En las últimas semanas, la cotización del dólar alcanzó un piso de 37,4 pesos, la inflación ingresó dentro del rango meta por primera vez desde 2021 y el Banco Central del Uruguay (BCU) volvió a reducir la tasa de política monetaria (TPM).

Estos acontecimientos han estado enmarcados en un contexto de cuestionamientos crecientes hacia la conducción de la política monetaria por parte de analistas, empresarios y políticos de diversos partidos.

Los analistas

Esto no es nuevo. De hecho, el rumbo de la política monetaria ha disparado múltiples discusiones y debates a través de columnas de diario, programas de radio y televisión, conversatorios y, como no podía ser de otra manera, Twitter. El tono que prevalece, independientemente del medio y más allá de matices, ha sido el de la disconformidad.

Uno de los principales críticos ha sido Javier de Haedo, que continuamente ha venido alertando sobre la escasa eficacia de mantener el sesgo contractivo y sobre los problemas asociados en materia de competitividad y crecimiento. Como fue analizado en otra edición de este suplemento, su visión sostiene que, en una economía como la uruguaya, que es bimonetaria y que cuenta con mecanismos de indexación, el costo de llevar la inflación a niveles más bajos excede los beneficios que podrían esperarse. Esto, además, es particularmente problemático si se considera la inconsistencia entre las políticas económicas, dado que en el frente fiscal y salarial el tono ha sido expansivo.

En la misma línea han ido los cuestionamientos de Gabriela Mordecki, investigadora del Instituto de Economía de la Udelar, que ponen el foco en el hecho de que, en un país con deudas y precios dolarizados, los efectos de alterar la TPM –que afecta el crédito– sobre la inflación no son tan significativos. Sostiene, en ese marco, que la moderación reciente de la inflación no es consecuencia directa de la política desplegada por el BCU, sino que responde al descenso de los precios de frutas y verduras y a la apreciación del peso uruguayo.

Consultada por la diaria, evaluó que la política monetaria vigente tendría sentido si hubiese un diálogo más fluido con la política fiscal para dar señales de consistencia que operen sobre las expectativas de los agentes. También lamenta que el BCU no haya avanzado con mayores esfuerzos de desdolarización. Agregó, además, que el BCU destaca como logro algo que considera que es un error, refiriéndose a la ausencia de intervención en el mercado cambiario. Con este diagnóstico, anticipa que el tipo de cambio podría aumentar levemente a partir del recorte de la TPM, pero sin llegar a superar los 40 pesos antes de fin de año.

En contraposición a estas miradas, están quienes han criticado al BCU por no haber implementado una política contractiva más dura, asumiendo los costos de corto plazo en pos de los beneficios que traerá en el futuro. Este ha sido el caso, por ejemplo, del economista José Licandro, exgerente de política monetaria y programación macroeconómica del BCU. En un hilo en Twitter, argumentó que el principal problema está vinculado a los cuestionamientos que recibe del sistema político y a la insuficiente autonomía de la institución. En efecto, sostiene que el BCU cuenta con herramientas y capacidades para lograrlo, pero que esos problemas erosionan la credibilidad y limitan las mejoras en el frente de las expectativas.

Si bien considera que el BCU tiene margen para continuar reduciendo la TPM, advirtió que no debería relajar demasiado el uso de ese instrumento, mucho más teniendo en cuenta la ronda de negociación salarial en curso. Explica que las expectativas “aún están fuera del rango” y “lejos del centro”, por lo que es riesgoso aflojar si se pretende terminar este período con la inflación dentro del rango meta.

Los políticos

En un conversatorio sobre competitividad organizado hace algunas semanas, el senador y expresidente del BCU, Mario Bergara, criticó también la actuación del actual directorio y el “fundamentalismo” en el uso de los instrumentos de política monetaria. El economista sostuvo que el hecho de que el tipo de cambio haya bajado “tan rápidamente” sin aumento de productividad y desalineado de los fundamentos es “impensado” y que se debería optar por intervenir en el mercado cambiario para “acompañar lo que pasa con el dólar en el mundo”.

Pero las críticas políticas al manejo del BCU no vienen sólo de la oposición, sino también del oficialismo. El senador del Partido Nacional Sebastián da Silva también cuestionó la política monetaria contractiva vigente en el programa Hablemos de agro y sostuvo que se debería ir a una postura de “neutralidad del punto de vista monetario, bajar las tasas de interés y dejar que el mercado regule [el tipo de cambio]”.

Foto del artículo 'La cruzada del BCU por bajar la inflación: una batalla con pocos aliados'

Los empresarios

El presidente de la Unión de Exportadores, Facundo Márquez, expresó en entrevista con El País su disconformidad con la comunicación del actual directorio del BCU en temas de competitividad, en las que se les ha solicitado “paciencia” para esperar que el tipo de cambio nominal suba, sin que eso se traduzca en efectos o acciones reales. Si bien están de acuerdo con el objetivo de bajar la inflación, Márquez cuestionó que “los únicos que paguen el costo de bajarla la inflación seamos nosotros”. En ese sentido, el empresario reclama que el canal cambiario no sea el único que opere para lograr ese objetivo.