El crecimiento económico, la productividad y la innovación
De acuerdo a la teoría clásica del crecimiento, un país puede expandir su producción por dos caminos: acumulando factores de producción (capital y trabajo), o encontrando formas más eficientes de combinarlos (productividad). Estos son los “determinantes próximos” del crecimiento. El primero, la acumulación de factores, tiene un alcance medianamente limitado en el tiempo. El segundo, por el contrario, representa la única vía para darle continuidad al proceso de desarrollo económico en el largo plazo. Hacer más con menos, esa es la cuestión existencial para una economía. En efecto, la mejora de la productividad está en el corazón de los desafíos que el país tiene por delante para abordar el pesado legado que dejará la pandemia.
Para lograrlo, se requiere desplegar un conjunto importante de acciones. Volviendo al lenguaje de la teoría clásica, se requiere mejorar los “determinantes últimos” del crecimiento. Estos son los factores que están detrás de los determinantes próximos, e incluyen de todo un poco: la educación, el entrenamiento, la innovación, la difusión de tecnología, los mecanismos de financiamiento, las instituciones, el ambiente empresarial, la cultura y hasta la geografía. En lo que sigue nos ocuparemos solamente de uno: la innovación.
La innovación siempre ocupó un rol central para reproducir prosperidad. La capacidad de innovar es determinante, en tanto permite que los países acumulen conocimiento y generen mayores oportunidades de colaboración interdisciplinarias. Esto estimula la capacidad de generar nuevas ideas y nuevos modelos de negocios, y permite alcanzar mejores resultados con menos recursos.
Sin embargo, a la luz de las transformaciones que están teniendo lugar en el marco de la Cuarta Revolución Industrial, su importancia escaló significativamente. La velocidad del cambio tecnológico y el desarrollo de la economía del conocimiento convierten la innovación en un pilar de diferenciación para competir mundialmente y acoplarse a las cadenas globales de valor. En un mundo convulsionado por rebrotes proteccionistas, impulsos de desglobalización, relocalización de eslabones de producción y una crisis inédita, lo anterior cobra todavía mayor relevancia. En efecto, para sobrevivir al mundo que se viene la generación de un ecosistema de innovación potente se perfila como una condición imprescindible.
Por suerte, parece que en Montevideo los cimientos están. De acuerdo al reporte realizado por Global Ecosystem Dymamics (GED), una iniciativa internacional de investigación afiliada al MIT D-Lab, Montevideo exhibe bases sólidas para posicionarse como un ecosistema de emprendimiento basado en innovación referente dentro de América Latina. El estudio, titulado “Ecosistemas de emprendimiento basados en innovación en Iberoamérica: ciudad de Montevideo”, contó con el apoyo de la Universidad Tecnológica (Utec) y la Agencia Nacional de Desarrollo (Ande). Además, no es un estudio aislado. Se inscribe dentro de una serie más amplia que recoge los ecosistemas emprendedores de seis ciudades iberoamericanas: Buenos Aires, Ciudad de México, Madrid, Montevideo, Santiago de Chile y San Pablo.
El marco metodológico: la colaboración como eje central
La base para analizar los ecosistemas de emprendimiento es el Modelo TE-SER, que permite categorizar a los distintos actores de acuerdo a su rol y al valor que aportan al ecosistema y a los emprendedores. Bajo este paraguas conceptual, se integran seis tipos de roles, que se consideran necesarios para que el ecosistema funcione y se desarrolle armónicamente:
Articuladores. Son los que aportan coherencia y estabilidad al ecosistema mediante la generación de un ambiente apropiado con políticas públicas; son los que distribuyen el juego para potenciar el talento del resto del equipo a través de la colaboración.
Habilitadores. Su rol es aportar los recursos y las herramientas para apoyar nuevos emprendimientos. Su tarea pasa por derribar las barreras de entrada para los emprendedores, facilitándoles recursos financieros, conocimiento e infraestructura.
