Un frío que cala los huesos. Un día y horario impropio para un partido de fútbol, con el agravante de que ese partido corresponde a un torneo que ya tiene campeón, pero sin embargo, un detalle no menor: sigue sumando puntos que pueden llegar a ser determinantes en la definición del Uruguayo.

El viento agudizaba el frío que rebotaba contra el cemento vacío a la vuelta de la gente amuchada y emocionada por la acción de los jugadores de Peñarol, que -una semana después de la actuación de sus pares de Progreso- aparecieron en el campo de juego con camisetas de familiares de desaparecidos. En vez de una camiseta que festejara la obtención del Apertura, una bandera de búsqueda, sensatez y desesperación. ¡Presente! La acción fue posible gracias a una solicitud de la hinchada de Peñarol que expresamente se dirigió a la dirigencia aurinegra pidiendo que pudieran salir los futbolistas con remeras y balconeras de madres y familiares de detenidos desaparecidos, en una señal a favor de la memoria de la verdad y la justicia.

Ese otro equipo

Peñarol, a pesar de los diez cambios con relación al equipo que enfrentó a Defensor cuando fue campeón, fue ligeramente superior a Progreso en buena parte del juego, y fundamentalmente, tras los ingresos de Lucas Hernández y Nahuel Acosta, pudo sostener el invicto y también la ventaja de sus perseguidores para la próxima inauguración de la tabla anual.

La victoria por 3-1 fue de atrás, porque empezó ganando Progreso con gol de Nicolás Fernández, y después el mirasol consiguió la victoria con doblete de Leonardo Coelho, y Lucas Hernández.

Empezó bastante parejo aunque con mayor proyección del equipo muleto de Peñarol. Progreso emparejó de a poquito y pareció que el corte de 15 minutos llegaría sin que nadie gritara un gol.

Cuando se terminaba la primera parte, Nico Fernández recibió después de un trancazo bien abierto a la izquierda y entró a zurcir para el medio, entró al área buscando un lugar adecuado para martillar su pierna derecha, allá sacó un tiro cruzado y fuerte que iba al arco, dio en Martín Gianoli y se metió. Un golazo del habilidoso Maravilla Fernández, que va a terminar siendo cargado en la tabla de goleadores como gol en contra de Gianoli, y que puso una diferencia que, salvo oscilaciones ofensivas incompletas, no era lo esperado como resumen del primer tiempo.

Mientras estaba el territorio del expediente del VAR, Maravilla lo conversaba al juez Gustavo Tejera, en una acción que estudiada por Franco Pisso concluiría que le estaba preguntando “¿me lo vas a dar a mí, no? Porque mirá que ese golazo fue mío”. Maravilla no hubiese pasado nervios ni disgustos si la FIFA ya hubiese aprobado nuestra propuesta de abolir el gol en contra.

En el complemento, después de 15 minutos y justo cuando Aguirre ponía en cancha a cuatro futbolistas para intercambiar el desarrollo y el resultado del partido, llegó el tanto de la igualdad de los aurinegros con un gol del zaguero brasileño Coelho, que después de una pelota aérea y un toque de Hernández la calzó e infló las redes.

Diez minutos después Peñarol conseguía con una jugada casi idéntica pasar adelante en el marcador. Lo idéntico, una copia un poco más sucia que la original, radicó en la arremetida de centrodelantero en el área chica de Coelho, que le puso la plancha y con los tapones la empujó.

Después de eso, más cambios de un lado y del otro, incluido el debut de un chiquilín de 16 años, Germán Barbas en Peñarol, la posibilidad de algún contragolpe mirasol y unos minutos de asedio de los gauchos para intentar el empate cuando en la última jugada del partido una nueva exquisitez: gambeta y asistencia de Nahuel Acosta, terminó en gol de Hernández para despertar y extender la fiesta.