Liverpool visitó el Nuevo Gasómetro con alta factura del barrio Belvedere. Aunque San Lorenzo lo sorprendió temprano. Un gol de Nahuel Barrios, o de Iván Leguizamón. Es que Barrios enfiló en diagonal y pateó inolvidable. La pelota quedó en un loop entre el travesaño y la raya. Hay quienes dicen que la pelota entró, pero Iván Leguizamón no preguntó. Por las dudas, aseguró el tanto y los uruguayos tuvieron que barajar todo de nuevo.

El equipo local creció en confianza empujado por su gente. Con Nahuel Barrios, a quien la mirada lo define, si está bien, tenés un lío en la puerta del área. El equipo de Emiliano Alfaro, entonces, debió volver a dar y armar el juego. Jugó un partido con orgullo; para el orgullo de su gente que cruzó el charco. Emiliano se llevó un banquito. Amaranto Abascal fue y vino como en sus tiempos mozos de número cinco. Liverpool pensó como un todo.

Desde esa solidez, buscó el empate, al mismo tiempo que resistió el agrande. Aquello llegó recién a los 25’ en el Bajo Flores. Una pelota que Luciano buscó como en el barrio, varada, de nadie, por un error obtuso. El rebote lo capturó Diego García, que la empujó desde la medialuna. Festejó el pedazo de Belvedere que llegó al barrio porteño; el resto se prendió a la antena de los televisores.

Liverpool creció y terminó de volver a la idea inicial. Las cosas quedaron pardas, estaba para cualquiera. Cuando todo el mundo pedía por el silbato y los descuentos eran hechos, San Lorenzo de Almagro consiguió la ventaja. Fue con un tremendo gol de Alexis Cuello, que desbordó con holgura, con la potencia que lo caracteriza, y convirtió un gol poético, de barrio. San Lorenzo se volvió errático entrado el segundo tiempo. La gente se puso ansiosa. Diego Herazo buscó y quiso, pero con imprecisiones. Alguno se animó a pisarla. Hubo agarrones y pisotones como en un tango bajo. Liverpool creyó siempre. Empató de nuevo a los 62’ cuando Agustín Cayetano metió un pase antológico para que el mejor jugador uruguayo del momento, Luciano Rodríguez, hiciera festejar a un barrio entero. Qué tremendo jugador Luciano. Cinco minutos después tuvo el tercero; estaba jugando con la historia Liverpool.

Por momentos, el partido se volvió de ida y vuelta. San Lorenzo lo sufrió y Liverpool jugó como esas finales que se bastardean en las arengas. El Torito Rodríguez fue un estandarte en la visita; Luciano, el que miraron todos. Siempre podemos estar ante un momento para contar. Liverpool puso la vara alta en Buenos Aires. Aunque faltando cinco, con un tiro libre que obligó a hacer la del play, el equipo tambaleó. La jugada terminó en córner. San Lorenzo, con un cabezazo de Gastón Campi en el primer palo, encontró el gol del partido. El dolor de la visita.

El resto fue la olla cuando el guiso se termina. Humos de cualquier lado, del alma, de las bengalas. Liverpool perdió con la frente en alto. El partido terminó con algún tumulto, una expulsión por un hachazo de Matías de los Santos producto del dolor de la derrota. Alfaro pidió seguir el partido hasta el empate; Liverpool quiso. San Lorenzo dejó a Boedo feliz sin preguntar.