“Como ya les dijimos, proponemos una transformación institucional, deportiva y también económica, el club no está pasando por sus mejores momentos, pero con el equipo de trabajo conformado estamos absolutamente confiados y capacitados para poder llevar adelante esta transformación”, decía un promisorio candidato a presidente de una histórica institución del fútbol uruguayo en un spot publicitario previo a las elecciones de la institución.

La fórmula que se conformaba tenía como buque insignia la modernización y la transformación del histórico club, que se encontraba sumido en una profunda crisis de larga data. El candidato ganó aquella elección. Un año y dos meses después, seis directores técnicos habían pasado bajo su mandato, la institución quedó sumida en deudas y el novel presidente renunció a su cargo en mitad de mandato -y de temporada-, aduciendo que había desatendido su actividad profesional. El vicepresidente no lo sustituyó, y debió “agarrar el fierro caliente” quien ocupaba la Secretaría General del club, quien, como pudo, intentó sacarlo adelante. Sin embargo, el inexorable final ya estaba escrito: la institución ese año terminó descendiendo en una situación financiera y deportiva caótica.

Este podría ser otro simple ejemplo del fracaso de gestión de un club deportivo, pero describe con meridiana claridad la realidad que viven la mayor parte de las instituciones del fútbol uruguayo. En este caso se prometía una gestión basada en la modernización y profesionalización, pero esta fue devorada por la realidad que padecen la mayor parte de los clubes en un contexto de crisis crónica del fútbol uruguayo. Desde nuestro punto de vista, existen tres grandes causas estructurales a esta crisis: la polarización del medio entre dos clubes que captan 90% de la afición, el pequeño tamaño del mercado y la falta de profesionalismo de la clase dirigencial.

Ante la crisis aparece una nueva solución: la Sociedad Anónima Deportiva.

La Sociedad Anónima Deportiva. ¿Cambio de estructura del fútbol uruguayo?

En efecto, muchos creen que la solución a este tipo de crisis institucionales es la inyección de capitales por parte de grupos privados. Y ello lleva, indefectiblemente, a que el debate se centre en si los clubes deben adquirir la forma jurídica de una Sociedad Anónima Deportiva (SAD).

Parecería, en primera instancia, que la SAD es la figura más propicia para la atracción de inversores, ya que, además de las ventajas en las exoneraciones impositivas, los clubes pueden sacar ganancias a través de la transferencia de jugadores.

Son numerosos los clubes que han tomado la solución de erigirse en Sociedades Anónimas Deportivas. Deportivo Maldonado, Rentistas, Atenas de San Carlos, Boston River, Torque, Plaza Colonia, Albion, Rocha F. C., Huracán Buceo, Miramar Misiones, Central Español y Racing. Además, existen otros tantos que están estudiando las ventajas de cambiar su forma societaria.

Los clubes uruguayos despiertan el interés de los grupos inversores por dos causas fundamentales. En primer lugar, la cantidad de futbolistas con potencial, que no deja de ser llamativa para la población del país. En segundo lugar, la crisis económica en la que están sumidos los clubes, que hace necesario buscar un socio inversor o eventualmente “un dueño” con capitales para inyectar. No hay dudas: las Sociedades Anónimas Deportivas son una solución tentadora.

¿Pierden soberanía los clubes transformados en SAD?

La transformación del club en Sociedad Anónima Deportiva ha provocado y provoca polémica, porque muchos creen que los socios pierden el control del club. Y ello es en parte cierto, en tanto el poder de decisión de las cuestiones del fútbol profesional pasa de la comisión directiva, que es elegida por los socios en una Asociación Civil, a la SAD, cuyas autoridades son elegidas por quienes inyectan el capital.

Pero no es menos cierto que, más allá de la aprobación de memoria y balances, las asambleas de socios de las asociaciones civiles deportivas intervienen en cuestiones puntuales por el llamado a asamblea de la Comisión Directiva, que también es elegida por los socios.

Es evidente, por otro lado, que existen clubes más propensos a ser transformados en SAD que otros. A modo de ejemplo, no resulta una solución posible (al menos a corto y mediano plazo) que los dos clubes más importantes de Uruguay, Nacional y Peñarol, sean transformables en Sociedades Anónimas Deportivas. Eso es por la cantidad de socios que poseen, y también por la idiosincrasia de que estos clubes son propiedad de los hinchas. En cierta medida, a esta postura le asiste razón: el acto más importante que suelen realizar los socios es la participación en las elecciones del club para elegir las autoridades que guiarán los destinos del fútbol profesional del club. Y este acto suele ser suprimido, con cierta lógica, al momento de constituirse en SAD.

Proliferación de la SAD

Existe otro factor esencial que provoca la proliferación de la SAD en el fútbol uruguayo: la necesidad de los “contratistas” de transferir futbolistas. La FIFA ha prohibido específicamente mediante la modificación Reglamento y el Estatuto de Transferencias del Jugador, con el agregado del Artículo 18 TER, a cualquier tercero el derecho de participar, parcial o totalmente, del valor de un futuro traspaso de un jugador de un club a otro, o que le otorgue derechos relacionados con futuros fichajes o con el valor de futuros fichajes.

