Con el triunfo 3-1 sobre el equipo brasileño Magnus, hasta el domingo último campeón de América y vigente campeón de Brasil, Peñarol se coronó por primera vez campeón de la Libertadores de Futsal. Así agrandó un momento único de la disciplina creada en Uruguay, que logró un desarrollo y una masividad en el mundo que la FIFA, en su intento de poseerla, terminó invadiendo y quedándose con el negocio, pero no con su espíritu, porque todos saben o deberían saber que, jugando para millones o para unos miles, lo que se juega es el viejo fútbol de salón, el que nació en Montevideo, en la esquina de Colonia y Río Negro, en donde está ahora ubicado el Juventus, pero donde estaba la Asociación Cristiana de Jóvenes en 1930.
Al triunfo de Peñarol en la vertiente tomada y apropiada por la FIFA, y repartida institucionalmente en las cientos de federaciones y asociaciones que la componen, debemos sumar las épicas e inigualables conquistas de Albion de Pan de Azúcar, que este año se coronó campeón de América y del Mundo jugando en la línea original del fútbol de salón, bajo la organización que aglutina la castigada y pisoteada disciplina creada en 1930 e institucionalizada en 1955 en Brasil y en 1965 en Uruguay, cuando se fundó la Federación Uruguaya de Fútbol de Salón (Fudefs), y luego en 1969 se conformó la Confederación Sudamericana de Fútbol de Salón. En 1971 se creó la Federación Internacional de Fútbol de Salón (Fifusa) para extender el salonismo al mundo y fue designado João Havelange como su presidente, cuando el brasileño, que era también presidente de la Confederación Brasileña de Deportes, ya se preparaba para presidir la FIFA.
Dejándola chiquita
Al fútbol de salón nacido en aquel parquet, en aquellas paredes, cuando el fútbol y la pelota empujaban en Uruguay a sus jóvenes, se lo quisieron quedar por las buenas cuando se percibió, continental y mundialmente, que había una gran veta para el negocio, y terminaron apropiándose por las malas, intentando crear una marca nueva a la que llamaron Fútbol Sala cambiando el tamaño y el peso de la pelota, la forma de ponerla en juego en los saques laterales y en los tiros de esquina, y un par de cositas más como los saques del golero.
Primero se pintaron dos arcos en las paredes del gimnasio, se repartieron cinco jugadores para cada lado, hubo reglas del fútbol y otras del básquetbol y alguna del waterpolo. Al tiempo, Ceriani las escribió, la ACJ las difundió aprovechando su mapa de sedes en países y ciudades sudamericanos, la pelota era menos viva y tenía arena adentro, y el juego prendió.
Después de que el fútbol de salón se ganó un lugar en el mundo, la FIFA quiso regir su vida quedándose con un producto comercial muy apetecible y, como no lo consiguió, desarrolló la mencionada copia con cuatro o cinco diferencias mínimas y la estandarizó en todas sus sucursales.
La Fifusa tuvo éxito y la FIFA, ya con Havelange como presidente, comenzó un ataque institucional y de presión. Después de 15 años de desestabilización, la topadora de la transnacional del deporte más poderosa del mundo se quedó con el deporte patrocinando en 1989 la primera Copa Mundial de Fútbol Sala -pero nunca fútbol de salón-.
El fútbol de salón resistió en muchos países y así fue que, desde 1989 a la fecha, coexisten eventos mundiales y continentales del verdadero fútbol de salón, el que inventó Juan Carlos Ceriani y el de la FIFA.
La Fifusa siguió organizando mundiales hasta el 2000, en este siglo la sucedió la Asociación Mundial de Futsal, hasta que reapareció como marca la Fifusa, que también ha organizado eventos, de mucho menor impacto y escasa representatividad luego de la pandemia.
En Uruguay, como en tantos países, se ha mantenido la disputa institucionalizada. Acá, el fútbol de salón original está regido por la Federación Uruguaya de Fútbol de Salón (Futsal), que además forma parte del Comité Olímpico Uruguayo; y la AUF, por su parte, rige los campeonatos de fútbol sala, que también desde hace un par de años tiene campeonatos de la disciplina modificada a través de los campeonatos de la OFI.
Para ver el dinamismo en Uruguay conviene repasar algunos ejemplos: Nicolás Ordoqui y Richard Catardo, campeones de América en el fútbol sala de la FIFA, unos meses atrás fueron vicecampeones mundiales con la selección uruguaya de la AMF, la del fútbol de salón. Fabián Mincho Hernández, campeón de América y del mundo con Albion de Pan de Azúcar, ha vestido innumerables veces la celeste del fútbol sala de la AUF.
El espíritu está en nuestro salón. Aquí o allá, con esta globa o con aquella, somos los campeones.
Gracias, don Ceriani.