El ciclo de la expansión y el ajuste1

Cualquier economía capitalista mantiene ciclos en su crecimiento económico. Pero si comparamos los ciclos de la economía uruguaya, al igual que la de varios países periféricos, con la de los llamados países desarrollados o centrales, notaremos grandes diferencias. En general, las economías desarrolladas crecen a un ritmo bajo, pero lo hacen en forma permanente, con momentos de contracción, pero sin caídas abruptas y prolongadas. Economías como la uruguaya alternan ciclos de gran expansión con fuertes caídas y períodos de estancamiento.

Este fenómeno supone, en primer lugar, que los logros en materia de bienestar obtenidos durante un período de crecimiento pueden no necesariamente perdurar y verse amenazados por fases contractivas del ciclo. En segundo término que, en relación con las economías centrales, somos cada vez más pobres. De hecho, en 1900 el PBI uruguayo por habitante equivalía a 88% del PBI por habitante de Estados Unidos, mientras que en 2020 el PBI por habitante uruguayo apenas alcanza la tercera parte del estadounidense.2

Parte de la explicación sobre la volatilidad en el crecimiento viene dada por la estructura productiva uruguaya vinculada al mercado mundial a partir de bienes primarios. Generalmente, los países venden en el mercado mundial aquellos productos que producen con mayor facilidad y menos costos, o en términos más técnicos, aquellos productos con mayor productividad relativa. En el caso uruguayo, esta mayor productividad de los bienes primarios tiene mucho que ver con las condiciones naturales del país para el desarrollo de distintas actividades agropecuarias.

Cuando la demanda mundial de este tipo de productos se incrementa, la expansión de la oferta supone incorporar tierras de peor calidad a la producción. Para que existan más oferentes, con tierras de peor calidad, los precios deben mantenerse altos. Así, las tierras altamente productivas −como la uruguaya en varios rubros− comienzan a beneficiarse de un flujo de renta agraria extraordinario por la venta de sus productos. Esto se traduce directamente en un incremento del valor de las exportaciones, y con ello en un ingreso extraordinario de dólares a la economía que generalmente tiende a apreciar la moneda local. El “dólar barato” a $20 que tuvimos en Uruguay se explica por esta situación.

El crecimiento de los flujos de renta agraria permite la expansión de un conjunto de actividades no necesariamente relacionadas a la fase primaria. Producto de una expansión general de la economía se produce un incremento del empleo y los salarios, así como de los ingresos y el gasto del Estado. Las importaciones también tienden a expandirse, tanto en forma de insumos para la producción local como en forma de mercancías para el consumo final. Esto se refuerza por el hecho de que un dólar barato es un incentivo para traer cosas de afuera antes que producirlas en el país, donde a su vez los costos salariales crecen. Por lo que, a menos que existan políticas proteccionistas, los períodos de flujo de renta agraria se traducen en primarización de la economía y pérdida de peso del sector manufacturero. Los altos precios de los bienes primarios constituyen también un llamador para el capital extranjero que acude en busca de alta rentabilidad, sobre todo a sectores agroexportadores.

El problema de este tipo de inserción en el mercado mundial es que los precios de los bienes primarios han demostrado un carácter altamente volátil, y en el largo plazo una pronunciada reducción respecto a la de los bienes manufacturados y con alto componente tecnológico, que generalmente son los que el país tiene que importar.

Cuando los precios internacionales de los productos primarios caen, comienzan los problemas. Los dólares que entraban por exportación menguan, pero las importaciones no caen en la misma proporción. Hay cosas que hay que seguir importando, y además, buena parte del consumo interno se sostiene en base a ellas. Al mismo tiempo, las condiciones que atraían a buena parte del capital extranjero comienzan a deteriorarse, por lo que la entrada de dólares vía inversión extranjera directa también comienza a reducirse.

Las empresas extranjeras ya instaladas en el país presionan a su vez para sacar dólares, ya que parte de sus ganancias las remiten a sus casas centrales en esta moneda. Con ello se va gestando un conjunto de fuerzas devaluatorias de la moneda nacional. El proceso devaluatorio, clamado por los exportadores para ganar competitividad, impacta fuertemente en la capacidad de consumo de una parte importante de la población, así como en algunas actividades comerciales e industriales dirigidas al mercado interno. Por otro lado, producto de una disminución del ingreso, la capacidad recaudadora del Estado comienza a presentar problemas y se enfrenta con la rigidez del gasto público. Durante un tiempo, este tipo de déficits puede taparse contrayendo deuda, sin embargo, esto tiene límites y puede redundar en un desbalance aún más profundo.

