Cuando la familia Sahin emigró desde Turquía hacia Alemania hace más de 50 años, probablemente no imaginaba que su decisión llegaría a tener impacto para la salud mundial. Su hijo se convirtió en médico y CEO de la empresa de biotecnología BioNTech, que fundó con su esposa, hija de inmigrantes turcos en Alemania. Junto con la empresa Pfizer, y luego de recibir un importante financiamiento del gobierno alemán, BioNTech desarrolló la primera vacuna contra la covid-19 administrada al público. De esta forma, la campaña que comenzó en el Reino Unido el 8 de diciembre empieza a poner fin a la mayor pandemia global en un siglo.

Ese mismo día, en Estados Unidos se divulgaba un documento informativo sobre la misma vacuna. El informe elaborado por la Food and Drug Administration (FDA), agencia del gobierno federal encargada de la regulación de medicamentos, confirmó que la eficacia de la vacuna en la prevención de la aparición de covid-19, al menos siete días después de la segunda dosis, es de 95%. Asimismo, no presentó mayores diferencias en los resultados por grupos de edad (en mayores de 15 años), de género, étnicos y raciales, y en participantes con o sin comorbilidades médicas. Los efectos secundarios de corto plazo más experimentados fueron dolor en la zona de la vacuna, fatiga y dolor de cabeza. El informe será insumo para que un comité de expertos resuelva si aprueba su uso de emergencia en Estados Unidos.

Nadie está salvo hasta que todos lo estemos

Las políticas de salud pública no se resuelven sólo con base en decisiones individuales. Se necesita coordinación, regulación y guía claras, del tipo que sólo el Estado puede poner en práctica. Sobre todo cuando no todos los individuos tenemos las mismas posibilidades para tomar decisiones que protejan nuestra salud. Lo mismo sucede a nivel internacional. Una pandemia de estas características no se resuelve basándose decisiones aisladas de cada país. Por ello y bajo el eslogan “Nadie está salvo hasta que todos lo estemos” se creó el Acelerador del Acceso a las Herramientas contra la Covid-19. Se trata de una alianza de cooperación internacional conformada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y otras organizaciones sanitarias internacionales, gobiernos, empresas, sociedad civil e instituciones filantrópicas. Su trabajo se organiza en torno a cuatro pilares: diagnóstico, tratamiento e inmunización contra la covid-19, y el fortalecimiento de los sistemas de salud. El Acelerador fue lanzado a finales de abril de 2020 conjuntamente por el director general de la OMS, el presidente de Francia, la presidenta de la Comisión Europea y la Fundación Bill y Melinda Gates.

Covax es el pilar de inmunización del Acelerador y está encabezado por la OMS, CEPI y Gavi, estas dos últimas son alianzas globales público-privadas para el desarrollo y distribución de vacunas, financiadas por Estados donantes y organizaciones filantrópicas. Covax busca garantizar que las vacunas se desarrollen de forma rápida y segura, en volúmenes adecuados, y que sean distribuidas de forma equitativa. El objetivo es tener 2.000 millones de dosis disponibles para finales de 2021, suficiente para inmunizar población de riesgo y trabajadores de la salud.

Estas dosis se distribuirán entre los países integrantes de la estrategia, tanto los autofinanciados como aquellos con necesidades de financiamiento. Los primeros podrán adquirir dosis para hasta un máximo del 50% de su población, mientras que para los países sin financiamiento propio el máximo es de hasta el 20% de su población, dependiendo de la cantidad de fondos disponibles. Dentro de los más de 180 países miembro de esta alianza se encuentra Uruguay. Nuestro país se unió en octubre y comprará mediante el mecanismo de Covax y el Fondo Rotatorio de la Organización Panamericana de la Salud 1,5 millones de dosis, necesarias para inmunizar 750.000 personas, según información divulgada por Presidencia. Por su parte, el Gavi-Covax AMC (compromiso anticipado de mercado) es el instrumento de financiamiento creado para garantizar que más de 90 países de ingresos medios y bajos sin financiamiento propio tengan el mismo acceso a la vacuna que los países autofinanciados. Este instrumento se financiará principalmente a través de Asistencia Oficial para el Desarrollo, contribuciones del sector privado y la filantropía. Necesita recaudar antes de fin de este año 2.000 millones de dólares.

¿El resurgimiento del multilateralismo?