Vinculadores. Tienen la tarea de conectar emprendedores, empresas y otros actores para promover nuevas relaciones de cara al abordaje conjunto de los problemas.
Generadores de conocimiento. Son las instituciones que aportan conocimiento nuevo para apuntalar la generación de proyectos, tecnologías, innovación y emprendimientos.
Promotores. Constituyen el canal de divulgación para impulsar la escalabilidad de los ecosistemas y contribuir a fomentar la cultura emprendedora y la innovación.
Comunidades. Son las organizaciones civiles que comparten conocimiento y colaboran con el dinamismo del ecosistema.
Esquemáticamente, el modelo supone la existencia de una multiplicidad de actores (en el caso de Montevideo fueron identificados 198) que difieren en su rol, tamaño (que se construye a partir de la cantidad de veces que cada actor es mencionado por otro y de la intensidad de sus colaboraciones) y posición relativa (que depende del grado de conexión con los otros actores). Estos actores se conectan entre sí mediante la colaboración, que también varía en función de su intensidad (calculada a partir de indicadores cualitativos autopercibidos y cuantitativos asociados a los recursos que ponen para la colaboración). Por último, como en todo sistema complejo, algunos de estos actores ocupan un rol más preponderante y, por ende, se consideran los centros gravitacionales de todo el ecosistema (son los actores con mayor centralidad e influencia).
A partir de lo anterior, es posible construir un sociograma, que es la representación matemática de las dinámicas sociales de un ecosistema económico. En el caso de Montevideo, eso arroja una figura circular, fenómeno que se interpreta como un sistema que tiende a la estabilidad y que se caracteriza por la abundancia de conexiones. Dada la robustez de las conexiones entre las organizaciones líderes y periféricas, nuestro ecosistema presenta una posición privilegiada en relación al resto de las ciudades analizadas. Además, cuenta con un número elevado de centros gravitacionales que comparten distintos roles. Entre ellos, destacan la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII), la Ande (articuladores), la Utec (generador de conocimiento), la Cámara Uruguaya de Tecnologías de la Información y la Red Uruguay Emprendedor (vinculadores). La cantidad de centros y la diversidad de roles que ocupan son relevantes porque permiten contar con un liderazgo compartido, reducir la dependencia de la política pública y otorgar representatividad a las diversas visiones que conviven dentro del ecosistema.
Dadas las restricciones de recursos que enfrentan las economías, especialmente las emergentes, la colaboración entre estos actores resulta clave. Bajo esta premisa, entender sus roles e interacción constituye el primer paso para delinear una estrategia que fortalezca y potencie la maduración del sistema.
Como señala el director ejecutivo de GED, Marcelo Tedesco, “la colaboración es el mecanismo de desarrollo y evolución más importante que tiene un ecosistema económico; el recurso más importante”. En contraposición, “la competencia es el mecanismo de relacionamiento menos eficiente; dar prioridad a la competencia ha derivado en las consecuencias visibles de acumulación de riqueza, desigualdad y daño al medio ambiente que enfrentamos hoy en día”. Como advirtió hace décadas John Nash, el premio nobel de economía que fue interpretado por Russell Crowe en la película Una mente brillante, la cooperación es la única manera de llegar al mejor de los puertos. A veces, las decisiones que son buenas y racionales para los individuos pueden no ser buenas ni racionales para el conjunto.
Las cualidades del ecosistema uruguayo
De acuerdo al estudio, Montevideo se caracteriza por tener la red más amplia de colaboraciones mapeadas en un ecosistema hasta el momento. Puntualmente, fueron 754 las colaboraciones identificadas. Además, la ciudad también cuenta con el índice de colaboración más alto dentro del universo regional (aunque está por debajo de algunos ecosistemas europeos), fenómeno que supone una fortaleza desde la perspectiva del aprovechamiento de sus diversos recursos. Tomados conjuntamente, estos datos sugieren que el ecosistema emprendedor de nuestra ciudad todavía no ha recibido la atención que se merece como un referente a nivel internacional.