Las posibilidades de sostener el crecimiento en el marco de una caída de precios de los bienes primarios consisten en ajustar un conjunto de variables que inciden sobre la rentabilidad de las empresas en el corto plazo, entre ellas el precio del dólar, el nivel salarial y la carga impositiva. Medidas que suponen, en definitiva, un ajuste sobre los niveles de vida de un conjunto importante de la población.

El proceso económico como proceso social

El ciclo económico se procesa sobre un tipo específico de estructura social: de grupos sociales con intereses divergentes. Entre estos grupos sociales cobra especial importancia el accionar del conjunto de fracciones que hacen a la clase capitalista, entendida como aquella que detenta la propiedad o el control de las empresas privadas nacionales. Este conjunto no es un bloque homogéneo. La competencia entre capitales los enfrenta en forma cotidiana. También los intereses sectoriales tiende a diferenciarlos (por ejemplo, ganaderos vs frigoríficos, exportadores vs importadores). Por último, el tamaño de los capitales también marca diferencias en sus intereses y posicionamientos.

Sería extremadamente pretencioso, para un artículo de estas características, realizar un recorrido por las distintas fracciones y grupos de intereses que componen la clase propietaria. No obstante, es posible distinguir algunos epicentros claros. Un primer grupo importante corresponde con los grandes terratenientes nacionales,3 que son en su mayoría, además de tenedores de tierra, productores agropecuarios. Esta fracción, con intereses claros en la producción primaria ligada a la exportación, ha desarrollado un papel importante como grupo de presión y poder, sobre todo a partir de sus organizaciones gremiales (Asociación Rural y Federación Rural). Pese a ser un sector donde la extranjerización ha crecido, sobre todo de la mano de grandes agronegocios, aún es un sector donde la propiedad nacional, en torno a linajes familiares, es dominante. Contrario a cierto relato izquierdista, la propiedad agropecuaria mantiene niveles de concentración similares a los evidenciados a principios y durante el siglo XX. Asimismo, en niveles de ventas por empresa, las grandes explotaciones agropecuarias no sobresalen frente a empresas de otros sectores de la economía. El principal poder del sector terrateniente nacional no radica, por lo tanto, en estar compuesto de grandes capitalistas, sino en su capacidad de aglutinar bajo la bandera de “el campo” a un sector heterogéneo, tanto de propietarios como de asalariados rurales y actividades conexas. Este sector, históricamente, ha manifestado un especial interés por combatir aquellos mecanismos que lo privan de parte de la renta agraria, ya sea el tipo de cambio apreciado, las tarifas públicas o distintos gravámenes a la exportación.

A diferencia de los grandes capitales ruralistas, en la esfera industrial, del comercio y los servicios en general, los grandes capitales nacionales han tendido a organizarse en forma de grupos económicos. Un grupo económico es un conjunto de empresas que son independientes del punto de vista legal, y que incluso pueden operar en distintos sectores de la economía, pero que son controladas por un mismo propietario o grupo de propietarios, generalmente familias. De las 200 empresas más grandes de la economía, entre las que pertenecen al capital nacional, 90% forma parte de un grupo.

Estos grupos tienden a organizar empresas en torno a distintos eslabones de una misma cadena productiva, o a incorporar actividades poco o nada relacionadas entre sí como forma de diversificar riesgos. Puede decirse que los grupos económicos son una respuesta natural al tipo de estructura productiva del país y sus movimientos cíclicos tratados en el apartado anterior. Pero también son reproductores de este contexto. Buena parte de los estudios para países periféricos muestran a los grupos económicos como poco adversos al riesgo y la innovación, tendientes a prácticas monopólicas y a la búsqueda de incidir sobre el Estado para obtener beneficios.3 Por otro lado, la cartera de negocios de los grupos (que en varios casos incluye también la propiedad de la tierra) tiende más a adaptarse al contexto que a pujar por el desarrollo de nuevos sectores.

A la centralidad del gran capital nacional hay que agregar la creciente presencia de capitales extranjeros, sobre todo en el control de las grandes empresas (ver tabla 1), y con ello un conjunto de altos funcionarios nacionales ligados a ellas (gerentes, directores, profesionales).

Peatonal en la calle Arenal Grande del Barrio Reus en Montevideo.

Peatonal en la calle Arenal Grande del Barrio Reus en Montevideo.

