En la ida del partido de octavos de final de la Copa Libertadores 2023, Nacional y Boca Jrs empataron 0-0 en el Gran Parque Central, en un partido apretado, trabado y de tensión en el campo y en las tribunas por el esfuerzo sin par de los futbolistas, que sin muchas luces ni grandes desempeños dieron todo por tratar de conseguir una mínima diferencia que alivianara las expectativas para la revancha en Argentina, donde todo se resolverá.

Seguramente Nacional fue más que Boca con enorme motivación y esfuerzo, y una disciplina táctica para completar lo mejor que podía dar el elenco de Álvaro Gutierrez, que de manera forzada tuvo en el joven sanducero Thiago Helguera una de sus mejores expresiones. Debutó bien el argentino Báez, lo hizo muy bien como zaguero Daniel Bocanegra, y Diego Polenta tuvo sus arrestos de jerarquía para mandar a su equipo a otros confines. Todos parecieron jugar al mango: Yonathan Rodríguez en el medio, Diego Zabala por todos lados, Alfonso Trezza corriendo y corriendo, el Colo Juan Ignacio Ramírez yendo a todas.

La percepción direccionada de que Boca era una expresión futbolística muy superior a los tricolores quedó absolutamente discutida por la realidad que demostró el tricolor. Ahora todo se decidirá en la Bombonera, los cuadros seguramente serán muy parecidos, las propuestas también, y jugando al mango habrá que ver cómo se resuelve.

¿Sabés dónde y con quién estás jugando?

¿Qué era lo esperable para un aficionado medio de Nacional o del representativo uruguayo que fuera si estás jugando un partido de ida de octavos de Libertadores, a estadio lleno y con toda la historia reciente del fútbol uruguayo? Lo esperable fue lo que pasó en los primeros ocho minutos, hasta que sucedió la caída y la aparente pérdida de conocimiento de Diego Torito Rodríguez.

Nacional empujado por la historia, por su gente y porque al fin y al cabo sus jugadores han llegado a esta instancia a ley de juego, salió a jugar con su mejor impostura, con toda su intensidad, con todas sus ganas, con toda su posible asociación colectiva, sin importarle los programas de televisión, las páginas satinadas y los brillos del cotilleo con tenue olor a vestuario de las tertulias argentinas.

Con el ingreso de Helguera cambió, para mejor, el juego de Nacional, que después de esos primeros minutos con el espíritu de otros tiempos, de correr y correr para el arco de enfrente, de tratar de poner la pelota en el área, lento, con dificultades, pero con una escondida certeza empezó a quedarse con la pelota.

Juego asociado, tosco, modesto pero asociado. Como si fuese en un Fiat 147 del 93 por el carril derecho de la Interbalnearia. Conociendo el camino, con el motor sin toda la compresión que uno quisiera, pero seguro, casi con el conductor con el codo apoyado en la ventanilla baja, mientras piensa en que esas motos que van a mil sólo el viento te harán sentir, nada más.

Boca atado o sin desarrollo. La interrogante surge comparándolo con las expectativas, con los juicios naturales, con las exageraciones, con los posibles desarrollos de un equipo que quedaba sin muchas respuestas ofensivas.

Intenso, parejo, ¿más de lo que se esperaba? No, este Nacional podía y puede estar a la altura de este Boca.

Daniel Bocanegra, de Nacional, y Sergio Romero, arquero de Boca Juniors.

Daniel Bocanegra, de Nacional, y Sergio Romero, arquero de Boca Juniors.

Foto: Camilo dos Santos

Fue a los 28 minutos cuando Nacional estuvo a centímetros de abrir el marcador, después de una pelota que le quedó a Zabala y a medio camino el Colo la cambió de palo, pero justamente fue eso lo que impidió el gol: palo y a las manos del arquero. Una pena, estaba lindo para que los tricolores abrieran la diferencia, además porque no sabíamos que podría pasar si Boca quedaba en desventaja.

Todo el resto de la primera parte fue ese querer, y casi poder en el entendido de tener la pelota cuando se pudo, y de intentar acciones de ataque, y con la condición de que los rivales no pudieran hacer nada. Partido controlado en esa instancia de lo posible.

Sin abrir la Boca

¿Cómo reorientar o reafirmar el trámite del partido? ¿Qué habrá pasado en esos vestuarios?

El partido de 90, que no es más que un primer tiempo que se juega en un país aprontándose para un segundo que se jugará en otra orilla, admite proyecciones estratégicas y decisiones que son ajenas a una competencia de las reguladas de siempre donde todo se decide en esa noche.

En el segundo tiempo llegó lo mejor de Nacional, porque después de unos minutos en los que parecía que boca era un poco más agudo en ataque, los tricolores empezaron a ganar la pelota y con la misma tosquedad y principios básicos de ataque pusieron varias veces la pelota en el área de Chiquito Romero.

Fueron cuatro o cinco ataques profundos del equipo uruguayo que tuvo en los pies de Franco Fagúndez un par de definiciones que parecía que eran la posibilidad de abrir el marcador.

Pero después Nacional se empezó a desinflar, tal vez una caída de tensión o de desgaste físico, y fueron los boquenses los que empezaron a correr con continuidad sobre el arco tricolor.

Los cambios de los dos lados intentaban acomodar a las oncenas y reafirmar sus intenciones. Bruno Damiani y el Chory Gonzalo Castro en los tricolores supusieron una inyección de ganas e ilusiones, mientras la tribuna empujaba más que el viento.

Fue un partido a toda entrega de Nacional, que tal vez lo pudo haber ganado en el medio de un trabado trámite sin tanto juego que despierte o que haga que se te pare el cuore, pero que deja absolutamente abierta la llave para la revancha en la Bombonera.