La Grand Départ de la 112ª edición de la ronda gala será este sábado, en un tramo llano de 184,9 km, con salida y arribo a Lille, perfil acorde para que uno de los velocistas se vista de amarillo al final de la primera jornada.
El bloque inicial concentrará cuatro etapas para que se luzcan los hombres más rápidos del pelotón. Los clasicómanos como Mathieu van der Poel, Wout van Aert, Ben Healy y Julian Alaphilippe también tendrán cuatro oportunidades en fracciones de media montaña. Pero los condimentos principales, donde los favoritos a la general intentarán marcar las primeras diferencias, se darán en el primer tramo contrarreloj, marcado en la quinta jornada, sobre un trazado plano de 33 km ideal para los rodadores.
El primer test de montaña coincidirá con el aniversario de la Toma de la Bastilla, previo al día de descanso, cuando se celebre la décima etapa en un encadenado que conectará Ennezat y Puy de Sancy. El recorrido por el departamento de Puy de Dome en el Macizo Central francés encadenará ocho puertos categorizados (siete de segunda categoría y uno de tercera), con un acumulado de 4.400 metros de desnivel positivo.
La segunda semana –de apariencia corta por presentar sólo cinco etapas entre las dos jornadas de descanso que tiene el tour– pondrá luz respecto de los contendientes a quedar en el top 10 de la clasificación general. Toulouse cobijará a los ciclistas que rodarán 158 km en las inmediaciones de la ciudad rosa. El recorrido esconde una trampa a 8 km de meta, cuando deban coronar el Cote de Pech David (800 m al 12%), que se ciñe a las características de los puncheurs capaces de soltar a los sprinters puros, que tendrán que soportar aceleradas en rampas que llegan al 20%.
En el duodécimo día de carrera, el grupo enfrentará 180 km montañosos entre Auch y el puerto fuera de categoría de Hautacam (13 km al 7,8%). El viernes 18 de julio será la cronoescalada de 10,9 km entre Loudenvielle y Peyragudes. El tríptico pirenaico se cierra el sábado con una de las etapas más atractivas de esta edición. 182 km y 4.950 m de desnivel positivo con la ascensión al Tourmalet por la vertiente más dura de Luz-Saint Sauveur (19 km al 7,4%), el Col d’Aspin, el Col de Peyresourde de (7,1 km al 7,8%) y llegada al Superbagnères (12,4 km al 7,3%).
La última semana arranca en Montpellier, sobre un trazado de 171 km en una etapa monopuerto, pero la ascensión será al temible Mont Ventoux (15,7 km al 8,8%). La carrera continuará el miércoles 23 entre Bollène y Valence en terreno llano; una presunta transición antes de las últimas dos jornadas alpinas, que incluyen la etapa reina.
El día 18 de carrera será el más exigente del Tour: 5.500 m de desnivel positivo en 171 km. Tres puertos fuera de categoría encadenados: Col du Glandon (21,7 km al 5,1%), Col de la Madeleine (19,2 km al 7,9%) a coronarse sobre los 2.000 msnm, y la ascensión final al Col de la Loze a 2.300 msnm (26,4 km al 6,5%). El techo del tour de esta edición fue visitado por última vez por el Tour de Francia en 2023; aquel día es recordado por la frase “I’m gone, I’m dead”, que pronunció Tadej Pogacar al desfallecer durante la subida.
La etapa 19, con salida desde Albertville, será más corta pero muy explosiva: 129 km y cinco puertos categorizados, dos de ellos fuera de categoría, el Col du Pré (12,6 km al 7,7%) y la llegada a La Plagne (19,1 km al 7,2%). La etapa 20 presenta un recorrido de mediamontaña entre Nantua y la capital de la absenta en Pontarlier.
En la edición anterior, a causa de los Juegos Olímpicos de París, la organización mudó la etapa final a Niza. Este año la caravana regresa para celebrar el 50° aniversario de la primera llegada del tour a los Champs Élysées, pero lo hará con una variante: en lugar de las ocho vueltas al clásico circuito, serán cuatro pero con una ampliación que incluye la subida a Montmartre, modificando sustancialmente la fisonomía del mal llamado paseo triunfal, que tendrá un perfil que se ajustará mejor para los puncheurs que para los velocistas puros.
