Desde niño en el mismo lugar. La identificación es tal que lo siente especial. “Logré el sueño que siempre tuve”, contó emocionado. Germán Cortizas conoce cada rincón del club y a sus hinchas. Ahí aprendió a picar la pelota y a surfear la vida con la mezcla de tranquilidad y convicción que lo caracteriza.

Dirigió y coordinó formativas, apagó incendios con interinatos en primera división y fue asistente de varios entrenadores. Siempre estuvo donde su club lo necesitó. Esta vez le ofrecieron el cargo de director técnico principal desde el inicio de la temporada. Se sintió preparado y encendió el auto de alta gama que le dieron para manejar. Chocarlo podía ser catastrófico, domarlo se convirtió en la gran satisfacción de su carrera deportiva hasta el momento.

Con el paso de los días, ¿vas entendiendo lo que lograron?

Voy cayendo. Estoy disfrutando, son días de valorar. La forma en la que se dio se disfrutó mucho en el club, jugamos partidos decisivos de local, contra rivales de enorme valía. Además, sabemos que en poco tiempo se vendrán nuevos desafíos, es el momento de celebrar.

¿Te acordás de tus primeras reacciones?

Por un lado, la sensación de satisfacción de devolver a todos los que confiaron en mí y me sostuvieron, tanto en el club como en mi vida. Pensé en cada uno de ellos. Poder ver las caras de felicidad de la gente fue emocionante. Me costó. Veía un ambiente festivo, pero quedaban minutos por jugar, Peñarol tenía mucho talento y desde mi rol no quería soltar la euforia antes de lo debido. Cuando Marcelo Signorelli vino a felicitarme di por entendido que estaba consumado el campeonato y di lugar a que las emociones salieran.

¿Qué tan especial fue festejar con la gente de un club que conocés tanto?

Fue particular. Me pedían una foto o una firma jugadores de formativas que veo todos los días. Pensaba: “Nos vemos mañana en el club juntando las pelotas y somos las mismas personas”. Era raro vincularme desde otro rol con gente tan cercana en mi vida diaria. Después, un montón de personas que no veo tan seguido, pero tienen historia en Aguada o incluso otras que sabía que me habían criticado y me estaban felicitando, ahí había que dejar el resentimiento de lado. En una institución tan popular hay de todo. Hubo mucho agradecimiento y por momentos sentía que el agradecido tenía que ser yo hacia todos ellos.

¿Qué representa para vos ser el entrenador campeón en tu club?

Es un privilegio y un orgullo. Agradezco que hayan confiado en mí. Tuve la suerte de que se dio todo, fue una suma de oportunidades. Logré un sueño que siempre tuve, nunca imaginé que se iba a dar de esta manera, fue muy disfrutable.

¿Cómo valorás el lugar de Aguada en el básquet?

Verifica que es un club gigante. Por la historia, por la gente, por todo. Por más que vengan otras instituciones muy grandes a nivel deportivo, Aguada es un grande del básquetbol y hay que respetarlo. Es un aprendizaje para todos. Después pueden venir momentos buenos o malos.

Con personalidad

Era una Liga Uruguaya de mucho nivel en jugadores. Entre los candidatos se decía que Aguada era el que tenía el entrenador de menos renombre. ¿Cómo sentiste los rumores del ambiente?

Hice un proceso. Me habían propuesto anteriormente este cargo y necesitaba más tiempo para estar seguro. Tuve interinatos, pero nunca como entrenador principal desde el arranque. Esta vez sentía que estaba pronto. Confiaba en mi trabajo y las devoluciones de colegas y jugadores eran buenas. Me fui midiendo. El rol desde el inicio de temporada tiene desafíos: la idea de juego, las jugadas, la elección de cuerpo técnico. Todo eso era una incertidumbre normal. Que me hayan elegido era un logro personal, trabajé más que nadie para devolver esa confianza que me depositaron.

¿Cómo fuiste transitando las críticas en el año?

No fue algo que me alteró tanto. La estrategia era leer poco, aunque es imposible aislarse cien por ciento. Entre dirigentes y jugadores había satisfacción con mi trabajo y el grupo internamente estaba muy bien, con todo claro. Cuando lográbamos continuidad de partidos alcanzábamos un buen nivel colectivo y nos sentíamos capaces de ganarle a cualquiera. El torneo, por diferentes motivos, tuvo muchos parates que fueron frenando la estabilidad. Personalmente, siempre sentí respaldo. Las críticas le afectaban al círculo cercano de familiares o amigos que me comentaban cosas o me decían que “no diera corte a las publicaciones”. En realidad, intentaba tranquilizarlos a ellos, porque puertas adentro se vivía buen clima.

¿Qué le pudiste agregar a un grupo mayoritario de jugadores que llegó con una estructura exitosa desde Biguá?

Hubo que incorporar a un grupo nuevo dentro del grupo del año anterior en Aguada. Ellos venían de ganar dos campeonatos, pero no habían podido repetir en el último. El desafío fue recuperar lo hecho anteriormente. Después empezamos a conformar la nueva dinámica, el vestuario y los egos. Entender que era una historia nueva. De todas formas, usamos las cosas que a ellos los hacían sentir cómodos y como equipo tuvimos que proteger las debilidades que traían. Fue un desafío combinarlo y que funcionara. El diferencial fue que estuvimos juntos desde el principio del año y tuvimos tiempo para trabajar y acomodar. Llegamos muy bien preparados a la instancia final, nos sentíamos muy fuertes. Fuimos un equipo muy inteligente, un grupo que se mantuvo sólido y que funcionó colectivamente. Sabíamos que teníamos individualidades de muchísima jerarquía que iban a aparecer en el momento cumbre.

