“¿Sabés cuál es una de las cosas que más detesto en esta vida? Los buscadores de coincidencias, te juro que es una cosa que no lo puedo soportar. Me enerva. ¿Viste la gente que está buscando coincidencias inútiles todo el tiempo? ¿Ubicás lo que te digo?”1

Al pensar el título para esta columna confieso que me sentí un poco como el personaje de Valeria Bertuccelli (“la Tana” Ferro) en la película Un novio para mi mujer. Es que una lamentable coincidencia se está cruzando y bien valía la pena pecar en el abuso del recurso. Son tiempos de regresos. Ha regresado, como otrora, la percepción entre los uruguayos de que la situación económica es nuestro principal problema,2 y dentro de éste, destaca la inflación. Además, ha regresado, luego de la parálisis por la covid-19, la tradicional vuelta ciclista. ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? Seguramente nada. Pero en estos días se percibe otro regreso, algo más dañino. La vuelta ciclista financiera, la bicicleta financiera o el carry trade. ¿Qué tiene que ver esto con la inflación? Mucho.

El rebrote

El rebrote inflacionario tiene varias aristas. Nuestra economía, previo a la crisis desatada por la covid-19, recuperación y escenario internacional complejizado, atravesaba ya una especie de inercia inflacionaria. De hecho, en 2019 terminamos con una inflación del 8,79%, un valor casi idéntico al acumulado en los 12 meses cerrados a febrero de 2022 (8,85%). Sin embargo, los datos acumulados a marzo (9,38%) se van acercando al trágico umbral psicológico de 10%, superado en varios meses durante 2020. ¿Por qué, si las diferencias inflacionarias entre 2019 y 2022 no son tan materiales hoy, es percibido como uno de los principales problemas entre los uruguayos?

Podríamos aventurar algunas respuestas. La primera, puede que exista la percepción entre aquellos que viven de un salario (la amplia mayoría) de que ya no existe un seguro en la pauta salarial que cubra de forma frecuente y periódica los efectos de la inflación sobre sus haberes. De hecho, ya se acumulan dos años consecutivos de caídas en el salario real, y todo hace pensar que este 2022 será el tercero. Por tanto, la percepción de que el sueldo cada vez alcanza para consumir menos bienes es real.

La segunda es un efecto acumulación, durante estos años extremadamente atípicos y volátiles, muchos de los desvíos macro podían verse atenuados y hasta justificados por la situación sanitaria. En definitiva, estaban las vidas en juego. Y en tercer lugar, el rebrote inflacionario está siendo un problema generalizado en todas las economías de funcionamiento civilizado. Estados Unidos ha alcanzado niveles que no se veían hacía más de 40 años (8,50% anual a marzo 2022) y la zona euro en condiciones similares.

Es que la recuperación poscovid venía con presiones inflacionarias basadas en el despertar de la demanda global contenida saturando a la oferta, sumado a la emisión monetaria. A ese caldo de cultivo, se le agregan las consecuencias de la invasión de Rusia a Ucrania, desatando efectos desestabilizadores en el mercado de la energía y el de los alimentos. Problemas complejos, de un mundo en extremo complejo. Los problemas complejos se caracterizan porque no tienen una definición clara, el objetivo a lograr tampoco es evidente y los pasos que hay que dar son igualmente difusos.

En esa marea de incertidumbre es que fluctúan los precios a nivel global en la actualidad. Sobre todo, precios de artículos sensibles, de primera necesidad, que pegan más a quienes menos tienen. Tan generalizado es el problema, como la mayoría de las respuestas en las diversas economías. El incremento de las tasas de interés de referencia ha sido la respuesta reflejo, que recrudece un viejo dilema: las tasas más altas podrían controlar la inflación, pero al mismo tiempo, hipotecan el crecimiento económico. En esta respuesta cuasi generalizada, Uruguay no fue la excepción. Sin embargo, ¿es una medida que tiene el mismo efecto o efectividad en las diversas economías? Posiblemente no.

La bicicleta financiera

Uno de los efectos no deseados de la política de incremento de tasas de interés que viene llevando adelante el Banco Central es alimentar las condiciones para la llegada de capital especulativo, como sucede en varios países de América Latina. El llamado carry trade opera muy bien en economías que elevan sus tasas de interés y suelen cumplir con sus compromisos, además de poseer ciertas estabilidades. Este incremento de tasas en definitiva lo que hace es incrementar la brecha entre el costo del dinero en países desarrollados y los rendimientos financieros en economías emergentes medidos en moneda de origen. Cuando los rendimientos en pesos uruguayos garantizados por el Estado aumentan, se produce un doble efecto atractivo.

Por un lado, el rendimiento natural de una tasa elevada. Por el otro, la apreciación esperada de la moneda. De modo que, al cabo del período de especulación, el “inversor” se habrá llevado el interés obtenido por su riesgo, sumado a un rendimiento por diferencia de tipos de cambio. Además un peso uruguayo fortalecido (o dólar “barato”) genera ilusión de riqueza para el consumo y ciertas comodidades de gestión en el combate a la inflación. Pero allí, a la vuelta de la esquina, estará el reclamo del sector exportador, sobre todo de bienes no beneficiados por el incremento internacional de los precios, que ven erosionadas sus actividades. Equilibrios complejos.

Interesante, ¿no? Por eso aquello de que el sol no sale para todos igual o la inflación no afecta a todos por igual. Mientras algunos ven cómo se va erosionando su salario, para otros la afectación proporcional es menor y para otros un negocio redondo a bajo riesgo.


  1. Actriz argentina Valeria Bertuccelli (en el papel de “la Tana” Ferro) en la película Un novio para mi mujer

  2. Cuatro de cada diez personas mencionó la “situación económica” como el principal o segundo mayor problema del país, según la última encuesta de Equipos Consultores. El desempleo y la inflación como los principales problemas económicos.