Quiero renunciar a toda pretensión de originalidad en el inicio de esta columna, como lo hiciera –con mayor elegancia y sobre un tema infinitamente más importante– el fiscal Julio Strassera en su alegato final del Juicio a las Juntas. Hago esta renuncia ya que es difícil comenzar a desentrañar la caída de Silicon Valley Bank (SVB), el 16° banco más grande de Estados Unidos que implosionó espectacularmente el viernes, mejor de lo que lo hizo el exgestor de fondos de inversión Marc Rubinstein.1 La cosa empieza así:

—Cuando no estás trabajando, ¿qué hacés para desestresarte? −Esta fue la última pregunta que respondió Gregory Becker, el CEO de Silicon Valley Bank en una conferencia a inversores el martes pasado.

—Mi consejo es hacer ciclismo –respondió–. Viviendo en el norte de California y estando en la península... sencillamente creo que es el mejor trecho para hacer ciclismo del mundo.

Tres días después de esta respuesta, el banco fue declarado insolvente y fue intervenido por los reguladores. Quizá un poco de estrés haga bien. Y también un poco más de cuidado por la contabilidad que por la bicicleta.

El porqué de la caída

La caída de Silicon Valley Bank es casi tan simple como tonta. El negocio, que se enfoca principalmente en ofrecer soluciones de cuentas bancarias y crédito a empresas basadas en California -aunque se ha diversificado y expandido hacia consumidores finales y otros rubros en la última década-, pasaba por un mal momento debido a la sequía de inversión que atraviesa el rubro a raíz del aumento de las tasas de interés, que hacen menos atractivas a las empresas incipientes en términos relativos.

La caída en el flujo de negocios no debería haber configurado un problema mayor, pero lo hizo porque se combinó con un grave error financiero: respaldar depósitos de clientes a corto plazo con instrumentos de mediano plazo.

Esto es problemático porque si un cliente demanda fondos, genera la necesidad de vender el activo a mediano plazo con el que estaba haciendo el respaldo. Y si el mercado está pasando por una mala coyuntura, esa venta se hace a pérdida, lo que implica que el banco no puede cumplir con la totalidad de las demandas de fondos que está recibiendo.

Mover dinero no es sólo parte del negocio bancario, es el negocio bancario. Pero dónde ponerlo importa. De todas las reservas de SVB, 55,4% eran activos financieros. Este es el mayor nivel de activos en un balance bancario de todos los bancos comparables, es decir, de lo que se denomina “grupo de pares”. De esos activos, 47,5% tenían madurez −momento en que un instrumento de renta fija, como un bono, repaga el capital al inversor− de cinco años o más. Este también es el nivel más alto dentro de su grupo de pares. Además, SVB tampoco utilizaba instrumentos para contrarrestar su exposición a los diferentes tipos de interés. Básicamente, si uno tiene productos financieros (como bonos del tesoro) cuyo retorno puede variar con movimientos en las tasas de interés, puede cubrirse comprando otros productos (cómo swaps o contratos futuros) que reduzcan el perfil de riesgo de la operación. En el último balance de SVB, filtrado a la prensa, queda constancia de que el banco no tenía absolutamente ningún swap, contrato futuro u opción para mitigar este riesgo.

En resumen, SVB quiso sacar bastante más rentabilidad de lo que era prudente en un mercado altamente volátil. Y la cuestión con los boomerangs es que cuando uno los tira, vuelven.

Casualidades y causalidades

Hay algunos elementos extraños, por llamarlos de alguna manera, en la caída de SVB. Para empezar, la gerenta de riesgos del banco, Kim Olson, fue directora encargada del Deutsche Bank durante la crisis de 2008, encargada del rating de créditos allá por el 2007. En otras palabras, Olson debería ser, supuestamente, especialista en determinar la calidad y posibilidad de default de un crédito. Dicen que uno aprende de sus errores... quizás, puede ser. Ahora bien, también el gerente de administración del banco, Joseph Gentile, fue gerente financiero del área de Investment Banking en Lehman Brothers. ¡Sí, es el mismo Lehman Brothers que están pensando!2

Pero eso no es todo. Otro factor extraño es que el gerente general, el gerente financiero y el gerente de marketing vendieron más de 4,4 millones de dólares en acciones de la compañía en las últimas dos semanas antes de que se liquidara el banco. Que los jerarcas de empresas que cotizan en bolsa vendan parte de sus acciones es un hecho relativamente común. Sin embargo, que lo hicieran tan sólo 14 días antes de que el banco cerrara, cuando es de suponer que sabrían de la situación en la que se encontraban, parece ser, por lo menos, extraño. Y esto despierta otra interrogante, que posiblemente nunca sabremos: ¿en qué banco depositaron las ganancias de la venta de esas acciones?

