Peñarol y Miramar Misiones jugaron en el Campeón del Siglo por la segunda fecha del Torneo Apertura. El mirasol derrotó al conjunto de Villa Dolores con comodidad. A Peñarol el partido le cayó bien desde el arranque, alentado por su gente y con superlativos rendimientos de Leo Fernández y Leo Sequeira. A Miramar, por el contrario, el partido se le volvió cuesta arriba.

Ascender es como mudarse. Más allá de los privilegios de la Primera División, mudarse implica acostumbrarse a los ruidos nuevos. El equipo de Leonardo Medina no encontró la musa inspiradora que significó Maxi Lombardi en todo el trille del ascenso. Algo similar pasó con el colombiano Ignacio Yepes, a pesar de que peleó y estuvo en la conversación.

La primera que tuvo Javier Cabrera lo marcó como una de las figuras del partido. El Cangrejo pateó desde afuera del área como para avisar que esa noche sería imparable. No se quedó quieto un instante. Hilvanó la mayoría de los intentos mirasoles que vinieron por el lado derecho, donde Mathías Rodríguez, el lateral cebrita, sufrió el tembladeral.

Cuando recién empezaba a aparecer Leo Fernández como figura en Peñarol, apuntó al arco desde una posición sesgada, la pelota rebotó en Cabrera, que pasaba por ahí, lo que descolocó a Lucero Álvarez, que vio cómo la pelota se metía por el segundo palo tras el rebote. De lejos pareció un golazo, de cerca un golpe de suerte. El grito en la tribuna era el mismo de todas maneras.

Byron Castillo, de Peñarol y Mathias Rodriguez, de Miramar Misiones, el 24 de febrero, en elestadio Campeón del Siglo.

Byron Castillo, de Peñarol y Mathias Rodriguez, de Miramar Misiones, el 24 de febrero, en elestadio Campeón del Siglo.

Foto: Ramiro Cicao

El Cangrejo estuvo en todas, rajó una diagonal que terminó en patada, pero la pelota siguió en pies carboneros y derivó hacia Leo Sequeira, que esperó a que Maxi Silvera, su compañero de delantera esa noche, se acomodara para rematar de primera. La pelota se miró con el palo con cariño.

Miramar probó con el fronterizo Douglas Jardel Bittencourt como número nueve, con la espalda de 18 anotaciones en el torneo pasado de la Segunda División Profesional con la camiseta de Tacuarembó. El peligroso delantero estuvo cautivo. Su actividad no se ampara en el movimiento. Empapado en el verano montevideano, tuvo la única del primer tiempo para la visita, pero el Campeón del Siglo ya estaba inclinándose por la presión.

El segundo gol de Peñarol no dejó ni siquiera contestar a la visita. El Cangrejo, que jugó quizás uno de sus mejores partidos desde que llegó como refuerzo de Diego Aguirre, metió un pase de antología para que Leo Sequeira apareciera en un claro de piernas e hiciera lo que aprendió de chico: definir frente al arquero. El pase fue de pool. Peñarol se floreó frente a un Miramar que se extrañó a sí mismo.

A Miramar la ropa le quedó mejor recién cuando entró Guzmán Pereira. El ex Peñarol y Wanderers aplicó orden, buen pie y mordidas. Denis Olivera suplantó a Douglas y Miramar entonces cambió el juego. Arrugó los papelitos Medina y repartió los chalecos de nuevo, terminó por parar cinco en el fondo con el ingreso de Alex Vázquez.

Byron Castillo, de Peñarol y Maximiliano Lombardi, de Miramar Misiones, en el estadio Campeón del Siglo.

Byron Castillo, de Peñarol y Maximiliano Lombardi, de Miramar Misiones, en el estadio Campeón del Siglo.

Foto: Ramiro Cicao

Leo Fernández fue nuevamente uno de los mejores de la cancha, lo que significa una supremacía frente a cualquiera, aunque los jugadores no juegan solos. Pero hay jugadores que marcan la diferencia y ponen de pie al público, y hay otros que juegan en silencio y permiten flores ajenas para beneficio propio al final. Todas las pelotas pasaron por él y en cada tiro libre la gente sacó el teléfono.

Peñarol manejó el partido pese a los intentos de Miramar Misiones por empezar de nuevo. Denis Olivera tiró un caño, Matías Aguirregaray ensayó una doble pisada como Rubén Pereira. Fueron destellos. Leo Fernández con una rabona avisó que también tenía. Diego Aguirre se dio el gusto de hacer debutar a Matheus Babi, que ingresó para suplantar a Maxi Silvera, uno de los puntos altos del carbonero, un jugador que no aplica tan sólo al mote de goleador porque es completo. La gente los aplaudió a ambos, a uno para agradecerle, al otro para darle la bienvenida.

El brasileño se hizo cargo de un penal sobre el final del partido, con lo que demostró personalidad, pero el tiro se fue alto arriba. Una carta de presentación que no dejó de causar simpatía, sin embargo.