A su vez, el ecosistema local se caracteriza por tener un alto sentido de colaboración, orientado a la construcción de relaciones a largo plazo. Antes que la búsqueda de recursos, la motivación central de las colaboraciones pasa por las acciones enfocadas en la sinergia y el aprendizaje como vehículos para alcanzar colectivamente los objetivos individuales.
Desde el punto de vista de la agilidad, que es otra de las dimensiones que permite recoger el modelo, son necesarias 4,3 interacciones entre los actores para materializar una colaboración exitosa. Cuantas más interacciones, mayor es el desgaste en materia de energía y recursos. Por ende, si la quinta interacción entre dos actores no condujo a buen puerto, continuar insistiendo puede ser un desperdicio de energía. Esto, como señaló Tedesco, no difiere mucho de las relaciones de pareja: si no fluye, no fluye; hay tantos peces en el mar como actores en el ecosistema.
Otro punto que se desprende del estudio tiene que ver con la importancia de la formalización de las colaboraciones mediante un convenio legal. Del total de colaboraciones mapeadas, 54% están formalizadas. Eso reporta una tasa de éxito de 98%. Si bien parece un resultado razonable e intuitivo, no es una regularidad que se desprenda del resto de los trabajos realizados por GED.
Las oportunidades de mejora para el desarrollo
A pesar de que estas cualidades nos diferencian de otros ecosistemas emprendedores relevados, todavía quedan cosas por mejorar. Un primer punto en que parece haber margen para avanzar refiere a la disociación entre la presencia relativa de los actores y su relevancia. Dentro del ecosistema, el rol con más presencia es el de los habilitadores (45,5%), que además están sobrerrepresentados desde el punto de vista de los recursos disponibles (72,6%). Sin embargo, los actores que parecen ser clave para el establecimiento y el crecimiento del ecosistema son los articuladores, cuya presencia en el ecosistema es mucho más baja (16,2%) y sus recursos disponibles, mucho más escuetos (3,2%). Dicho de otra manera, “las actividades realizadas por 16,2% de los articuladores identificados resulta más valioso para los actores que las actividades realizadas por 45% de los habilitadores mapeados”. Desde esta perspectiva, evaluar la calidad de los recursos que los habilitadores ponen a disposición del ecosistema parece ser un paso necesario para ganar en eficiencia.
Asimismo, pese a que el nivel de colaboración que caracteriza al ecosistema montevideano es alto, la intensidad de la colaboración arroja resultados más modestos. Esta variable constituye una aproximación a la importancia que cada actor les asigna a las relaciones colaborativas y a los recursos que invierte en ellas. Mejorar esto es importante para fomentar un desarrollo mayor del ecosistema, porque aporta solidez y promueve la sostenibilidad de las relaciones a largo plazo.
También es importante fortalecer el papel de los promotores, que al día de hoy es el rol menos presente, menos valorado y con mayores carencias de recursos. Una participación más activa por parte de los promotores es fundamental para difundir y visualizar las virtudes que fueron detectadas en el estudio. El posicionamiento de Montevideo como referencia regional es clave para la escalabilidad del ecosistema y los emprendimientos. En otras palabras, hay muchas historias de éxito para contar que no están siendo debidamente atendidas.
La visión desde GED y MIT D-Lab
Para Tedesco, “es muy difícil pensar en la posibilidad del desarrollo social y económico de una nación, sobre todo bajo las condiciones actuales (desigualdad, acumulación de riqueza, depredación de recursos naturales), si no se tiene un ecosistema maduro que dé soporte a todos los agentes económicos”. Esa madurez está determinada por la eficiencia del ecosistema, su robustez y su baja propensión al colapso, todo lo cual se potencia con el desarrollo de relaciones sólidas entre los agentes.
