Según los datos divulgados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), el mercado de trabajo viene exhibiendo un menor dinamismo durante el segundo semestre. En particular, la tasa de empleo se ha mantenido en el entorno de 58,6% en los últimos meses, exhibiendo un leve retroceso durante octubre (una vez depurados los efectos estacionales e irregulares inherentes a la medición). La tasa de actividad, por su parte, viene mostrando una leve tendencia alcista, oscilando actualmente en torno a 64,1%. De esta manera, con el empleo relativamente estable y una mayor oferta laboral (en el margen), la tasa de desempleo se incrementó unas décimas hasta 8,6%. Esto supone que son cerca de 160.900 las personas que durante octubre buscaron trabajo y no lo consiguieron.

Según señaló el economista Nicolás Cichevski, gerente de CPA Ferrere, los datos recientes evidencian que “buena parte del aumento en el número de ocupados durante 2023 se explica por puestos informales o subocupados”. Concretamente, según sus estimaciones, a octubre de este año hay cerca de 48.000 ocupados más que hace un año. Sin embargo, de ese total, 44.000 son trabajadores informales y 25.000 son subempleados.

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Cabe recordar que, de acuerdo a la definición del INE, se considera que un ocupado es subempleado cuando trabaja menos de 40 horas en la semana (en forma habitual), desea trabajar más horas y está disponible para hacerlo, pero no consigue un volumen suficiente de trabajo. Junto a la informalidad, el subempleo representa una de las restricciones que hacen a la calidad del empleo, evidenciando que los vínculos problemáticos de las personas con el mercado de trabajo no se limitan únicamente a la situación del desempleo.

Empleo, salarios y expectativas empresariales

Hace unas semanas la consultora Exante difundió los resultados de su última encuesta de expectativas empresariales, correspondiente a octubre. Este relevamiento, que se realiza dos veces al año, recoge la visión de 330 gerentes y altos ejecutivos de empresas grandes y medianas que operan en Uruguay e indaga sobre múltiples dimensiones.

En particular, en lo que refiere a la dimensión del empleo, el informe advierte que, a pesar de las mejoras del mercado laboral constatadas durante el primer semestre, continúa predominando una “visión cauta respecto a las decisiones de contratación”, con un 22% de los ejecutivos sugiriendo que emplearán más trabajadores el próximo año. Concretamente, el 11% de las respuestas indican un eventual retroceso del empleo en 2024, y el 68% señala que se mantendrá sin cambios el número de empleados. De esta manera, y con relación al relevamiento previo, cayó la proporción de encuestados que prevé aumentar el empleo en su empresa (era 29% en abril de 2023), aunque también bajó la proporción que marca descensos (era 14% en abril). Con esto, el saldo neto de respuestas igualmente se mantuvo en terreno positivo.

Esta mirada más cauta con relación al empleo contrasta parcialmente con lo que esperan los empresarios para la producción de la empresa (48% indica que aumentará en los próximos 12 meses), para la inversión (46% anticipa aumentos para el próximo año) y también para la rentabilidad de la firma (35% señala que aumentará en ese mismo horizonte temporal).

Según explicó la gerenta de la firma, Alicia Corcoll: “Desde hace tiempo venimos encontrando en esta dimensión las respuestas más flojas, y esta encuesta no fue la excepción: se afianzó esa visión cautelosa respecto a las decisiones de contratación”. No obstante, también resaltó que descendió la proporción que está esperando un descenso, y así el saldo neto de respuestas –“aumentará” versus “bajará”– para el empleo se mantuvo en terreno positivo. “No es un balance demasiado alto [11%], pero parece augurar un 2024 en el que seguramente no veamos un crecimiento marcado del empleo [como el que hubo en 2023], pero tampoco abiertamente malo o de caída abrupta”.

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Consultados por los motivos que estarían restringiendo las contrataciones, las principales respuestas que emergieron de los empresarios refieren al salario real elevado (la proporción total de menciones entre los tres motivos más importantes ascendió a 49%), al bajo volumen de negocios (46%) y a la disponibilidad de tecnologías ahorradoras de mano de obra (40%). En menor proporción, fueron esgrimidos también motivos vinculados a la insuficiencia de la productividad de la mano de obra (29%) y a la conflictividad sindical (25%).

Cabe recordar que, ante la fuerte moderación que experimentó la inflación el último año, el salario real ha venido recuperándose en los últimos meses. Según el último dato oficial, el poder de compra aumentó 4,8% en setiembre, lo que supone que, con relación al umbral prepandemia, el nivel para el promedio de los sectores es levemente superior respecto del de 2019. Sin embargo, las realidades sectoriales no son las mismas, y son varios los sectores que aún muestran un rezago en su recomposición, siendo el de restaurantes y hoteles el caso más ilustrativo.

También importa señalar que, más allá de la variación del salario real (que además ha sido principalmente negativa desde 2020), los niveles de ingresos por trabajo que perciben muchos trabajadores son relativamente bajos. En ese sentido, y según los datos del Instituto Cuesta Duarte, uno de cada tres trabajadores uruguayos percibe salarios sumergidos, es decir, salarios inferiores a 25.000 pesos líquidos por 40 horas semanales de trabajo.

Volviendo a los motivos esgrimidos como limitante para aumentar el empleo, y situando el foco ahora en el rol que juega la tecnología, la encuesta también indagó sobre el estado de situación en lo que hace a su proceso de incorporación dentro de las empresas. En ese sentido, casi el 75% de los ejecutivos que fueron consultados “han introducido o están planeando introducir nuevas tecnologías en su empresa, predominantemente del tipo de automatización de procesos o tareas”. Este es un tema que ha venido aumentando en relevancia, como evidencia el análisis comparativo del relevamiento durante los últimos años.

Los ajustes salariales ante un nuevo escenario de inflación

En cuestión de un año la inflación bajó de 9,9% (setiembre de 2022) a 3,9% interanual (setiembre de 2023), un fenómeno que fue permeando gradualmente sobre la conformación de las expectativas, tanto de los analistas como de los empresarios (que se han mostrado siempre particularmente rígidas).

Según la última encuesta de expectativas relevada por el BCU, los analistas estiman que la inflación cerrará este año en torno a 5,2%, acelerándose gradualmente durante 2024 (para finalizar diciembre en el entorno de 6,5%) y volviendo a moderarse en 2025 (6,1%). En el mismo sentido, los empresarios consultados por el INE también han corregido a la baja su visión sobre el devenir inflacionario de los próximos dos años, esperando ahora que la variación de los precios oscile en torno al 7%.

En la misma dirección apuntan los datos relevados por esta encuesta, que advierten que “con la sorpresa desinflacionaria de este año las expectativas de inflación de los ejecutivos para el cierre de 2023 y 2024 se ajustaron en forma marcada”. De hecho, sólo 6% de los empresarios anticipa que la inflación será mayor al 8% en 2024 (hace un año era 54% esa proporción).

Sin embargo, más allá de lo anterior, la encuesta de Exante encuentra que, pese a la reducción de la inflación y de las expectativas, “no todas las empresas están incorporando menores ajustes nominales de precios y costos en sus presupuestos para el año próximo”. En particular, 39% de los empresarios señalaron que tienen una perspectiva de menores incrementos en los costos salariales para su presupuesto 2024”. En otras palabras, la incorporación de un nuevo escenario de inflación como el que se configuró durante los últimos meses no ha sido generalizada por las empresas.