Liverpool ganó su noveno partido, alcanzó los 32 puntos y gritó campeón en un Apertura en el que fue el mejor protagonista. Los negriazules tenían que ganar para no mirar a sus rivales, Nacional y Juventud, y eso hicieron: 1-0 con gol de Martín Rea, patrón del fondo.

Nunca renunció a su identidad Liverpool. Esa huella que dejó Paulo Pezzolano hace un tiempo y continuaron todos los técnicos que vinieron después –algunos con más exitos, otros de mal paso–, que tuvo el punto máximo con el campeonato 2023 ganado con la dirección técnica de Jorge Bava, otra vez le dio sus frutos, ahora con Joaquín Papa. Y no es menor ganar un Apertura que lo pone ya en la definición del título 2025; habrá que ver cómo dentro de medio año.

Entonces, lo importante. Pero lo importante posta: los jugadores como ejecutantes de las ideas, como desarrollistas de un plan de juego y como definidores de la historia. Abel Hernández fue el goleador del campeonato; el paraguayo Hugo Quintana quizás sea el mejor jugador; Kevin Amaro y Facundo Perdomo son, sin dudas, la mejor banda derecha del fútbol uruguayo; un arquero determinante como Sebastián Lentinelly, que además fue muy bien suplantado por Emiliano Márquez cuando se lesionó; una defensa sólida; cambios que sostuvieron las ideas como si siguieran los titulares. Redondo torneo negriazul.

Juega Liverpool, espera el contrario

El partido comenzó dentro de lo previsible cada vez que Liverpool está en cancha. Los negriazules se apoderaron de la pelota y con ella manejaron el juego: teoría y práctica de un libreto bien aprendido. Más allá del buen criterio para darles sentido a los pases y los movimientos de sus jugadores, hay mucho trabajo de paciencia en esa postura de Liverpool. No es habitual ver en nuestras canchas: se arma una jugada de ataque, y si no sale una opción clara de definición, se vuelve empezar con un pase atrás, y así sucesivamente.

Cerro Largo venía cascoteado porque jugó entre semana por la Copa Sudamericana y paró un 11 que no es el habitual de Danielo Núñez si tiene todos los jugadores al 100%. Más allá de eso, el libreto también aprendido de los arachanes fue esperar en mitad de cancha, sin presionar, apostando a no dejar espacios para las ofensivas del rival, y jugar de contragolpe como medida de ataque.

En los primeros minutos pareció que Liverpool podía convertir, sobre todo en un par de jugadas rápidas que hicieron temblar al fondo de Cerro Largo; una fue gol, pero en la jugada previa la pelota había salido fuera de la cancha; en otra la sacaron de punta y para arriba.

Si bien el negriazul no se desesperó, ni siquiera sabiendo que Juventud estaba ganando en el Paladino y a esa hora y con esos resultados había empate en la punta del Apertura, Cerro Largo le fue encontrando los cerrojos defensivos y la cosa se trancó en la mitad de la cancha. Incluso, los arachanes lanzaron un par de ataques rápidos que bien pudieron ser gol.

Segundo tiempo

Cuánto se habló en el entretiempo no se sabe con cabalidad, pero lo que sí debe haber estado en el centro del discurso del técnico de Liverpool es tratar de conseguir un gol. No por otros caminos, porque la dinámica de juego los negriazules no la cambian ni en el peor de los escenarios, pero sí para conseguir la tranquilidad. Y lo primero que pasó fue el 1-0: Rea no logró ganar limpio por arriba, como es su característica, pero sí encontró un tiro poco ortodoxo que alcanzó a meterse entre los defensas y la estirada del arquero Gino Santilli.

Desde ahí empezó otro partido, porque Cerro Largo abandonó su postura agazapada y debió salir por el resultado; con eso fue dejando espacios que antes tenía cancelados, y Liverpool generó varios ataques como para ampliar diferencias. Curiosamente, en ninguno de ellos estuvo como definidor Abel Hernández, el goleador del torneo, a quien no le dejaron buenas pelotas. La Joya fue importante desde la generación de espacios y algunas asistencias para dejar compañeros en carrera.

Cerro Largo tuvo las suyas, no sólo se defendió. La más clara no fue gol porque Lentinelly demostró una destreza poco vista para atajar tres veces en la misma jugada: el primer tiro (de Julián Contrera) lo paró con mano extendida, en el rebote puso el cuerpo, y en la tercera (de Matías Mir) la sacó con los pies. En la tribuna de Liverpool lo gritaron como un gol.

En la hora fue otra vez Lentinelly el que salvó el empate. Y no fue menor, porque a esa hora Nacional ganaba y con eso podía pasar a Liverpool si este no ganaba. Fue un tiro de Leandro Otormín que buscó el ángulo inferior derecho del arquero, que la sacó al córner.

Así, de atrás para adelante y de adelante para atrás, Liverpool gritó campeón en un torneo en el que fue el mejor.