“Esta es la herencia que nos dejan: una inflación plantada del 15.000% anual; vamos a luchar con uñas y dientes para erradicarla”, advirtió el presidente libertario al asumir el cargo. “Es más, este número, que parece un disparate, quiero que sepan que implica una inflación del 52% mensual, mientras que hoy mismo ya viaja a un ritmo que oscila entre el 20% y el 40% mensual para los meses entre diciembre y febrero. Esto es, el gobierno saliente nos habrá dejado plantada una hiperinflación, y es nuestra máxima prioridad hacer todos los esfuerzos posibles para evitar semejante catástrofe que llevaría a la pobreza por encima del 90% y la indigencia por encima del 50%. En consecuencia, no hay alternativa al ajuste”.

Sobre este tema, se refirió explícitamente al “Rodrigazo” de 1975, indicando que el sobrante de dinero que hereda del gobierno anterior duplica el que había en aquel momento. Por ese entonces, “se multiplicó por seis veces la tasa de inflación. Un evento similar implicaría multiplicar la tasa de inflación por 12 veces, y dado que la misma viene viajando a un ritmo del 300% podríamos pasar a una tasa anual del 3.600%”. A esto, además, le agregó el riesgo que se desprende de los pasivos remunerados del Banco Central, dado que la situación “es peor que la que había antes de la hiperinflación de Raúl Alfonsín”.

En el marco de sus anuncios, el ministro de Economía, Luis Caputo, también se refirió a los excesos en la emisión monetaria de los últimos años, que estimó en más de 20 puntos del producto, y que “ha hecho que actualmente la inflación navegue al 300% anual”. “Si seguimos como estamos, vamos inevitablemente camino a una hiperinflación”, reiteró posteriormente antes de volver a referirse al riesgo de que el aumento de los precios alcance el 15.000%, como había advertido Milei dos días atrás.

Si bien existen varias referencias cuantitativas para establecer cuando un país ingresa en una situación como esta (la definición canónica establece el umbral en 50% mensual, por ejemplo), son las señales y los aspectos cualitativos los que se aproximan mejor para capturar este fenómeno. Como señaló el economista Juan Carlos de Pablo, “la hiperinflación se ausculta a partir de saber que la población huye de manera significativa de la demanda de moneda local, tanto en efectivo como en depósitos denominados en la referida moneda. No es un criterio numérico y, por consiguiente, está sujeto a mayores polémicas, pero es más adecuado”.

En ese sentido, el pasaje de una inflación elevada como la actual –que se ubicó en torno a 143% interanual en octubre– a una hiperinflación puede ser abrupto en tanto el fenómeno, una vez que se instala, escala exponencialmente, jalonado por el comportamiento de los agentes que huyen de la moneda. Ahora bien, como el futuro argentino es demasiado incierto como para aventurar pronósticos, vale la pena hacer un repaso histórico de los episodios previos de hiperinflación que atravesó el país.

En el caso del Rodrigazo, la referencia viene de Celestino Rodrigo, que asumió la cartera de Economía en 1975 y promovió desde allí una liberalización de los precios, una devaluación y la corrección de las tarifas. Producto de lo anterior, la inflación saltó del 40% al 335% entre el cierre de 1974 y el cierre de 1975. “Mañana me matan o mañana empezamos a hacer las cosas bien”, había dicho el día antes de anunciar su plan, el 3 de junio de aquel año.

Años después, y alternando registros muy elevados, la situación volvió a descontrolarse en el gobierno de Alfonsín y posteriormente en el de Carlos Menem. Concretamente, la inflación culminó en 1989 en el entorno de 4.924% anual, y llegó a alcanzar un pico de 20.263% en marzo de 1990. Posteriormente, el ritmo de crecimiento de los precios comenzó a disminuir, cerrando el año en el entorno de 1.344%. Ese proceso continuó hasta que en agosto de 1993 la inflación volvió a ser de un dígito (9,1%).

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Actualmente, la última estimación que se desprende del relevamiento de expectativas que mensualmente hace el Banco Central sugiere que la inflación terminaría el 2023 próxima a 190%, aunque es una proyección que no recoge el impacto que tendrán las medidas anunciadas por Caputo. De hecho, JP Morgan advirtió que la variación de los precios podría ser de 450% en los próximos meses. En efecto, la corrección cambiaria y la reducción de los subsidios a la energía y al transporte se suman a los reajustes de precios que ya vienen procesándose en las últimas semanas y al efecto acumulado de los desequilibrios y excesos monetarios preexistentes. Habrá que esperar, pero el panorama es verdaderamente sombrío y la situación va a empeorar mucho antes de, quizás, comenzar a mejorar.