Por estos días me he planteado como objetivo mirar hacia adelante. No por negacionismo de lo que nos ocurrió en este nefasto año 2020, sino porque quienes de algún modo analizamos y comunicamos creo que tenemos, entre otras responsabilidades, la de alimentar esperanzas. ¿Qué sería de nuestra sociedad sin la esperanza de que todo va a ir mejor?
Está en la esencia de la vida humana, no hay forma de comprar o asegurar futuro. Este es una combinación de incertidumbre y construcción. Nos encontramos sobredosificados de incertidumbre, que por definición no controlamos. Lamento comunicar que los niveles de incertidumbre seguirán siendo elevados en 2021. Demasiadas preguntas aún sin respuestas, ni siquiera aproximadas. Frente a este escenario, nos queda el otro componente del futuro: la construcción. Una de las peores cosas que nos pueden ocurrir como país es bajar los brazos y que las coyunturas sean la excusa para la inacción. Múltiples desafíos debemos enfrentar. Cómo modelamos estratégicamente la construcción de nuestra economía para que esta se oriente hacia sectores productivos, generadores de empleo y de ingresos familiares que permitan desarrollo y realización. ¿De qué serviría un posible rebote económico si no es percibido y retroalimentado por la sociedad en su conjunto?
Uruguay, por sus dimensiones, depende mucho de cómo conecta su producción con la demanda internacional, de nuestra capacidad de colocar trabajo y producción nacional en otros mercados. Definir cómo y con quién nos integramos al mundo sigue siendo prioridad. Días pasados la Comisión Económica para América Latina y el Caribe comunicó que se encuentra estudiando las cadenas globales de valor en Uruguay. Esto es en qué medida logramos como país agregar valor en las cadenas productivas. Nuestro país tiene un sesgo histórico de encadenamientos hacia atrás, atenuado a lo largo del tiempo con intentos de producción primaria que se encadene hacia adelante. Sin embargo, hemos perdido relevancia relativa como productores finales de estas cadenas.
Claro que, en clave de futuro, los sectores o las cadenas productivas no deben restringirse a bienes. La producción y la exportación de servicios en sentido amplio ha mostrado mayor crecimiento, dinamismo y demanda de empleo (que en general es además mejor remunerado). El último dato disponible, publicado recientemente y que corresponde a 2018, establece que las exportaciones de servicios globales como software, tecnología y servicios profesionales ya representan 25% de las exportaciones de bienes. Aquí tenemos un primer gran sector sobre el que trabajar y construir para potenciar. Posiblemente hoy la mayor limitante a su desarrollo sea la carencia de calificación específica del trabajo. Otro factor relevante es el costo-calidad de la conectividad con el resto del mundo. Además, por supuesto que debemos aprovechar el potencial productivo de nuestros recursos naturales. No atropellarlos. Tenemos condiciones para integrar cada vez más actividades y conocimiento a la producción agropecuaria; así es que se agrega valor a producción definida como primaria. Seguramente, en la búsqueda de mayor eficiencia o con el objetivo de no resignar competitividad, serán percibidos niveles incrementales de automatización de procesos y robotización de actividades en diversos sectores a nivel local. La forma de articular este período de transición hablará mucho de nosotros como sociedad. En ese sentido, los programas y las políticas públicas de reconversión y de reinserción laboral deberán ser activos protagonistas. Por último, la constante búsqueda de cadenas de valor industriales en las que la escala no sea un problema y en las que Uruguay pueda incorporarse con éxito. Los sectores biofarmacéutico, maderero o químico pueden ser buenos ejemplos en los que podemos incorporarnos y absorber más eslabones de valor. Los desafíos productivos son múltiples y no se agotan a los aquí expuestos. Es necesario trabajar activamente en el diseño de políticas que mitiguen los efectos de la sobredosis de incertidumbre actual y, sobre todo, de activos constructores del futuro nacional.