El potencial de la integración: informe del Banco Mundial

Según el Banco Mundial, América Latina y el Caribe (ALC) mostró cierta resiliencia ante el complejo mundo que se configuró durante los últimos tres años. Desde una perspectiva agregada, sin distinguir las situaciones a nivel país, los niveles de empleo y de ingresos se recuperaron con relación a la situación prepandemia y la pobreza se redujo parcialmente.

En este último caso, la situación cambia cuando se excluye a Brasil, dado el efecto asociado a los “generosos programas de apoyo familiar” que fueron desplegados para amortiguar el impacto del shock. Lo mismo ocurre con la desigualdad. Si no se discriminan los datos de Brasil, el índice de Gini para la región cae un punto completo durante la pandemia. Sin embargo, al excluirlos se constata un incremento de 0,9 puntos (el índice pasó de 48,8 a 49,7).

En particular, el empleo se recuperó “notablemente rápido”, y a poco más de un año de comenzada la crisis sanitaria la mayoría de los países habían logrado cerrar la brecha con relación a los niveles vigentes en 2019. “Para ponerlo en perspectiva, la recuperación de los países de ALC, que comenzó desde un nivel significativamente más bajo, precedió a la recuperación de Estados Unidos en al menos un trimestre”.

No obstante, la recuperación de los puestos laborales vino acompañada de un deterioro en la calidad del empleo. De acuerdo con el índice de calidad del empleo, que entre otras cosas refleja ingresos, beneficios, seguridad y satisfacción, la situación es peor de lo que era antes de que emergiera la pandemia. “En promedio, estos índices retrocedieron hasta niveles observados hace más de una década”, especialmente en Perú, Bolivia, Colombia y Panamá.

Más allá de la resiliencia que destaca el informe, y de la recuperación del empleo y los ingresos, “los vientos en contra cobran impulso y las perspectivas para 2023 son mucho más sombrías que en 2022”. En ese sentido, el crecimiento previsto para este año es de apenas 1,4%, en tanto que la expansión estimada hacia 2024 sería de 2,4%. Esto ubica a la región a la zaga del resto de los bloques, “incluyendo a una Europa Oriental azotada por la guerra”. De hecho, como muestra el gráfico, el PIB regional estimado para 2024 es apenas 8% superior respecto al de 2019, lo que contrasta con las tendencias esperadas para el resto de las regiones.

En la visión de este organismo, son varios los factores que explican el desempeño cada vez más pobre que exhibirá la región. Primero, las tasas de interés mundiales continuarán aumentando en el correr del año, aunque el proceso podría ser más gradual de lo previsto dada la situación endeble de varios bancos. Segundo, la demanda de los socios comerciales continuará debilitada, especialmente en el caso de los países del Grupo de los Siete (G7). En tercer lugar, y más allá de la reapertura y la relajación de las restricciones, la incertidumbre sobre el devenir de China se mantendrá elevada. A su vez, el precio de las materias primas continuará disminuyendo, alejándose de los registros máximos alcanzados durante el primer trimestre de 2022. Y, por último, los flujos de capital serán menores dadas las tensiones geopolíticas, la intención de acercar las cadenas de suministro y la mayor rentabilidad que ofrecen las economías avanzadas a medida que las tasas de interés van en aumento.

Foto del artículo 'El estado de situación regional visto desde dos perspectivas'

La resiliencia regional y sus explicaciones

Según indica el informe, que hace particular énfasis en este concepto, la mayor resiliencia de las economías latinoamericanas es reflejo de tres cambios fundamentales que han permitido mitigar debilidades macroeconómicas históricas, reducir la volatilidad, promover una mayor estabilidad de precios y darle una vocación más contracíclica a las políticas económicas.

Mayor profesionalización de las autoridades e institucionalización más robusta

Sobre este punto, el informe destaca que “los ministros de finanzas y las autoridades monetarias y normativas se han vuelto más profesionales”, al tiempo que las regulaciones han mostrado ser más efectivas para robustecer el marco institucional. En esa dirección, agrega que los bancos y ministerios de finanzas han ido incorporando economistas graduados de las mejores universidades del mundo, que participan activamente de los debates académicos globales. Eso ha permitido mejorar la gestión y también ganar credibilidad.