Lo particular: potenciales efectos de la caída de SVB

Garry Tan es el presidente de Y Combinator, la incubadora de startups tecnológica con mayor prestigio y éxito del mundo. En su aparición en el canal CNBC el pasado viernes, declaró que este era un “evento de extinción” para los emprendimientos incipientes de tecnología, la gran mayoría de los cuales usaban justamente a SVB. En otras palabras, estos emprendimientos enfrentan ahora un futuro sombrío, con grandes chances de no poder ni pagar los sueldos de marzo.

Esto es así porque los fondos en cualquier entidad bancaria estadounidense están garantizados por el gobierno hasta los 250.000 dólares, por lo que una empresa tecnológica que tenga, supongamos, 3 millones de dólares en el banco estaría recibiendo hoy lunes hasta ese tope de la garantía. Dicho de otro modo, deberá esperar el resultado de la liquidación para obtener los restantes 2.750.000 dólares, si es que los obtiene en algún momento.

Por eso es que la caída de este banco es tan particular: no necesariamente por su tamaño, sino por el segmento de clientes que atiende. En efecto, este episodio puede suponer una crisis casi sin parangón en la historia del capitalismo moderno, porque la extinción masiva de empresas tecnológicas, que hoy son pequeñas pero prometedoras, pone en riesgo muchas fuentes laborales en el futuro más que en el presente.

De hecho, de acuerdo a los datos que fueron revelados en la última jornada, tan sólo 2,7% de los depósitos de SVB eran menores a los 250.000 dólares. Esto quiere decir que 97,3% de los depósitos no entran dentro del seguro. Y este no es un dato menor en lo absoluto. De acuerdo a las propias declaraciones del banco, 44% de los emprendimientos con financiación de capitalistas de riesgo (buen elemento para considerar qué tan prometedores en términos de innovación y creación de empleo son) eran clientes de SVB.

Según PitchBook, un directorio de startups tecnológicas, hay aproximadamente 130.000 emprendimientos con financiamiento de capital de riesgo en Estados Unidos. Esto quiere decir que podría haber hasta 57.200 empresas con depósitos perdidos.

Lo general: la teoría de juegos de una corrida bancaria

Las corridas bancarias son un bicho jodido. Una vez que empiezan es muy difícil pararlas. Y esto se debe a un efecto básico de la estadística y la teoría de juegos: si uno tiene, pongamos, 10.000 dólares en un banco y ese banco enfrenta una corrida, uno tiene dos opciones: sacar el dinero o dejarlo (mientras se permitan retiros, obviamente). Si suponemos el mejor caso, es decir, que la corrida no se materializa y que todos los depósitos se mantienen a salvo, uno termina con el mismo dinero que tenía al inicio. Es decir, no gana ni pierde nada.

Ahora, en el peor escenario, que implica que los retiros se tranquen y que haya potencial de pérdida total o parcial de los depósitos, uno puede eventualmente perder el 100% de su dinero. Por ende, si la probabilidad de la corrida es mayor a 0%, o sea que sí existe probabilidad alguna, la elección racional del tenedor de depósitos es sacar el dinero, ya que no va a obtener ninguna recompensa por mantenerse con el banco durante la corrida. Lamentablemente, mientras más personas hagan este razonamiento, más probable es que la corrida se materialice. La decisión racional a nivel individual es negativa a nivel colectivo.

Por eso, en este punto están de acuerdo casi todas las bibliotecas, desde las izquierdas keynesianas hasta las derechas libertarias: frenar una corrida bancaria y hacer salvatajes de depósitos (no necesariamente de los accionistas, lo que ya es bastante más polémico) es un rol clave del Estado en general y de las autoridades de regulación bancaria en particular.

Conclusiones

“El único propósito del castigo es la prevención del mal”, decía Horace Mann, argumentando que realmente no se podía impulsar a los humanos a obrar bien mediante el castigo. Yo opino, con perdón a Mann, que prevenir el mal es más que suficiente. Por ahora, los acontecimientos continúan sucediéndose con el vértigo inherente a este tipo de situaciones, así que esperemos que no haya mayores contagios y que las autoridades del banco enfrenten los castigos correspondientes, no sea que otra vez, como siempre, sean otros quienes paguen por los platos rotos.

En las últimas horas hubo declaraciones oficiales de las autoridades que detallan que este lunes se restablecerá el acceso a la totalidad de los fondos –más allá de lo asegurado– y también que otro banco, esta vez Signature Bank, también fue intervenido y se le aplicará la misma política. La noticia está en desarrollo.


  1. En su newsletter especializado, Net Interest

  2. Fue la institución cuya caída dio lugar al mojón inicial del colapso financiero de 2008.