En efecto, ante la prohibición a los terceros de ser “dueños del pase”, los contratistas o grupos inversores han optado por invertir capital en los clubes, “adueñarse” de estos, y así evitar la prohibición de la FIFA. El contratista que se encuentra detrás de un club es quien puede transferir los derechos económicos de los futbolistas.

¿Ganar o vender?

La constitución de la SAD puede ser una solución viable para los clubes, pero sus hinchas tendrán que adaptarse al cambio de lo que antes era el gran objetivo de los clubes. A menudo escuchamos, y cada vez con más asiduidad, frases como: “El fútbol es un negocio” o “esto es por plata”, señal de que lo mercantil le saca cada vez más distancia a lo lúdico; el éxito competitivo deja paso al beneficio económico.

Eso no significa que un equipo tenga menos posibilidades de que le vaya bien deportivamente siendo una SAD que una Asociación Civil. Existen equipos que han tenido rendimientos deportivos superiores cuando se transformaron en SAD.

Por otro lado, no olvidemos que las SAD inyectan capitales que, para los clubes con padecimientos económicos, son fundamentales para subsistir. Sin embargo, también debe tenerse en cuenta que, a los efectos de obtener un buen rédito económico, el objetivo de los inversores pasa a ser, en primer lugar, la transferencia de jugadores.

Ganar o vender no deben concebirse como objetivos excluyentes, uno puede ir -y en la mayoría de los casos sucede- de la mano del otro. No resulta novedoso que, cuando mejor le va a un club en el plano deportivo, más posibilidades tiene de trasferir jugadores. Sin embargo, pueden existir momentos en que vender y ganar no vayan de la mano, en los que el valor de mercado de un futbolista se encuentre al máximo, y cuando el club se encuentre en medio de instancias definitorias de un torneo -o no uno, sino varios-. Si el club es una SAD, es más factible que priorice el beneficio económico al deportivo.

Eso ya sucedía cuando todos los clubes eran asociaciones civiles. Si embargo, con la SAD sucede más a menudo. Piense en Rentistas, que en la temporada pasada, a mitad de año, y luego de ser el brillante campeón del Torneo Apertura, terminó siendo desmantelado al transferir ocho jugadores titulares. No es menos cierto que los éxitos del equipo, sin la SAD que los sustentó, muy difícilmente se hubieran logrado.

¿Los dirigentes?

A partir de lo anterior, a nuestro juicio la discusión no debe pasar por si son más beneficiosas o no las Sociedades Anónimas que las Asociaciones Civiles para que pueda mejorar el fútbol uruguayo. Dependerá de las características particulares de los clubes, así como de su situación económica, sus posibilidades deportivas, su historia o su popularidad. La salida a la crisis del fútbol uruguayo depende de la capacidad de gestión de sus dirigentes. Y esa capacidad debe perfeccionarse con dos elementos fundamentales: la capacitación y la retribución económica.

La actividad del dirigente debe aggionarse a los desafíos que hoy presenta el fútbol profesional, que son muy diferentes a los de cualquier otra empresa. Balances positivos son fundamentales para una buena gestión, pero la lupa de la afición y de la prensa va a estar puesta en los resultados deportivos (variable que no maneja ninguna otra empresa en otros rubros).

En ese sentido, la capacitación tiene que ver con el conocimiento en el área deportiva, no del juego en sí, pero sí de sus diferentes componentes. Por ejemplo, conocer el trabajo de los captadores, los aspectos que hacen a las formativas del club, la coordinación deportiva, la gerencia, el mercado de futbolistas, la actividad política en la Asociación Uruguaya de Fútbol, entre otros.

Por otro lado, la profesionalización es un factor fundamental, una retribución acorde a la gestión. Parecería un contrasentido que la clase dirigencial, aquella que –como su nombre lo indica- es la principal jerarquía, sea la única de todos los estamentos del fútbol que no percibe una retribución por su gestión. Eso trae consecuencias negativas a futuro, ya que cada vez resulta mayor el vacío generacional en la clase dirigencial, lo que hace cada vez más dificultosa la transición hacia las generaciones directrices venideras.

Hoy predomina, como dirigente, aquella persona con experiencia, con una carrera profesional o empresarial ya constituida, y con la solidez financiera que le permite tener tiempo para esta actividad sin necesidad de retribución. Sin embargo, la complejidad del fútbol moderno hace que las generaciones más jóvenes no se vean seducidas para incursionar en la carrera dirigencial. En efecto, es una actividad que requiere mucho tiempo, sin retribución alguna y que supone grandes cantidades de estrés; la “presión de ganar”, las importantes sumas de dinero que se manejan y la seguridad laboral de las diferentes personas que ejercen funciones en el club.

Desde nuestro punto de vista el problema no se encuentra en la forma societaria que adopten las instituciones (aunque sí es importante que las Asociaciones Civiles restructuren su funcionamiento a órganos más adaptables a los tiempos que corren), sino en la necesidad de capacitación y profesionalización de los dirigentes para realizar una buena gestión. Quizás si aquel promisorio dirigente que quería modernizar el club hubiera contado con estas herramientas, hubiera realizado una buena gestión.