Independencia del banco central y metas de inflación

Durante los 90, la mayor parte de los bancos centrales ganaron independencia política y operativa, mejorando así su capacidad para mantener a raya la inflación en el marco de la adopción generalizada de esquemas de metas orientados a promover mayor previsibilidad. “Las tensiones observadas en la actualidad con algunas autoridades políticas también son normales, en el sentido de que en todos lados el principal propósito de la independencia es precisamente el de aislar el objetivo a largo plazo de estabilidad en los precios de las presiones que surjan de preocupaciones productivas de corto plazo o de la necesidad de financiar déficits fiscales”.

Si bien no lo nombra explícitamente, uno de los casos más notorios de estas tensiones es el de Brasil, cuyo banco central fue el primero en comenzar a retirar los estímulos monetarios implementados durante la pandemia. A modo ilustrativo, el presidente Lula ha señalado que “no existe ninguna justificación para que la tasa de interés esté en el 13,75%. Basta ver la carta del Copom (Comité de Política Monetaria) para saber que ese aumento es una vergüenza”.

Mayor blindaje

El tercer factor que ha contribuido a aumentar la resiliencia latinoamericana refiere a la reducción de las vulnerabilidades frente a los shocks externos. Por ejemplo, el porcentaje de deuda en moneda extranjera se redujo casi a la mitad entre 2004 y 2022, pasando de 60% a 35%, y las reservas bancocentralistas se han incrementado marcadamente durante los últimos años. “Una menor exposición externa y más herramientas para defender las monedas redujeron de forma significativa el riesgo de desajustes de moneda insostenibles que tanto dolor causaron en el pasado”.

¿Es la resiliencia suficiente?

A pesar de estos avances, la región continúa teniendo un espacio fiscal reducido para promover el crecimiento potencial mediante aumentos de la inversión y ganancias de productividad. Ante esta situación, y a pesar de los avances reseñados previamente, la región está perdiendo atractivo para los inversores extranjeros. A modo ilustrativo, los flujos de inversión extranjera directa han caído 35% en la última década. Como subraya el documento, “esto no es una tendencia observada en el resto del mundo, ya que los flujos hacia los países en desarrollo siguen aumentando”. En efecto, “la región está perdiendo terreno de forma acelerada”. Además, mientras que América Latina llegó a captar 43% de los flujos hacia países emergentes a finales de los años 90, actualmente sólo captura 15%.

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Los problemas como oportunidad

Los desarrollos problemáticos de la economía mundial ofrecen una oportunidad a la región para apuntalar su crecimiento en el marco de una mayor integración. Por un lado, “los estragos causados en las cadenas de suministro derivados de la pandemia y las crecientes tensiones geopolíticas suscitaron la necesidad de diversificar proveedores y acercarlos al mercado doméstico, dando lugar a que ALC atraiga algunos de los eslabones de las cadenas de valor centradas en Estados Unidos y Europa”.

Por el otro, “el imperativo mundial de abandonar los combustibles fósiles potenció la incipiente ventaja comparativa de la región en términos de producción verde y fuentes de energía renovable”. De aprovechar esta situación, profundizando esfuerzos en materia de innovación y acceso a mercados, ALC podría diversificarse y aumentar por esa vía sus posibilidades de desarrollo productivo a mediano plazo.

Foco en la región: informe de Exante

La consultora Exante también compartió hace unos días un extenso reporte analizando el desempeño regional, sus perspectivas y desafíos.1 El primer punto para destacar es que los países latinoamericanos registraron mayor crecimiento en 2022 del que estaba previsto al comienzo de ese año, tomando como referencia las proyecciones del Fondo Monetario Internacional (FMI). Las únicas excepciones fueron Perú y Paraguay, cuyo desempeño anual terminó siendo decepcionante. En línea con la advertencia del Banco Mundial, desde la consultora señalan que las perspectivas de crecimiento regional para este año “lucen bastante más moderadas”.

Brasil

En el caso de nuestro vecino norteño, el documento enfatiza la pérdida de dinamismo económico durante el último trimestre. En ese sentido, el año finalizó con una expansión de 2,9%, a pesar de que la economía se contrajo 0,2% entre el tercer y cuarto trimestre. Según la encuesta de expectativas del Banco Central de Brasil (BCB), el PIB aumentaría 0,9% en 2023, en línea con la proyección del Banco Mundial (0,8%). “Si se cumplen los pronósticos de PIB para este año, la economía brasileña operaría en niveles de actividad sólo 2% mayores a los previos a la recesión que atravesó el país en 2014-2016”, advierten desde Exante. En efecto, el país continúa enfrentando dificultades para reencauzar el dinamismo tras la sucesión de crisis que experimenta desde 2014.