¿Por qué es necesario implementar estos mecanismos de coordinación para el desarrollo y distribución de la vacuna? Por un lado, los incentivos económicos funcionan de forma que las empresas de biotecnología esperan a tener la aprobación regulatoria de la vacuna antes de realizar las inversiones necesarias para producirla a gran escala. Sin embargo, en el contexto de la pandemia actual, estos plazos tradicionales serían demasiado costosos en términos sanitarios y económicos. Es por ello que el mecanismo de Covax empezó a trabajar con desarrolladores de vacunas en la instalación de capacidades de producción desde antes de obtener la autorización.

Asimismo, el poder de compra conjunto de un amplio grupo de países sirve para negociar con las empresas precios competitivos. Mientras que los países que forman parte de este mecanismo tienen acceso a un pool de vacunas candidatas, diversificando el riesgo de compra y distribución. El instrumento AMC empleado para los países sin financiamiento propio, que tiene su antecedente en la vacuna contra el neumococo y fue impulsado por uno de los ganadores del Premio Nobel de Economía de 2019, busca resolver problemas de mercado asociados al desarrollo de las vacunas que necesitan los países más pobres.

En ausencia de este tipo de estrategias de coordinación internacional, la dinámica sería desfavorable para los países menos poderosos y profundizaría las desigualdades ya existentes. En una columna escrita a fines de setiembre en la página web de su fundación, Bill Gates mostraba que las pre compras de vacunas contra la covid-19 indicaban que países de altos ingresos podrían vacunar a 254% de la población, mientras los países de ingresos medios bajos y bajos accederían a inmunizar a 14% de la suya. En este mismo sentido, información publicada por el sitio Bloomberg muestra que Canadá ha reservado vacunas suficientes para cubrir a 410% de su población, Reino Unido a 300% de su población y Australia a 270%.

¿Es entonces esta una época para el resurgimiento de la coordinación internacional? Luego de un período de enlentecimiento de la globalización, ¿cuáles serán las tendencias de la pospandemia? La desconfianza en los organismos multilaterales surgida luego de la década de los 90 y profundizada por manifestaciones nacionalistas más recientes se enfrenta ahora a la necesidad de cooperación entre países. Sin embargo, si la experiencia de salida sanitaria de la pandemia fuera a inspirar futuras estrategias de cooperación internacional, estas alianzas deberán reflejar estructuras democráticas y con fuerte involucramiento de los estados, en contraposición a aquellas derivadas tan sólo de las fuentes de financiamiento.

La ola definitiva

Tal como se esperaba, la apertura de la economía y el retorno a las actividades cotidianas han generado una segunda ola de infecciones en todo el mundo. En Uruguay esta nueva etapa presenta una mayor cantidad de casos, positividad en los test y pacientes en CTI que al inicio de la pandemia, con récords que se superan cada pocos días. El éxito relativo de la gestión sanitaria en la primera etapa puso a Uruguay en un lugar destacado internacionalmente. Ante una ola más grande que la anterior, la capacidad de surfear se ve desafiada.

La luz al final del túnel que representan las buenas noticias sobre la vacuna no debe hacer perder de vista que para que la pandemia esté controlada aún falta tiempo. Existen plazos de producción y distribución, así como fases de inmunización que priorizan determinadas personas, como trabajadores de la salud y población de riesgo. Aunque aún no se conoce cuál será la estrategia de vacunación en Uruguay. Las conductas de higiene que se han empleado hasta ahora, como el distanciamiento social y el uso de tapabocas, no se irán pronto de nuestras vidas. Mientras la crisis sanitaria, económica y social seguirá desarrollándose por un tiempo más.

América Latina ha sido la región más afectada por la pandemia. Con 8% de la población mundial, ha tenido más de 30% de las muertes por covid-19, según datos del Fondo Monetario Internacional. Las consecuencias serán duras y de largo plazo, impulsadas por altos niveles de desempleo, falta de protección social y dificultades de acceso a la educación. Uruguay tiene la oportunidad de emerger de esta dramática situación con la posibilidad de liderar los procesos de cooperación necesarios para la recuperación regional y para la consolidación de un multilateralismo aún más solidario y democrático. Ello dependerá de la capacidad de respuesta sanitaria y social a esta segunda ola de contagios.

En este año cargado de desafíos, nuestro país ha vuelto a valorar el rol de las capacidades estatales e instituciones educativas, científicas, sanitarias y de protección social. Y todos nosotros hemos vuelto a valorar nuestras interacciones sociales y a las personas que nos rodean. Hemos hecho un gran esfuerzo hasta ahora, hay que seguir remando un poco más.

La autora agradece los enriquecedores comentarios de Andrés Coitiño y del Grupo Jueves. Esta y otras notas del Grupo Jueves pueden encontrarse en grupojuevesuy.wordpress.com.