¿Charlaste con los jugadores que llegaron de Biguá para conocer su visión sobre lo que venían haciendo?

Me gusta hablar con los jugadores. En este caso hubo un feedback muy particular que agradezco. Esos intercambios fueron un placer. Donald Sims, por ejemplo, es impresionante. Creo que es hasta mejor afuera que adentro de la cancha. Se interesa, tiene mucha humildad, sus hábitos son excelentes. Aprovechaba esos diálogos para conocer su opinión y saber cómo lo sentía. Desde ahí tomaba lo que me parecía útil. Los entrenadores tenemos que entender que el jugador, sin ningún tipo de egoísmo, ve las cosas desde su mirada, nosotros tenemos que ver todo. A veces no todo es lineal, pero escuchar dónde al jugador le gusta salir a tirar, qué recorrido hacer o en qué sector prefiere jugar el pick and roll también es interesante y tiene validez. Si bien hay un orden jerárquico, no busco imponer el cien por ciento de las cosas.

¿Cómo fue dirigir a Victor Rudd?

Sims impresiona en su constancia, con su capacidad de anotación, es parejo, pero Victor tiene un talento extraordinario. Tiene inteligencia superior, visión y entendimiento del juego. Tiene muchísimos recursos y además es un ganador. Te da la tranquilidad de que cuando el equipo lo precisa siempre aparece. Es inconsistente, ahí está la diferencia con Donald. Rudd no está siempre en su máximo de potencial. Si eso pasara, no estaría jugando en Sudamérica. Su talento es de primer nivel europeo o incluso de NBA. Es su forma de ser, hay que entender que es así. Fue especial tratarlo, fue el que más demandó. Él estaba con nosotros a su manera. El plantel lo fue entendiendo y respetando.

Otros roles

¿Cómo manejaste los egos del plantel?

Fue uno de los trabajos más complicados. Cuando arrancó el año todos tenían expectativas que cambiaron para amoldarse a lo que necesitaba el equipo. Muchos venían acostumbrados a tener otro rol, sobre todo en ofensiva, que es lo que el jugador demanda más. Al tener mucha capacidad para anotar, a todos les mermaron los minutos e incluso las cantidades de opciones en ataque que tomaban. El objetivo era grupal, no individual. Le dimos valor a cada uno de ellos confiando en que el trabajo de todos iba a ser importante para lograr el título. A algunos les costó el proceso, pero lo terminaron haciendo de manera magnífica.

Y los jugadores de rol terminaron siendo vitales...

La extensión del plantel fue clave para ganar el título. El valor que nos dieron en cancha fue indescriptible. Siempre tuve claro que sin ellos no íbamos a lograr el objetivo. Incluso siento que, a medida que el plantel se fue conociendo, identificaron el valor que iba a tener cada compañero. Muchas veces se buscan cosas inmediatas, pero había que tener paciencia para que todo se acomodara. Llegamos al momento más importante con jugadores de rol siendo vitales e incluso teniendo más minutos de lo habitual porque dieron soluciones al equipo.

¿Cuánto marcó el cierre del primer partido en la serie final?

Dimos el golpe de visitante y pudimos cuidarlo al no perder de local. Ese primer punto fue clave, no hicimos un buen partido ofensivo, lo sostuvimos defensivamente y la jerarquía de los jugadores lo terminó definiendo a nuestro favor. Éramos dos equipos muy parejos, con mucho talento. La ventaja en la serie la iba a tener el que no tuviera que correr de atrás, nosotros a partir de ahí estuvimos más cómodos. Lo desacomodó a Peñarol. El manejo de emociones pasó a ser importante.

¿Cómo viviste todo lo que pasó extra básquetbol?

No desenfocarnos fue el objetivo nuevo. Siempre en las finales hay roces, esta vez se excedió de lo normal. Eran clubes con mucha gente atrás, el clima se hizo hostil. No queríamos dejarnos pasar por encima, pero tampoco ponernos a pelear los partidos y salirnos de lo que teníamos que hacer tácticamente, de nuestras reglas o el plan de juego. Generalmente, cuando te juegan físico o todo se hace tan hablado, las emociones te llevan a entrar en la rosca. Fue difícil encontrar el equilibrio. En el tercer punto no combatimos el partido y perdimos, entre otras cosas, porque no entramos en el tono correcto. Eso fue una señal que nos sirvió para entender cómo teníamos que encarar el resto de la serie, lo utilizamos de referencia hasta el último día.

¿Cómo llevaste la situación que vivió Santiago Vidal?

Era injusto que su año y su carrera se empañaran con cosas que se dijeron. Cada uno puede tener su opinión. Algunos podemos estar convencidos, pero realmente lo que pasó lo saben sólo ellos dos. Pepo pasó bastante mal posteriormente a la situación que se dio con Granger, cuando se hizo público. Él entendía que lo que pasó debía quedar en la cancha. Le afectó a la familia y ahí se desenfocó. Trabajamos para que volviera porque lo necesitábamos. Fue una satisfacción que el final haya sido justo para él.

Pasó la temporada, sos campeón y pudiste con muchas cosas, ¿en qué lugar te sentís ahora?

Me siento satisfecho y contento. Tengo claro que la obtención del título se dio por un montón de factores que acompañaron. No soy tan crack ni seré tan burro cuando me toque perder. Tengo la tranquilidad de haber demostrado que puedo. Tengo mucha alegría, pero mantengo los pies en la tierra. Mi foco está en seguir aprendiendo, siempre habrá desafíos nuevos y el rol de entrenador te pone todo el tiempo en evaluación y bajo la lupa.