Los favoritos a quedarse con el Maillot Jaune
Hace poco más de un mes, terminó un Giro d’Italia apasionante. En la línea de partida no se vislumbraba un claro favorito a quedarse con la primera grande del año. La carrera permitió a los amantes del ciclismo disfrutar de una disputa épica que recién pudo definirse en la última etapa de montaña, a la que tres pedalistas llegaron con chances claras de estampar su nombre en el trofeo Senza Fine.
El Tour de Francia, en lo previo, no presenta el mismo escenario. Tadej Pogacar, del UAE Team Emirates-XRG, parte como claro favorito a defender el título de la pasada edición y, de repetir la gesta, alcanzará la línea de Chris Fromme, con cuatro Tours en su palmarés. En esta temporada el esloveno no defendió el Giro obtenido el año anterior y enfocó su primera parte del calendario en las clásicas de primavera, en las que ganó cuatro y fue podio en las otras tres que disputó, además de obtener la clasificación general de las dos carreras por etapas en las que participó: UAE Tour en febrero y Criterium Dauphiné, carrera antesala del Tour, en la que se mostró muy por encima del nivel de los principales rivales que también serán de la partida en Lille. Además, estará rodeado por una poderosa formación dirigida por Matxin Fernández, entre los que se encuentran el portugués João Almeida, reciente ganador del Tour de Suiza, Adam Yates, Marc Soler, Jonathan Narváez, Pavel Sivakov y dos de los mejores rodadores del pelotón: el flamante campeón de Bélgica, Tim Wellens, y Nils Politt.
El líder de Visma-Lease a Bike, Jonas Vingegaard, que aún no recuperó el nivel previo al accidente que sufrió en Itzulia el año anterior, ganó Volta ao Algarve, la crono individual de París-Niza, carrera que debió abandonar, y llegó segundo en la general del Dauphiné. Se perfila como el principal contendiente de Pogacar y cuenta con siete gregarios de lujo: Simon Yates, ganador del pasado Giro de Italia, Matteo Jorgenson, Sepp Kuss, Tiesj Benoot, Victor Campenaerts, Edoardo Affini y Wout van Aert.
El Soudal Quick-Step, comandado por el campeón mundial de contrarreloj y doble medalla de oro olímpica en París, Remco Evenepoel, también compitió en la antesala del Tour y quedó cuarto en la general individual. Aunque su temporada fue algo irregular, destacándose en los tramos a tiempo, es un ciclista aguerrido al que no será sencillo doblegar y sacarle el cajón del podio que obtuvo en la última edición.
Otro de los equipos con poderío económico es el Red Bull Bora-Hansgrohe, que arropará a su jefe de filas, Primoz Roglic, con pedalistas de la talla de Florian Lipowitz, Alexander Vlasov y Laurence Pithie. El esloveno de 35 años viene de abandonar en la corsa rosa luego de padecer dos caídas, factor que lo ha marginado más de una vez de pelear por el primer lugar de las grandes vueltas. Sin embargo, no puede obviarse que es uno de los mejores ciclistas de la década y será otro de los candidatos a subirse al podio en París.
Carlos Rodríguez (Ineos-Grenadiers), Mattias Skjelmose (Lidl-Trek), Santiago Buitrago (Bahrain-Victorius), Enric Mas (Movistar Team) y Felix Gall (Decathlon-Ag2R) son algunos de los capos que pueden ofrecer pelea para ingresar al top 10 de la clasificación general individual.
Por otra parte, con siete etapas llanas, los trenes de lanzadores tendrán un exigente trabajo para colocar a su sprinter de cara a la meta. En la línea de partida se presentan más de una decena de velocistas capaces de conquistar las vertiginosas llegadas masivas. Entre ellos se destacan Jasper Philipsen (Alpecin-Deceuninckq), Tim Merlier (Soudal Quick-Step) y el italiano Jonathan Milan (Lidl-Trek).
Las asimetrías financieras entre las estructuras más grandes y el resto de los equipos pertenecientes al circuito World Tour reducen sensiblemente las chances de disputar lugares de privilegio. El recorrido presenta opciones para aventureros que pueden irse en fuga a cazar etapas y salvarles el año a los equipos menores, que siempre están pendientes de un buen resultado en el Tour para aligerar las presiones de los patrocinadores. Esas mismas asimetrías hacen que esta edición de la carrera más importante del mundo se vuelva un escenario algo predecible, cosa que no sucedía desde que nació la rivalidad Pogacar-Vingegaard. Pero Le tour, c’est le tour y luego de tres semanas habrá que darle –como siempre– la razón a la carretera.