Peñarol, tras 13 fechas, ganó 11 partidos y empató dos. El casillero de los perdidos está sin inaugurar. Si a esto se le suma que el carbonero convirtió 27 goles (2,07 por encuentro) y sólo recibió seis (0,46 por partido), sobran las palabras para valorar su actuación hasta el momento: fue el mejor.

Es un equipo completo y parejo en todas sus líneas. Diego Aguirre le encontró el tono ya desde el período de pases, pidiendo jugadores que le devolvieron la confianza con juego. Sin ir más lejos, en el arco fue donde pudo tener más problemas por las lesiones, pero cuando no estuvo Washington Aguerre estuvo Guillermo de Amores, y entre los dos fueron una garantía.

Utilizando la línea argumental de quienes sostienen que los equipos se arman de atrás para adelante, durante el torneo la defensa de Peñarol se fue afianzando. Queda lejos recordar, pero en el inicio tuvo falencias desde el juego, más allá de que sacó los resultados adelante. Eso también es inteligencia táctica: saber reacomodar la zona de acuerdo con los jugadores. Javier Méndez y Guzmán Rodríguez fueron claves en eso, afianzándose en una dupla solvente que hasta llamó la atención, sobre todo porque Méndez estaba más bien considerado como volante central. Aguirre lo vio de zaguero y fue solución.

En el medio está lo mejor de Peñarol. Damián García es uno de los mejores volantes centrales del medio, si no el mejor. Completo, tanto raspa como ordena, tanto quita como elabora; por delante de sí, por lo general, estuvieron Gastón Ramírez con su galera y su bastón o Eduardo Darias, otro de los que aportó soluciones donde lo pusieran: de doble 5, más suelto por derecha, hasta de extremo; Javier Cabrera tuvo intermitencias por las lesiones pero rindió; Leonardo Fernández y Leonardo Sequeira sostuvieron los resultados con goles; Maximiliano Silveira fue un 9 de equipo, más de hacer jugar (con pases, generando espacios), y esa forma favoreció el equipo.

En los recambios también hubo soluciones, y eso es necesario cuando un equipo pretende ser campeón. Ya se habló de los arqueros. En los laterales siempre se dio que en el izquierdo jugara principalmente Maximiliano Olivera, pero Lucas Hernández también fue rendidor. Lo mismo que quienes jugaron a la derecha, Byron Castillo, Camilo Mayada -los dos atravesando lesiones- y Pedro Milans, que no dudó cuando de aprovechar la oportunidad se trató. Leo Coelho fue suplente porque estaba con bajo nivel al inicio de la temporada, pero terminó formando parte del once. En la mitad de la cancha, Diego Sosa también integró el club de los que fueron cambiados de puesto: Aguirre lo metió de carrilero o hasta de punta por la zurda y el argentino no desentonó. Otro punto alto en las sustituciones fue Ignacio Sosa, baluarte cuando de cerrar los partidos se trató. Adelante, lo más destacado fue la participación de Nahuel Acosta, quedando un poco más relegados el argentino Ángel González y el brasileño Matheus Babi.

En suma, un equipo parejo en todas las líneas, que se fue haciendo fuerte a medida que fue creciendo en el torneo, y que contó con la muy buena lectura de su entrenador para ir ajustando el funcionamiento colectivo de los suyos hasta dejarnos la fecha 13: Peñarol fue un murallón defensivo y tuvo muy buen promedio de goles convertidos (sólo en el clásico no hizo goles). El mejor fue Peñarol.