El experimento fiscal en Estados Unidos, además de generar un fuerte salto en el crecimiento para este año, disparó un debate en torno a los riesgos inflacionarios que podrían consolidarse si la economía se “sobrecalienta”. El último dato de inflación, que corresponde al mes de abril, pautó un incremento de los precios del orden de 4,2% interanual.
Eso, para nosotros, no representa “mucha inflación”, pero para Estados Unidos sí. De hecho, es el registro más alto desde setiembre de 2008. Igualmente, vale hacer una precisión: la base de comparación para esta medición interanual es muy baja, dado que en abril de 2020 el país registró deflación producto de la crisis inducida por la covid-19.
No obstante, el dato sigue pautando “mucha inflación”, especialmente en relación con dos dimensiones relevantes: la meta establecida por la Reserva Federal (2%) y las expectativas, que apuntaban a un aumento considerablemente menor para abril. Es ahí donde se empieza a generar el ruido sobre cuál será el rumbo de la política monetaria que tomará el principal banco central del mundo ‒el que tiene la “maquinita de hacer dólares” ‒ y los riesgos asociados.
El problema, al margen de este dato puntual, pasa por la persistencia que podrían tener estos niveles de inflación hacia adelante, dado el importante dinamismo económico asociado con el fuerte empuje fiscal.
Si persiste esta dinámica, la FED podría tener que reducir su cuota de estímulos ‒por ahora la política monetaria y la fiscal están alineadas para darle soporte a la actividad‒. Esto supondría un freno para el programa de compra de activos ‒una de las formas de estímulo‒ y un aumento de las tasas de interés ‒otra de las formas de estímulo‒ antes de lo previsto. Por ahora, la evaluación de la institución es que las presiones sobre el sistema de precios son transitorias y que las tasas se mantendrán bajas por un tiempo ‒hasta 2024‒, pero es una discusión que va tomando color y encendiendo el debate, incluso dentro del propio organismo.
Por fuera de la institución, uno de los actores más críticos en torno al accionar de la política económica ha sido Lawrence Summers, exsecretario del Tesoro bajo la administración Clinton. En su visión, esta es la política más irresponsable de las últimas cuatro décadas, tanto en su vertiente fiscal como monetaria.
Por un lado, los paquetes fiscales ‒aprobados y anunciados‒ son demasiado grandes. Por el otro, la FED está generando una “complacencia peligrosa” en los mercados financieros y malinterpretando la marcha de la economía desde la perspectiva de la inflación. Para él, los principales riesgos de hoy no refieren a la recesión o al “desempleo excesivo”, sino al “sobrecalentamiento”, la “inflación del precio de los activos” y el “excesivo apalancamiento financiero”, con su consecuente impacto sobre la estabilidad del sistema. Y no es el único. Son varios los economistas con exceso de credenciales que comparten esta visión.
También son varios los economistas con exceso de credenciales que se paran en la otra vereda. Entre ellos se destacan Paul Krugman ‒tuitero activista y premio nobel de economía en 2008‒, Jerome Powell ‒presidente de la FED‒ y Janet Yellen ‒actual secretaria del Tesoro y expresidenta de la FED‒.
“¿Podemos pensar en grande y actuar lo suficientemente grande para abordar estos problemas, como lo ha hecho nuestro país en el pasado?”, preguntó Yellen días atrás. “No hemos apoyado lo suficiente la I+D pública para garantizar que Estados Unidos mantenga su ventaja tecnológica. No hemos aceptado las inversiones en educación y capacitación que necesitamos para mantenernos al día con el cambio tecnológico y competir en el mercado internacional, como lo hicimos una vez... Y no hemos creado sistemas de apoyo para que las familias mejoren la salud, la educación y el bienestar de los niños y proporcionen un cuidado infantil adecuado. Por todo esto [Joe Biden] propuso el Plan de Empleos Americanos y el Plan Familias Americanas. Estas políticas promoverán una economía dinámica con mayores oportunidades para los trabajadores, mejores niveles de vida y, con el tiempo, con reducción de la desigualdad”.
Como les dije, es una discusión que va tomando color y encendiendo el debate: ¿es un impulso vigoroso para “reconstruir mejor” y abordar desafíos estructurales, o es un desmadre inflacionario con inestabilidad financiera y descalabro fiscal? Habrá que esperar, como en esa famosa escena de la película Match Point (Woody Allen, 2005), para ver de qué lado de la red cae la pelota de tenis.
Ahora bien, desde este rincón del mundo toda esta discusión parece algo lejana, irrelevante, podría decir alguno, incluso; ¿qué me importan a mí las perspectivas de inflación de los ‘yanquis’ si yo compró en el almacén de la esquina? Pero es menos lejana e irrelevante de lo que parece. Por el contrario, será clave desde el punto de vista de las perspectivas para el dólar, el precio de las materias primas, y las condiciones y costo de acceso a financiamiento en los mercados internacionales.
Esta es una de las razones del éxito detrás de la operación de deuda realizada el 13 de mayo: su timing, dado que el escenario financiero internacional podría agitarse durante los próximos meses. Y eso nunca es bueno para un país como el nuestro; mucho menos, para nuestros problemáticos vecinos.