“Montevideo tiene un ecosistema sumamente sólido desde el punto de vista de las relaciones de colaboración, donde la Ande y la ANII juegan un papel fundamental como articuladores”. De acuerdo a su visión, “no se podría comprender la dinámica social del ecosistema de emprendimiento basado en innovación sin el papel fundamental que juegan estos dos actores. Para él, la eficiencia de la colaboración y la robustez del ecosistema sobresalen por encima del resto de los casos estudiados. “Viendo la dinámica en Montevideo, no sorprenden los indicadores económicos y sociales de Uruguay: uno de los PIB per cápita más altos de Latinoamérica, la menor desigualdad económica y social, y de los mejores indicadores en términos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas dentro de la región.” Sin embargo, hay cosas para mejorar. “Una recomendación muy fuerte es seguir mejorando el acceso a la infraestructura para emprender e innovar, y consolidar una política pública que facilite el desarrollo de nuevos negocios innovadores y principalmente de alto impacto social”.
La visión desde la Ande
Para Ana Laura Trías, coordinadora de la Red Uruguay Emprendedor, “el estudio nos deja una foto más o menos parecida a la que percibíamos desde las instituciones del ecosistema. La capacidad de colaboración es algo con lo que el ecosistema emprendedor nació, y si bien es cierto que es un sector en el que la colaboración es una de sus características fundamentales, quizá sea hasta un aspecto de la cultura uruguaya. Lo que sí fue una sorpresa es que esa característica nos posicione, en términos relativos, mejor que otros países de la región. En ese sentido, es bien interesante la oportunidad de capitalizar esta información para embanderarnos con ese índice, que nos posiciona como el ecosistema emprendedor más colaborador de América Latina. Esto permitirá fortalecer y establecer nuevas vinculaciones que nos permitan pasar al siguiente nivel. La vinculación con la figura de los promotores de emprendimientos, los medios de comunicación, también es un dato que aporta mucha luz al ecosistema. Creo que acá también juega mucho el bajo perfil del uruguayo tipo. Pero sin duda, los medios de comunicación son un actor más del ecosistema y quienes pueden visibilizar mucho más los emprendimientos, las herramientas para emprender, captar la atención de nuevos emprendedores e inversores, y desafiar y profesionalizar mucho más el ecosistema de emprendimiento.”
La visión desde la Utec
Para Álvaro Pena, director del Departamento de Programas Especiales de la Utec, “dado que más de 80% de las instituciones de I+D+i+e tienen alguna presencia en Montevideo, comprender el ecosistema de la capital nos permite entender lo que sucede en un país fuertemente centralizado en Montevideo. Estamos apuntando a un proceso en el que a lo largo del tiempo podamos ir analizando también otras regiones del país, tanto bajo esta metodología como de otras, para identificar puntos en común y diferencias entre las distintas realidades del territorio. Comprender el contexto metropolitano también nos permitirá gestar nuestra identidad en diversas regiones, pero apostando a un propósito común de país. Por otro lado, este estudio nos permitió identificar que la Utec tiene un rol relevante para el ecosistema metropolitano, con muchas interacciones entre la Utec y diversas organizaciones de alcance nacional, pero también con otras que sólo están presente en la capital y pueden ampliar su alcance al interior en alianza con la Utec. Esto hace que la Utec se plantee como un actor interesante para conectar el mundo de emprendimientos innovadores (ANII), el mundo de emprendimientos de valor diferencial (Ande) y el territorio, conectando conocimientos, actores y organizaciones. Saber también cómo nos visualizan en la capital es relevante para nosotros para poder desarrollar estrategias efectivas de articulación para el desarrollo de emprendimientos tecnológicos en las sedes de la Utec, así como para contribuir al desarrollo de los ecosistemas. En dos años de nuestro programa de emprendimientos tecnológicos hemos recibido 64 iniciativas emprendedoras de equipos de 13 departamentos del país (la Utec cubre ocho con oferta educativa), lo que representa una oportunidad y un desafío para posicionarnos en un nicho específico en el ecosistema para que más emprendedores elijan la Utec como institución patrocinadora de este tipo de emprendimientos y en el interior”.