El 4 de abril un tuit de la cuenta oficial del tesoro inglés sacudió al mundo cripto y dejó en evidencia que el país comenzó a tomarse muy en serio todo este asunto, especialmente en lo que refiere a los NFT.

En ausencia de una aclaración adicional, uno tendería a pensar que esta comunicación iba en la dirección de una regulación más restrictiva para contener el avance de lo que muchos consideran una movida especulativa y una burbuja financiera producto de un mundo de plata dulce y excesos. Sin embargo, el anuncio va en el sentido contrario.

En efecto, el objetivo de la declaración oficial fue anunciar que Rishi Sunak, canciller de hacienda del mandatario Boris Johnson, había solicitado al Royal Mint, la autoridad monetaria británica, que empezara con el proceso de creación de su primer NFT oficial. Posteriormente, el tuit se complementó con una declaración que afirmaba que la medida “muestra el enfoque de largo plazo que estamos determinados a tomar para con los criptoactivos en Gran Bretaña”.

Retruco

Pero Sunak no se quedó ahí y la siguió a través de su cuenta personal de Twitter en la que destacó que se está trabajando en la legislación para que las stablecoins (monedas crypto atadas a valores tradicionales, como el dólar) se constituyan como una forma de pago legalmente reconocida en el país. El mandatario volvió a resaltar las bondades y la potencialidad que ofrece el mundo cripto y la necesidad de introducir un enfoque regulatorio amistoso para aproximarse a este ecosistema que está en constante fase de evolución. “Al reconocer el potencial de esta tecnología y trabajar en la regulación, podemos asegurar estabilidad financiera y proveer un grado más amplio de opciones de pago para los consumidores”1. Y como si eso fuera poco, redobló su apuesta añadiendo que su intención era hacer de Inglaterra un hub global para el universo cripto. Más claro echale agua.

Vivir es competir

La navaja de Ockham es un concepto sencillo y poderoso que plantea que, en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la correcta. En este caso, y en mi opinión, la respuesta más simple es la competencia. La competencia entre estados en un mundo globalizado y líquido para captar un capital que, ante un abanico cada vez más amplio de opciones, se vuelve crecientemente exigente. Y no crecientemente exigente en el sentido de pretender seguridad, estabilidad o un retorno productivo. Ya han dado pasos en este sentido Portugal, El Salvador, Estonia y algunos estados de Estados Unidos, en un intento de promover entornos que aseguren una fórmula tan potente como esquiva: conjugar seguridad jurídica y libertad para innovar sin demasiadas restricciones en este terreno.

De esta manera, podríamos interpretar esta reveladora comunicación británica como un paso más en la competencia interestatal para captar inversores y operadores del mundo cripto, que cada vez mueve más plata y que comienza a verse legitimado por parte de los inversores institucionales. Además, que salga de un país tan relevante en la arena internacional como es Inglaterra (al margen de los vaivenes que está atravesando desde hace varios años) representa una señal a tener en cuenta a la hora de imaginarse lo que se puede venir.

Glosario Incrypto para navegar por esta nueva (y extraña) terminología

El NFT es un token no fungible –non fungible token en su expresión original–, es decir, una representación digital de un activo que se encripta mediante tecnología blockchain para hacerlo único y asegurar su autenticidad. Es una suerte de certificado que demuestra la propiedad y la procedencia de un artículo digital coleccionable. Ese artículo, una vez sintetizado dentro de un código encriptado, bebe del inigualable valor que ofrece la escasez. Justamente de ahí viene lo de “no fungible”, algo que lo diferencia de otras tendencias tecnológicas de inversión, como puede ser el bitcoin. El bitcoin es fungible: si dos personas intercambian un bitcoin van a obtener lo mismo. Con los NFT eso no sucede porque no son intercambiables. Todo lo contrario, identifican un activo que es único e irremplazable, sea por su escasez, su originalidad o su autoría.