda militar y el estadio lleno, con las banderas en los mástiles de la Olímpica, la de los 33, la de Artigas. Víctor Hugo Morales relató la final antes de irse a Argentina y “tuvo mucho que ver con que este Mundialito se convirtiera en una manifestación popular. Los milicos habían puesto una marcha militar como la canción del Mundial y eso no pegó en la gente. A Víctor Hugo le cayeron los hermanos Triunfo a la radio con este tema, y él, que ya era muy popular, empezó a pasarlo y pasarlo. En una semana todo el mundo se sabía el ‘Uruguay, te queremos’. Salían las trompetas de la marcha militar y la tribuna cantaba la canción, le hacía la contra”, comenta Foglino.

Lo veo: Fernando acomoda la versión de vinilo colocado en la pared junto a una versión del disco original y pone play en el dispositivo como en una pieza de film. “Otra cosa que me contó Victor Hugo es que, una vez que empezó a escuchar que la tribuna cantaba ‘se va a acabar, se va a acabar, la dictadura militar’, agarró el micrófono y dejó entrar ese canto por la radio. A partir de una idea sencilla, por una maniobra de arte contemporáneo, generamos a partir de ese relato un correlato, un nuevo disco de 2023 (el otro es de 1981). Le pedí a Víctor Hugo, después de buscarlo largo tiempo, si se animaba a grabar los nombres de los desaparecidos, e inmediatamente me dijo que sí. ‘Sólo falta que me digas dónde y cuándo’, respondió”.

Fernando Foglino, con la obra de  Luis Camnitzer, Gol en contra.

Fernando Foglino, con la obra de Luis Camnitzer, Gol en contra.

Foto: Alessandro Maradei

“Con el número 1 Aguirre, María Rosa; con el número 2 Alfaro Vázquez, Daniel Pedro; número 3 Altamirano Alza, Ricardo; con el número 4 Altmann Levy, Blanca Haydeé; Anglet de León de Severo, Beatriz Alicia, número 6 Arce Viera, Gustavo Raúl, Cabezón...”; el disco suena y los nombres de los desaparecidos viven en la voz de Víctor Hugo. “Está acostumbrado a grabar emociones durante largo rato”, dice Foglino, quien concluye diciendo que “el fútbol tiene una fuerza popular increíble, que ni la literatura ni las artes visuales tienen. Podemos sacar un libro de historias de fútbol o hacer una exposición que está relacionada con el fútbol, pero siempre estamos acercándonos, por la periferia, a tocar algo sumamente poderoso y popular. No hay una real posibilidad de que algo tenga el poder popular del fútbol”.

La muestra quedó inaugurada el 27 de julio en el Espacio de Arte Contemporáneo y estará abierta hasta el 1° de octubre.