Foto: Javier Calvelo, adhocFOTOS

En general los capitales extranjeros mantienen niveles de productividad y despliegue tecnológico superiores, y con ello mayores márgenes de rentabilidad. Su competencia con el capital nacional lleva a que este se adecue a las nuevas reglas o pase a ser desplazado o absorbido por los foráneos. Este proceso ha ido desplazando al capital nacional de varios sectores clave de la economía (la banca, buena parte del sector exportador y del comercio de grandes superficies, entre otros). Ante este avance extranjerizador, el capital nacional se ha replegado a sectores menos atractivos de la economía, con techos de crecimiento más bajos o subsidiarios de las necesidades del capital extranjero; en otros casos, ha abandonado el dominio productivo para transformarse en capitales rentistas (propiedad de tierras e inmuebles para arrendar, títulos de deuda, colocación de activos en el exterior, etcétera).

La promoción de la inversión extranjera es un imperativo para los distintos gobiernos, debido a la necesidad de contar con grandes inversiones que el capital nacional no está en condiciones de asumir. Para que el ingreso de capitales foráneos se haga realidad, el Estado incursiona en instrumentos que faciliten y generen ventajas a este tipo de inversiones (exoneraciones impositivas, zonas francas, obras de infraestructura, tratados de protección de inversiones, entre otros). Esto otorga una capacidad importante de presión directa por parte de los grandes capitales extranjeros ante el Estado.

Tabla 1. Propiedad de las 200 empresas (no rurales ni financieras) más grandes de la economía en 2010

Origen del capital Cantidad de empresas Valor promedio de la producción (millones de $ de 2010)
Nacional 84 1.074
Extranjero 85 1.420
Asociado (Ext y Nac) 9 3.070
Estatal 10 10.110
Sin dato 12 624
Total 200 1.735

Fuente: Geymonat, 20214

Existe, por último, una porción numerosa del mundo empresarial a la que denominamos pequeño capital. Se trata de un sector diferenciado del gran capital en su escala y nivel de concentración. Su subsistencia y permanencia viene dada por distintos factores. Muchas veces porque se encuentran en sectores con un techo de crecimiento, que no son codiciados o disputados por el gran capital. En otros se trata de capitales que se conforman con obtener una ganancia por encima de la tasa de interés (que es el equivalente a tener guardada la plata en un banco), pero que guardan márgenes menores a los de sus grandes competidores. Por último, los más chicos subsisten en base a conjugar en una misma persona o grupo de personas la figura del trabajador y del capitalista al mismo tiempo. El ejemplo típico de esto es un almacenero cuyos ingresos provienen tanto de lo que serían rentas de capital como de ingresos por trabajo propio.

Este sector no es nada pequeño. Según datos del INE5 la quinta parte de la población empleada estaba representada por “cuenta propia con local” (categoría asimilable en buena medida al pequeño capital). A ello habría que sumarle parte de quienes se declaran “patrón” (4,1%), ya que la mayor parte de las empresas en Uruguay son pequeñas y medianas. Por último, la lógica de la pequeña empresa difumina muchas veces los límites entre propietario y empleado, por lo que la incidencia del pequeño capital podría aplicarse a buena parte de la población asalariada que se emplea en este tipo de empresas.

Si bien la expresión política del pequeño capital es ambivalente y dispersa, su alineación a los intereses de las demás fracciones de clase garantizan a aquella cierta expresión popular de sus intereses. Los momentos contractivos del ciclo son momentos claros de alineación, ya que quien primero sufre las presiones impositivas y las rigideces salariales es, por su acotado margen de ganancias, el pequeño capital.

Del ciclo económico al ciclo político

En aquellos momentos en que el ciclo económico expansivo comienza a mostrar signos de contracción, las diferencias entre intereses y fracciones de la clase capitalista ceden en torno a un programa de ajuste en el gasto público y el nivel salarial. Este programa es, en definitiva, el programa de una estructura económica que crea un conjunto de protecciones sociales y actividades económicas que no puede sostener a largo plazo.

Las voces del mundo empresarial comenzaron a manifestar este clamor, por lo menos desde 2013. Ese año se presentó un documento firmado por varias gremiales que advertía sobre la pérdida de competitividad. En 2016, con el mismo espíritu, se conforma la Confederación de Cámaras Empresariales. En 2018 “el campo” “autoconvocado” se moviliza denunciando “las mochilas” con las que carga, recabando apoyo de varios de sus colegas urbanos. En 2019 aparecen las “Propuestas de la Confederación de Cámaras Empresariales para el próximo período de gobierno”. En todos estos hitos puede observarse un sesgo hacia políticas de flexibilización laboral y ajuste del gasto público, por sobre otros temas de cardinal importancia, como políticas de ciencia y tecnología, o de crédito para el desarrollo.

De esta forma, el problema económico de la estructura productiva del país y las fuerzas sociales que la sustentan, que es en definitiva el problema en esencia, se desplaza a la arena política como un problema de regulación. Como un problema de gestión del gobierno sobre la pauta salarial y la estructura de gastos e ingresos del Estado.

