Luego de atravesar una sucesión de shocks negativos, la economía mundial continúa mostrando una “resiliencia notable”, con un crecimiento que se mantiene firme y en un contexto de desinflación. Estas son algunas de las conclusiones principales que se desprenden del último informe de Perspectivas globales elaborado por el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Panorama general

Durante los últimos años el mundo atravesó una pandemia –con impactos de largo aliento–, una crisis energética, una crisis alimentaria y una escalada de la inflación que en países desarrollados carecía de antecedentes desde la década de 1970 y que obligó a los bancos centrales a desplegar un apretón monetario que tuvo impactos negativos sobre la actividad económica. A pesar de esto, y de que las tensiones geopolíticas van en aumento, las perspectivas de crecimiento para el corto plazo fueron revisadas al alza, mientras que las presiones inflacionarias continúan cediendo.

Foto del artículo 'Las perspectivas económicas de un mundo convulsionado'

Con relación al crecimiento global, las nuevas estimaciones del organismo sugieren una expansión del PIB equivalente al 3,2% para 2024 y 2025. En el frente inflacionario, por su parte, las proyecciones apuntan a una moderación adicional durante este año y el próximo. En concreto, el FMI anticipa una inflación de 2,8% para fines de este año y de 2,4% para el cierre del próximo. Cabe recordar que durante 2022 la inflación mundial alcanzó un pico de 9,4%. Desde entonces, la trayectoria ha sido descendente, consolidando un escenario de “aterrizaje suave” que en algún momento parecía improbable (es decir, sin atravesar una recesión pronunciada).

Según Pierre-Olivier Gourinchas, economista jefe del FMI, lo anterior se explica por la evolución favorable de la oferta, en particular a raíz de la “disipación de los shocks de los precios de la energía y el notable repunte de la oferta de mano de obra al que han contribuido los importantes flujos migratorios en muchas economías avanzadas”. En este marco, las medidas de política monetaria lograron evitar el desanclaje de las expectativas de inflación (que hubiese generado un problema mayor) sin infligir tanto daño sobre la actividad.

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Además, el documento indica que las secuelas de mediano plazo derivadas de la sucesión de shocks de los últimos cuatro años serán menores de lo previsto, pese a que la situación varía entre regiones. En ese sentido, como es esperable, los países de ingresos bajos son los que enfrentan un escenario más complejo si se extiende el horizonte de análisis y de proyección, dado que contaron con una capacidad mínima de respuesta.

Más allá de la resiliencia, los desafíos persisten

La inflación podría volver a repuntar

Si bien el empuje de los precios se moderó en el mundo, la trayectoria de la inflación continúa desalineada respecto de las metas en muchos países. En este sentido, el informe advierte que, a pesar de las tendencias alentadoras, “resulta un poco preocupante” el hecho de que los avances se han estancado desde que comenzó el año.

En particular, estamos asistiendo a un incremento de los precios del petróleo, que podría profundizarse en función del devenir de los acontecimientos en Medio Oriente. Además, los últimos datos de inflación de Estados Unidos no han sido buenos, lo que podría obligar a la Reserva Federal a mantener las tasas de interés altas por un tiempo mayor del previsto hace tres meses. Esto es problemático para las economías emergentes, en tanto implica condiciones de acceso a financiamiento más restrictivas.

Lo que se oculta debajo de los promedios

Por otro lado, más allá de lo que indican las cifras agregadas para el mundo, tanto en términos de crecimiento como de inflación, los promedios ocultan diferencias significativas. En efecto, otro de los riesgos que enfrenta la economía mundial responde a las “extremas divergencias” entre países.

Vale detenerse, por su importancia, en el caso de China, que crecerá por debajo del 5% en el próximo bienio y que continúa enfrentando las consecuencias asociadas a los problemas del sector inmobiliario (casi un tercio del PIB). A este respecto, el organismo advierte que “los ciclos de auge y colapso del crédito nunca se resuelven con rapidez por sí solos, y este no es una excepción”.

Esto implica que la demanda interna del gigante asiático continuará golpeada, lo que naturalmente lastrará la dinámica global por un tiempo. Asimismo, el informe alerta por los riesgos que podría generar un aumento de las tensiones comerciales, siempre en el marco de la disputa hegemónica que opera como telón de fondo.

El mediano plazo luce cada vez menos auspicioso

Los problemas de productividad, la creciente fragmentación geoeconómica y el incremento de las medidas proteccionistas están alterando los vínculos comerciales, un fenómeno que trae aparejada una pérdida de eficiencia y una erosión de la cooperación internacional. De profundizarse estas tendencias, el crecimiento sería cada vez menor y podría registrarse un salto de precios, en particular si el mundo queda fragmentado en dos bloques rivales confrontativos.

Esto además limitaría la capacidad de apuntalar la “transición verde”, que demanda inversiones relevantes y además depende de las transferencias de tecnología y de la capacidad de diversificar y potenciar las fuentes de financiamiento.

¿Cuáles son las perspectivas para América Latina?

De acuerdo con las proyecciones, la región de América Latina y el Caribe perderá dinamismo este año, dado que el crecimiento pasaría de 2,3% a 2% entre 2023 y 2024. Sin embargo, esta tendencia se revertiría hacia 2025, dado que se espera una expansión regional de 2,5% (que no deja de ser magra a la luz de los desafíos que se han ido acumulando y que revisten un carácter estructural).

Restringiendo el alcance del concepto de región, el FMI anticipa que el crecimiento se moderaría en Brasil, ubicándose en el entorno de 2,2% para este año (2,1% para 2025). En el caso de Argentina, las estimaciones apuntan a un retroceso de la actividad equivalente a 2,8%, seguido de un rebote en 2025 (5%). En este contexto, las proyecciones para Uruguay ubican el crecimiento en 3,7% para este año y en 2,9% para el siguiente.

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