La semana pasada el ecosistema emprendedor nacional tuvo su momentum al ver cómo una empresa nacida en Uruguay, dLocal Payments, pasó a la historia al abrir una porción de su capital en Nasdaq, la bolsa de Nueva York, alcanzando una valuación mayor a los US$ 9.000 millones en las primeras sesiones.
La empresa emplea a unas 400 personas (no todas en Uruguay), en general con perfil calificado alto y con una remuneración promedio mayor a los US$ 4.400 mensuales en lo que va de 2021.
La historia de una compañía que en muy pocos años logró desarrollarse, internacionalizarse, crecer y cotizar en una de las principales bolsas internacionales, habiendo nacido en una economía limitada como la de Uruguay, merece ser contada. Pero además, merece un llamado a la reflexión: ¿cómo hacer para ir por más? Más emprendimientos innovadores, que agreguen valor, capaces de generar trabajo de calidad y de colocar a Uruguay en el radar del mundo del futuro.
Claro que no planteo que el caso de dLocal sea la norma, tanto en dimensión como en repercusión, pero sí que el camino que ha transitado no sea en vano para el conjunto de la sociedad.
Casi por natura, las empresas nacen pequeñas, o en el mejor de los casos, medianas. Analizar entonces cómo germina la mayoría de los proyectos en nuestra economía nos asisitirá en el diagnóstico o punto de partida.
Educación, educación, educación
Un proceso de desarrollo virtuoso precisa inequívocamente de un sistema educativo diseñado y pensado. Es un engranaje clave. Cómo formamos y en qué formamos a nuestros niños y jóvenes es el ecosistema social y económico que construimos. Desde disciplinas actuales y necesarias, la inevitable formación en tecnología y sus diversos lenguajes, hasta la transmisión de valores de comunidad. Formación para que cada uno pueda desempeñarse y realizarse, y tambien para emprender. La calidad de la educación está estrechamente vinculada a la capacidad de innovar.
En Uruguay aquellos que logran emprender tienen un perfil educativo más elevado que el resto de la población. En efecto, 33% de los empresarios de mipymes tiene formación terciaria, mientras que en la población en general los que tienen formación terciaria mayores de 25 años representan 20%.
Por otra parte, existe un claro aumento del nivel educativo conforme crece el tamaño de los emprendimientos. Por ejemplo, 32% de los microempresarios posee educación terciaria o superior, cifra que aumenta a 37% entre las pequeñas y llega a 46 % en las medianas empresas.
Además, 45% de las mipymes desarrollan procesos de innovación. Si se considera el perfil del empresario, existe una clara correlación positiva entre el nivel educativo del dueño y la innovación de la empresa. Así, por ejemplo, de las empresas lideradas por empresarios que alcanzaron hasta primaria, innovan 34%; mientras que de los que alcanzaron formación terciaria, innova 50%.
Es claro entonces que para tener un ecosistema emprendedor saludable, innovador y pujante, se debe apostar al proceso educativo como base fundamental. Además, las brechas educativas determinan la calidad de los emprendimientos, limitando a aquellos que menos formación han recibido.
Con bolsillo propio o “se pasa la gorra”
Otro de los elementos clave para emprender es el capital inicial. En Uruguay los emprendimientos comienzan en su inmensa mayoría con capital propio o con préstamos de familiares y amigos. La fuente inicial de financiamiento de las microempresas es 81% capital propio y 14% préstamos del círculo cercano del emprendedor. En empresas pequeñas estos porcentajes son 77% y 12%, y en las medianas 75% y 9%, respectivamente. Por lo tanto, la situación económica de los fundadores o el círculo de contactos para fondearse también es determinante.
No es sencillo el acceso al crédito en nuestro medio, y menos para el inicio. Agencias estatales de emprendimiento e innovación como la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII) o la Agencia Nacional de Desarrollo (ANDE) deben jugar un rol clave y dinamizador para que ideas con fundamento de negocio puedan ver la luz.
Además urge revitalizar nuestro sistema de mercado de capitales, con el fin de que las empresas uruguayas tengan escalas de apertura de capital previo a la llegada a bolsas internacionales. Las veces que se han puesto a disposición de particulares instrumentos de inversión masivos, la demanda ha superado la oferta. A modo de ejemplo, el fideicomiso del parque eólico Pampa tiene 4000 inversores locales minoristas. Queda la sensación de que faltan instrumentos y no pequeños ahorristas dispuestos a ser pequeños inversores, que apalanquen a nuestros emprendimentos.
Incentivos precisos
dLocal ha desarrollado su actividad en Uruguay bajo el régimen de zonas francas con una exención total de impuestos nacionales. Este régimen tiene como objetivo fundamental atraer inversión, promover las exportaciones y generar empleo. Objetivos loables y compartibles que el plan de negocios de la empresa parece haber cumplido satisfactoriamente. El diseño de incentivos a la inversón y al emprendimiento nos lleva al ejercicio permanente de evaluar qué más se puede hacer, por dónde debe pasar su actualización y qué aspectos se deben priorizar.
En un país caracterizado por su envejecimiento poblacional, y por cierto también de su clase dirigente a todo nivel, donde asumir “el paso al costado” cuesta muchísimo y los procesos de planificación sucesoria son excepcionales, encontrar emprendimientos como dLocal, en los que sus fundadores han confiado el liderazgo a jóvenes talentos, humildes y formados, es digno de mención y admiración.
“Dime algo y lo olvidaré, enséñame y lo recordaré, involúcrame y aprenderé”, afirmó Benjamin Franklin. Tenemos más de un desafío: no olvidar esta historia, recoger sus enseñanzas y sobre todo involucrarnos, por opción, para aprender cómo ir a más.
Los datos presentados sobre las mipymes en Uruguay fueron extraídos de la última Encuesta Nacional de Mipymes publicada en 2020, con la situación a 2017.