En un sistema democrático, este tipo de emergentes tiende a canalizarse a través de los partidos, como organizaciones que disputan legítimamente la conducción política de la sociedad. Pese a su composición policlasista, los partidos políticos son un vehículo para la expresión de intereses de clase determinados. Aunque estos intereses aparezcan disueltos o amalgamados en un conjunto variopinto de demandas y expresiones de la sociedad.6

Parte de aglutinar vastos sectores sociales, incluso aquellos que irían a perjudicarse con un ajuste sobre los niveles de vida de la población asalariada, requiere de esta capacidad para reunir y presentar, de forma coherente, demandas (muchas veces contradictorias) en diversos planos de la realidad: cultural, social, económico, etcétera.

El pacto progresista, en época de bonanza, logró aglutinar parte de los sectores empresariales. De hecho, en las elecciones de 2014 aún se podía ver varias empresas en la lista de financiadores de la campaña del Frente Amplio. Pero el mensaje en 2019 fue claro (ver tabla 2). Tal como estaba planteado, el modelo progresista de expansión de derechos y coberturas sociales mediante el incremento del gasto supone una disfuncionalidad para el desarrollo de la actividad privada en una fase contractiva del ciclo.

Tabla 2. Financiamiento a partidos según tipo de donante para elecciones nacionales de octubre de 2019.

Frente Amplio Partido Nacional Partido Colorado Cabildo Abierto
Público 98,9% 70,2% 78,6% 72,2%
Grupos Económicos Nacionales 0,4% 9,1% 9,5% 0,4%
Capital extranjero 0,3% 9,3% 1,3% 4,7%
Otros empresarios 0,4% 6,8% 7,3% --
Donaciones anónimas, personales o eventos 0,0 4,6% 3,3% 22,7%
Total 100 100 100 100

Fuente: elaboración propia en base a la Corte Electoral y otras fuentes

¿El eterno retorno de la economía uruguaya?

Hay un conjunto de escenarios potenciales a tener en cuenta para pensar el porvenir. En primer lugar, el tiempo actual comienza a presentar el despertar de un bloque social y político de oposición. El referéndum contra la LUC es la principal disputa inmediata en esta dirección. La profundidad y concreción del programa de ajuste seguramente estén signadas por este desenlace concreto.

Un segundo escenario podría seguirse de la recuperación actual de precios en varios productos de la canasta exportadora. De constituir un nuevo empuje externo, este escenario podría alivianar algunas de las presiones más inmediatas en torno a las necesidades de ajuste de la economía.

Por último, es posible pensar un escenario en el que la recomposición de un bloque popular en el gobierno deba enfrentarse a un ciclo descendente, y por lo tanto, las posibilidades reales de llevar adelante una política de integración y desarrollo social se vean seriamente afectadas, pudiendo trocarse incluso en su opuesto.

El destino es incierto y abierto a un sinfín de imponderables. No obstante, existen coordenadas generales que advierten sobre el movimiento concreto de la realidad y su signo. Alterar estas coordenadas parece ser la tarea urgente para un conjunto de fuerzas sociales que padecen sistemáticamente, y son la leña en la hoguera del desarrollo periférico.


  1. Las ideas y desarrollo de este apartado le deben mucho a ideas volcadas en los siguientes trabajos: Oyhantçabal, Gabriel. 2019. “La acumulación de capital en Uruguay 1973-2014: tasa de ganancia, renta del suelo agraria y desvalorización de la fuerza de trabajo”. Tesis de Doctorado, Ciudad de México: UNAM. Bértola, L. y Bertoni, R. (2014). “Sinuosa y convulsa: la economía uruguaya en el último medio siglo”. En Harari, L., Mazzeo, M., y Alemany, C. (Coords.): Uruguay + 25: documentos de investigación, Montevideo: Fundación ASTUR, Trilce. 

  2. Ver https://tools-legacy.gapminder.org 

  3. Schneider, B. R. (2013) Hierarchical Capitalism in Latin America: Business, Labor, and the Challenges of Equitable Development. Cambridge University Press. 

  4. Geymonat, J. (coord) (2021) Los de arriba. Estudios sobre la riqueza en Uruguay. Montevideo: FUCVAM. pp. 86 

  5. Notaro, J. (2018) “Masa salarial y estructura de clases en Uruguay” En Elías, A; Oyhantçabal, G. y Alonso, R. (coord.): Uruguay y el continente en la cruz de los caminos. Enfoques de Economía Política. Montevideo, Inesur-Cofe y Fundación Trabajo y Capital. 

  6. Poulantzas, N. (1979) Estado, poder y socialismo. México, Siglo XXI editores.