En lo que hace a los equilibrios macroeconómicos, “la dinámica de las cuentas públicas sigue siendo una fuente de preocupación en Brasil”, a pesar de que el resultado ha mejorado con respecto a 2020. Por su parte, el ratio de deuda/PIB, que venía moderándose luego de rozar el 90% en el marco de la pandemia, comenzaría nuevamente a incrementarse y se ubicaría por encima de 80% hacia 2025.

En relación con esta dimensión, la consultora analiza el proyecto presentado por el gobierno para avanzar en un nuevo marco fiscal: “El proyecto combina una meta de resultado primario con una regla de gasto más flexible y mecanismos de ajuste en caso de incumplimiento. Se busca un resultado primario equilibrado en 2024 y superávits en los años siguientes”, sin topear el cociente deuda/PIB. Sucintamente, el nuevo marco propone un tope de gasto por ingresos, un límite para el crecimiento real del gasto, un rango objetivo para el resultado primario y mecanismos de ajuste en caso de incumplimientos. No obstante, a pesar de la incertidumbre fiscal, el riesgo país volvió a los niveles prepandémicos y los flujos de inversión extranjera directa se ubican en torno al 3% del PIB.

En el frente de los precios, y a pesar del que el BCB “subió de forma más temprana y agresiva la tasa de interés” con relación a otros bancos, la persistencia inflacionaria se mantiene y comienza a impactar sobre las expectativas de los agentes, que viene corrigiendo sus estimaciones al alza. En este contexto, y más allá de la elevada volatilidad que ha mostrado el dólar, “la moneda brasileña sigue muy barata en una perspectiva histórica”.

Argentina

Como sucedió con Brasil y Uruguay, el crecimiento promedio anual de 2022 (5,2% en este caso) esconde dinámicas semestrales bien distintas. En particular, el PIB se retrajo 1,5% en términos trimestrales durante el cuarto trimestre. En este caso, las estimaciones relevadas por el Banco Central de la República Argentina coinciden con las que se desprenden del informe del Banco Mundial: Argentina no crecería este año. Hay que destacar, detrás de lo anterior, la incidencia de la sequía y “la caída sostenida que vienen mostrando los salarios reales desde hace años”.

Considerando que hace más de una década que la producción no aumenta, y que la inflación anual supera el 100%, Argentina ha estado en una situación de “estanflación” durante la mayor parte de este siglo. Y no sólo eso: dado que el riesgo país supera los 2.000 puntos, el país carece de “real acceso a financiamiento externo”, lo que hace que “el déficit fiscal no sea sostenible incluso cuando no es particularmente alto en una comparación con otros países”.

El informe de la consultora también pone foco en el incremento de la brecha entre la cotización oficial del dólar y las paralelas, y en las expectativas devaluatorias que continuarán presionando sobre los desequilibrios macro. En ese sentido, y más allá de que el panorama electoral es muy abierto, “los mercados asignan una muy baja probabilidad a que se ponga en marcha un plan de estabilización exitoso en el corto plazo”.

Geopolítica y fragmentación: una amenaza creciente para la región

La creciente tensión inherente a un mundo bipolar confrontativo, signado por las secuelas de la pandemia y las consecuencias de la guerra en curso, continúan elevando los temores sobre el impacto que tendría la fragmentación económica y financiera sobre las perspectivas.

Como alerta el FMI, la fragmentación financiera incide sobre los flujos de inversión transfronteriza, los sistemas de pago internacionales y el precio de los activos. Por este motivo, representa una amenaza adicional sobre la estabilidad financiera, que en el último mes se ha visto afectada por las consecuencias del repliegue monetario sobre el balance de varios bancos en ambos lados del océano Atlántico.

“Las recientes tensiones en algunos bancos de Estados Unidos y de Europa son un poderoso recordatorio de los focos de elevada vulnerabilidad financiera que se han acumulado durante años de tasas de interés bajas, volatilidad contenida y abundante liquidez”. En este escenario, el costo del financiamiento ha ido en aumento y la oferta de crédito hacia el sector privado se ha replegado, con el consecuente impacto sobre la actividad económica.

Como los fondos de inversión son muy sensibles a estos factores, la escalada de tensiones podría suponer una reversión aguda de los flujos de capital hacia la región, incluidos aquellos asociados a la inversión extranjera directa −profundizando la tendencia descrita previamente−. Esto dificultará la refinanciación de la deuda, limitará las posibilidades de diversificación de los riesgos y elevará la volatilidad en el precio de los activos, todo lo cual se trasladaría hacia la economía real, comprometiendo las perspectivas latinoamericanas a mediano plazo.